La media hostia ahora es Scientia Futura

El secreto del cazador de pedófilos

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Animales con genes humanos

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Kate Kelland

¿Un ratón que habla? ¿Un mono con Síndrome de Down? ¿Perros con manos o pies humanos? Los científicos quieren saber si esos experimentos son aceptables o van demasiado lejos aún en nombre de la investigación médica.

Para averiguarlo, la Academy of Medical Sciences británica ha lanzado recientemente un estudio para echar un vistazo al uso de animales que contienen material humano en la investigación.

Se espera que el trabajo lleve al menos un año, pero sus responsables esperan que ayude a establecer líneas maestras para los científicos británicos y los de alrededor del globo que tengan en cuenta hasta qué punto el público está preparado para los resultados de mezclar genes humanos en animales para descubrir formas de luchar contra las enfermedades humanas.



«¿Estos estudios desafían nuestra idea de lo que es humano?» dice Martin Bobrow, profesor de genética médica en la Universidad de Cambridge y consejero del grupo de cuatro miembros que realiza el estudio.

«Es importante que nos lo planteemos ahora para que sean reconocidos los límites apropiados y la investigación sea capaz de aprovechar todo su potencial.»

Utilizar material humano en animales no es nuevo. Los científicos ya han creado macacos Rhesus que padecen una forma del gen de Huntigdon de forma que pueda investigarse cómo se desarrolla la enfermedad. O ratones con hígados creados a partir de células humanas para investigar el efecto de nuevas drogas.

Pero esta tecnología para introducir cada vez más grandes cantidades de material genético humano en los animales está cada vez más difundida mundialmente, incrementando la posibilidad de que algunos científicos quieran poner límites en alguna parte.

«Hay una gran gama de nuevas técnicas científicas que harán no sólo más fácil sino también más importante ser capaces de experimentar con el cruce de especies» dice Bobrow.

La polémica surgió el año pasado en Gran Bretaña tras las nuevas leyes que permiten la creación de embriones cruzados para la investigación. En dicha polémica intervinieron los grupos religiosos, afirmando que dichos experimentos pervierten el curso de la naturaleza, pero también científicos, quienes los consideran vitales para encontrar la cura a distintas enfermedades. Un cardenal británico ha etiquetado estos trabajos como «ciencia Frankenstein».

Bobrow afirma que él y sus colegas quieren evitar este tipo de alocados debates, y esperan que con su intervención ahora serán capaces de aportar información a la discusión y no calorías.

Para ellos, la discusión sobre los embriones cruzados, para crear los cuales es necesario insertar ADN humano en células nacidas de animales para crear células madre «es menos de la mitad de la discusión» ya que no contempla el uso de animales adultos alterados con células humanas.

«En realidad no ha sido tratado un rango mucho más amplio de asuntos como hasta qué punto es razonable intentar replicar características humanas en los animales» dice Bobrow. «Aquí hay un problema de aceptación social».

Para Bobrow «hay cierto entendimiento» entre la comunidad científica de que «cuando te acercas a una mezcla al 50%» entre material humano y animal, el límite probablemente está cerca. Lástima que las leyes como poco sean vagas.

»¿Nos preocuparía si las células sanguíneas o el hígado de un ratón son humanos? Probablemente no.» dice. «Pero, ¿y si puede hablar? ¿O puede pensar? ¿O de alguna forma es consciente como lo es un humano? En ese caso el escenario es completamente distinto»

Visto en Reuters. Foto de psyberartist.

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El reloj alarma palestino

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Sólo uno de estos podría sacarme de la cama ciertas mañanas.

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Una opinión sobre el LHC

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Que no tiene desperdicio alguno. Gracias a @jminuscula por mirar donde no debe. Foto de µµ.

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Eduard Punset entrevista a Dario Maestripieri

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En el programa Redes emitido la noche del pasado domingo, Eduard Punset entrevista a Dario Maestripieri, psicobiólogo de la Universidad de Chicago. Nos descubren las similitudes entre el comportamiento de los seres humanos y el de los macacos Rhesus. Me divierte cómo se refiere Punset al primate en inglés. En realidad su nombre científico es Macaca mulatta.

La naturaleza, siempre malmetiendo

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El pescado bombero

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Y encima mileurista. Seguro. Viñeta de Alberto Montt.

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Dios en tu Nintendo Wii

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Una buena familia americana no debería tener que esperar al domingo para adorar a Dios. La Nintendo Wii viene al rescate.

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Dios no fuma ¿o sí?

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Me recuerda irremediablemente a aquella película de Woody Allen en la que aparecía un sacerdote en un anuncio de tabaco en televisión murmurando «yo los fumo, Dios los fuma».

