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Numerosos nuevos estudios científicos cuestionan el dogma clásico que culpa a estos factores del deterioro celular.
Javier Yanes
Al menos, así sería si dependiera del biólogo suizo Sieg-fried Hekimib. Desde el laboratorio que dirige en la Universidad McGill de Montreal —Canadá—, este investigador estudia los mecanismos del envejecimiento en el nematodo Caenorhabditis elegans, un gusanito minúsculo que rivaliza con la mosca de la fruta Drosophila como organismo patrón para investigar el desarrollo animal. Hekimi modificó sus C. elegans para que produjeran una cantidad anormalmente elevada de radicales libres, a los que la teoría clásica culpa del envejecimiento. El investigador esperaba ver cómo esos gusanos envejecían y morían antes que los demás, pero le sorprendió comprobar que el efecto era el opuesto: los nematodos mutantes vivían más. Al añadir vitamina C, el antioxidante más accesible, ese plus de longevidad se esfumaba.
La única conclusión posible para Hekimi era una que contradecía la teoría clásica del envejecimiento por radicales libres. Esta hipótesis, lanzada por el biogerontólogo estadounidense Denham Harman en la década de 1950, dicta que el envejecimiento es consecuencia de la progresiva acumulación de radicales libres, átomos o moléculas con un electrón desparejado en su capa externa que los hace químicamente muy agresivos.
Entre ellos destacan las especies reactivas del oxígeno —ROS, en inglés— como peróxidos o iones superóxido. Estos se crean durante el metabolismo del oxígeno en la respiración, un proceso que sirve para generar energía en la llamada pila celular, la mitocondria. Los oxidantes, que también se disparan al bombardear la célula con radiación ultravioleta o ionizante, causan estrés oxidativo y deterioran el ADN y otros componentes celulares.
Para verificar sus sorprendentes resultados, Hekimi montó otro sistema experimental. En este caso sometió a gusanos normales al paraquat, un herbicida tóxico prohibido en la Unión Europea y que produce radicales libres como un niño sopla pompas de jabón. La conclusión fue la misma. Al científico no le quedó otro remedio que aceptar la máxima de Sherlock Holmes: cuando se ha descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que sea, debe ser la verdad. Y en los gusanos de Hekimi, la verdad era que los radicales libres alargan la vida. Los experimentos se publicaron el pasado diciembre en la revista PLoS Biology. Entonces, el científico bromeaba con los efectos del paraquat: «No intenten esto en casa».
«Es razonable decir que la teoría clásica está refutada», zanja un experto.
La pregunta es inmediata: ¿qué ocurre con lo que sostenía la teoría? ¿Se ha hecho algo mal? La respuesta corta a esta segunda pregunta es no. Muchos científicos, entre ellos expertos españoles como el fisiólogo de la Universidad de Valencia José Viña, han estudiado la relación entre oxidantes y envejecimiento. En su laboratorio comprobaron que la administración de antioxidantes como la vitamina C y E disminuye el daño molecular asociado al envejecimiento. Lo mismo ocurría al estimular los antioxidantes propios de la célula con compuestos como los flavonoides del extracto de raíz del árbol Ginkgo biloba.
Más en Diario Público. Foto de Jon Díez.
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