La media hostia ahora es Scientia Futura

Delfín y Dalí

Publicado por Ismael

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David Delfín es azote de liberales. David, además, es diseñador de moda, con lo que, contra tertulianos como Santiago Belloch o Carlos Carnicero, David Delfín no necesita abrir la boca.

Si el autor no recuerda mal, Davíd Delfín saltó a la fama utilizando el burka talibán como accesorio a la vestimenta femenina en uno de sus pases en la Pasarela Cibeles, dos días después de cierto once de septiembre. Es decir, meses antes de que Occidente interviniera en Oriente Medio equivocando flagrantemente —en dolorosa ironía— la última letra del país que era necesario invadir. Nadie lo entendió, y casi nadie tuvo la inteligencia de recordar que, en territorio de la estética, no hay nada que entender.

Este mismo año, David repitió la jugada en la misma Pasarela Cibeles incluyendo elementos de la estética nazi en el vestuario de su pase.



La teoría ingenua hablaría de un simple guiño a la estética impuesta por bandas pop inglesas como Franz Ferdinand —hablamos de un país donde en tiempos de Margaret Thatcher una de las primeras bandas podía llamarse Spandau Ballet y no pasaba nada.



Una teoría más atrevida se referiría a la fascinación por esa misma estética por parte de Salvador Dalí, alguien tan poco sospechoso de fascista como también de progresista rancio. En su Diario de un genio, con una ironía tan sutil que resulta más fácil suponer inexistente, Dalí se reconocía obsesionado por el sensual escorzo del cinto negro alrededor del torso de Hitler.



Con la ayuda de Delfín y de Dalí, es fácil presumir que las unicas aportaciones del nazismo a la humanidad, lo han sido en el campo de la belleza masculina. Bigotes de mosca aparte, por supuesto.

Pero la última de David Delfín es especialmente memorable, quizá porque es más eficaz la crítica cuanto más corto el alcance de la misma. El Ayuntamiento de Madrid ha puesto en marcha una iniciativa promocional consistente en encargar a dieciséis de los mejores diseñadores de España modelos de camisetas que reflejen su peculiar visión de la ciudad. Posiblemente en memoria de la mala broma de Danny De Vito, el diseño de David Delfín es una excavadora.



(En raras ocasiones, las obras públicas sirven a la estética. En Madrid, al salir a la carretera de Barcelona por el tunel de María de Molina, siempre se abre el cielo de frente a por donde amanece en primavera. Esta mañana, además, en la radio sonaba Albinoni. Una sensación difícilmente comparable a cualquier otra con los pantalones subidos.)

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