Viñeta del maestro Rafael Vega Sansón para El Norte de Castilla.

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Ejércitos que se mueven como hormigas

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Un investigador de la Universidad de Granada ha diseñado un sistema para estudiar la movilidad de las tropas militares en un campo de batalla basándose en los mecanismos que utilizan las colonias de hormigas para moverse, y utilizando un juego bélico comercial, el Panzer General.

El trabajo desarrollado en el Departamento de Arquitectura y Tecnología de Computadores de la UGR ha desarrollado algunos algoritmos que permiten buscar las mejores rutas en un entorno y para satisfacer un criterio dados.

hormiga roja

Especificamente el trabajo de investigación ha desarrollado un software que permitiría a los ejercitos averiguar las mejores rutas en un campo de batalla, considerando que dicha ruta debe ser cubierta por una compañía dada y considerando criterios de seguridad —alcanzar el destino con el menor número de bajas— y velocidad —alcanzar el destino lo más rápidamente posible—.

A tal fin los científicos han utilizado un ACO —de algoritmo de optimización de colonia de hormigas—, una técnica probabilistica utilizada para resolver problemas de optimización e inspirado en la técnica utilizada por las hormigas para encontrar trayectorias desde la colonia hacia los lugares ricos en comida.

El trabajo lo realiza Antonio Miguel Mora y lo supervisan los profesores Juan Julián Mereloy Pedro Ángel Castillo, del citado departamento.

Los científicos de la UGR han desarrollado un mini simulador que define el escenario o campo de batalla, localiza la unidad y sus enemigos, y ejecuta el algoritmo para obtener los resultados. El software diseñado ofrece una cuantas herramientas útiles para analizar tanto el escenario inicial como dichos resultados.

Para preparar el sistema, Mora comienza con los campos de batalla presentes en el videojuego Panzer General, definiendo más tarde las restricciones necesarias para hacerlo más fiel a un escenario real.

El trabajo de investigación desarrollado en la Universidad de Granada ha tenido la participación de miembros de la Armada Española, el MADOC, organismo que pertenece al Ministerio de Defensa, y que a largo plazo podría incorporar las características del nuevo simulador a sus estrategias militares reales.

Los científicos afirman que además de esta aplicación el simulador puede ser útil para resolver otros problemas reales, ya sea encontrar la mejor ruta para un agente de ventas, o el camino que debe seguir un transportista para optimizar el gasto de combustible. «Además» dicen «puede ser útil para resolver problemas de planificación o distribución de bienes, dado que permite averiguar cómo servir al máximo número de clientes desde una ubicación central y utilizando el menor número de vehículos».

Parte de los resultados de esta investigación ya han sido presentados en distintas conferencias nacionales e internacionales, y publicado en revistas como la International Journal of Intelligent Systems. El software ha sido publicado con una licencia libre y puede ser desargado de Internet.

Visto en Science Daily. Foto de NeilsPhotography.

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Escépticos Ska-P

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Un clip que se ha hecho muy popular entre mis amigos escépticos en Facebook. La más que solvente banda de Leganés Ska-P le dedican un merecido sopapo en forma de ska a charlatanes, videntes, y demás embusteros.

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Un zoo en el año 2080

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«Bien, podríamos quejarnos del hecho de que tantas especies se hayan extinguido. Pero celebremos en su lugar lo que tenemos hoy; ¡un labrador!»

«Un zoo en el año 2080»

Estrictamente deprimente, gentileza de Wulffmorgenthaler.com.

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Texas prohíbe el matrimonio

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De los contrarios al matrimonio homosexual tenemos todos los indicios para dudar de su inteligencia social. Ahora también de su nivel cognitivo. La nueva ley del estado norteamericano de Texas, pensada para prohibir el matrimonio entre personas del mismo sexo, podría de hecho servir para prohibir cualquier matrimonio. Un abogado de Houston avisa de que esto puede estar sucediendo a la vista de la subsección B de la prohibición, una enmienda constitucional ratificada en 2005, y que dice que «el estado podrá no crear o reconocer un estado legal idéntico o similar al matrimonio». Sí, para conseguir el efecto deseado, falta por completo la palabra «gay».

En esencia, se está prohibiendo «el matrimonio en Texas». Para Barbara Ann Radnofsky, candidata demócrata a fiscal del estado «no necesitas haber estudiado leyes para leer esto y entender lo que sencillamente dice». Los conservadores desprecian la sentencia de Radnofsky reduciéndola a «argumento absurdo», según el responsable de una de las organizaciones que redactó la enmienda. Y sin embargo, parece claro que un juicio basado en dicha enmienda tiene aproximadamente una posibilidad entre un millón de prosperar.



