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La ley de Stigler o por qué los descubrimientos científicos no llevan el nombre de su descubridor

Publicado por Ismael

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Descubres quizás demasiado tarde que la vida nunca deja de ser el concurso de popularidad que ya era durante tu adolescencia. Resulta sorprendente que eso también ocurra en el mundo de la ciencia, e incluso de forma tan sistemática como para que pueda establecerse una ley al respecto.

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Si quieres alcanzar la inmortalidad en el mundo de la ciencia, puedes dedicarle toda tu vida a alcanzar la maestría en tu especialidad, descubrir los misterios del universo, y finalmente llegar a un descubrimiento apasionante. Pero, de acuerdo con la ley de Stigler, incluso así, lo más probable es que no te llegue el reconocimiento.

Según la ley de los epónimos de Stigler, las leyes y los descubrimientos científicos nunca reciben el nombre de sus auténticos descubridores. Ha ocurrido durante toda la historia de la ciencia, sea la física, la medicina, la química, las matemáticas. Incluso gente tan legendaria como Nicolás Copérnico no ha sido inmune a la ley. Pero no se trata sólo de robo del crédito. Funciona gracias a la diferencia entre como tendemos a pensar que funciona la ciencia, y cómo funciona realmente.

En su forma más simple, pero también más contundente, la ley de Stigler dice que “ningún descubrimiento científico lleva el nombre de su auténtico descubridor”. La idea fue acuñada por el profesor de estadística de la Universidad de Chicago Stephen Stigler en su trabajo de 1980. Stigler se basó en muchas ideas ya existentes, especialmente el efecto Matthew del sociólogo Robert K. Merton, el cual sostiene que es más probable que científicos ya famosos sean reconocidos por un nuevo descubrimiento, que sus colegas aún desconocidos, aún cuando la calidad de su trabajo sea idéntica o inferior.

“En 1979 fui invitado a participar en un libro dedicado al sociólogo Robert K. Merton. La invitación me resultó extraña, dado que en aquel momento sólo conocía a Merton por haber intercambiado correspondencia, y no en persona, y al principio me sentí incómodo. Pero después de pensar en el trabajo de Merton tuve una idea.

Merton fue un pionero en la sociología de la ciencia, y había escrito un trabajo sobre cómo y por qué tantos descubrimientos tienen en realidad una autoría múltiple, distintas personas en distintos lugares y trabajando en distintos momentos. Y había escrito también sobre la importancia de las prioridades en la ciencia a la hora de recompensar el trabajo, y la importancia aquí de los epónimos. Merton estaba interesado en las reglas autorreferenciales. De hecho el término profecía autocumplida fue acuñado por él. Yo conocía muchos ejemplos de epónimos mal utilizados, y tras pensar sobre el tema concebí una explicación de por qué en realidad funciona de forma esperada. En ese momento mi ley recibió el nombre, y tardé poco en escribir el trabajo.”

Stigler da unas cuantas razones sobre por qué el nombre de una ley raramente es el del científico correcto. Explica que generalmente no son los historiadores de la ciencia, los que se ganan la vida figurándose quién ha descubierto qué, sino la comunidad de científicos en la práctica, quienes no tienen el tiempo necesario para investigar quién es el primero en haber tenido qué idea.

Peor aún, la mayor parte de los científicos no ven sus descubrimientos recibir un nombre mientras están vivos. Generalmente ocurre mucho después, y cuando han transcurrido décadas o incluso siglos es más difícil ser preciso sobre quién ha sido el primero. Incluso entonces, los científicos que reciben una ley a su nombre, lo consiguen más por su importancia general en el campo que por un descubrimiento en partícular. Incluso si supuestamente se pretende celebrar un momento específico en su carrera.

De hecho, la ley de Stigler es en sí mismo un ejemplo de la ley de Stigler. Por supuesto, por su propio diseño. Tal y como Stigler sugiere, debería llamarse ley de Merton. Pero en realidad es anterior a ambos dos. H.C. Kennedy ya acuñó la ley de Boyer en 1972, la cual decía lo mismo que la ley de Stigler, pero restringida al mundo matemático. El tal C.B. Boyer ya había tratado buena parte de su Historia de las matemáticas a dar ejemplos de este fenómeno.

El matemático y filósofo Alfred North Whitehead resumió contundentemente la idea cuando dijo que “todo lo realmente importante ya lo ha dicho antes alguien que no lo ha descubierto”. El propio padre de Stigler, el economista George Stigler, ya contaba que hay demasiados ejemplos en los que una versión demasiado temprana de una teoría no consigue reconocimiento alguno, y es aceptada más tarde cuando la ciencia está preparada para ella.

Aceptamos cualquier sugerencia sobre el nombre correcto para la ley de Stigler. Probablemente el único correcto sea demasiado largo.

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