En la foto Jenna Bush en el día más feliz de su vida, junto con aquel en el que encontró la llave del mueble bar de papá.

newser.

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Mientras no te hayas vuelto ateo

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«¿Has abandonado la religión en la que naciste?»

«De hecho, mamá, he abrazado un conjunto de valores nuevo.»

«He cambiado esa melíflua creencia en mitos y supersticiones por el pensamiento crítico y las conclusiones basadas en evidencias.»

«He rechazado las afirmaciones religiosas y la fe ciega en favor de la razón, el escepticismo, la ética secular y el sentido común.»

«Vale. Mientras no te hayas vuelto un ateo de esos...»

Visto en Hygo's Tlog.

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Respeto

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Imagine no religion

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Edgar Dahl

Incluso tras la caída del Muro de Berlín en 1989, se les encuesta habitualmente tanto a los alemanes occidentales como a los orientales su actitud ante la religión. Cuando se les pregunta sobre si creen en Dios, la mayor parte de los alemanes occidentales simplemente responden diciendo: «No, soy perfectamente normal».

Una respuesta que debe resultarles sorprendente a la mayor parte de los americanos. Después de todo, se presume que hay algo anormal en la creencia en Dios. Como si ya hubiesen crecido leyendo El Espejismo de Dios de Richard Dawkins, los alemanes occidentales consideran a los creyentes extraños, grotescos o incluso locos.

Habiendo nacido yo mismo en Alemania Oriental, puedo fácilmente identificarme con esta actitud. Contra lo que muchos americanos parecen pensar, nadie nos ha hecho crecer siendo hostiles hacia la religión. En realidad es algo mucho peor; hemos crecido de forma total e inseparablemente indiferente hacia la religión.



Los domingos por la mañana, mientras los niños americanos iban a la Iglesia, nosotros íbamos al cine. Me recuerdo disfrutando de la Cleopatra de Joseph L. Mankiewicz, de La Caída del Imperio Romano de Anthony Mann, o riéndome a carcajadas con La Carrera del Siglo de Blake Edwards o Con Faldas y a lo Loco de Billy Wilder.

Un día —debía tener unos diez años— llegué tarde para ver El Jorobado de Notre Dame de Jean Delannoy, con el fabuloso Anthony Quinn y la bella Gina Lollobrigida. Decepcionado por perderme la película, me dirigí a casa, pasando junto a la Catedral de San Pablo. Como tenía tiempo libre, decidí entrar a la Iglesia. Había unas 15 o 20 personas, todas de más de 60 años. El holor a humedad, las morbosas pinturas, y el salvador sangrando clavado en la cruz me hicieron sentir ansiedad.

Aún así, para ver lo que hacían, me acerqué un poco. Parece que estaban celebrando la Eucaristía. Reunidos alrededor de un altar, se pasaban un cáliz y un platillo pidiéndose los unos a los otros «comer el cuerpo y beber la sangre del Señor». Me estremecí. ¿Cómo puede alguien comer la carne y beber la sangre de otra persona? ¿Qué clase de personas son éstas?

Volví corriendo a casa, y le pregunté a mi madre sobre la gente de la Iglesia. Me dijo «son cristianos. Creen en Dios y en Satán, en el cielo y en el infierno. Mis padres también eran religiosos. Mi padre era judío y mi madre católica. Como los nazis les mataron cuando yo solo tenía tres años, no me enseñaron nada sobre sus religiones». Intentando cambiar de tema, añadió «no importa, no es asunto nuestro».

Por aquella época vi por primera vez La Semilla del Diablo de Roman Polanski en televisión —en un canal de la Alemania Occidental, por supuesto—. Más tarde me enteré de que la película no describía a cristianos, sino a satánicos. Aún tan pequeño, no veía ninguna diferencia. Para mí, ambos eran gente grotesca, creyendo cosas grotescas y haciendo cosas aún más grotescas. Alguien podría decir que simplemente yo era demasiado joven para ver la diferencia entre dos cultos en realidad distintos. Pero este es exactamente mi argumento. Eso sólo prueba hasta qué punto estaba libre de prejuicios. Debe ser que veo a los cristianos como los ve un hindú. O, para el caso, como un cristiano ve a los hindús, esas almas perdidas y atormentadas que rezan a un cielo repleto con cientos de dioses.

Puede sonar extraño, pero hasta los 12 años no conocí a un cristiano en persona. En sexto curso, la hija de un sacerdote se unió a clase. Aunque resultó ser una bellísima persona, recuerdo que me incomodaba hablar con ella. Después de todo, consideraba a los religiosos como gente mística que afirma estar en contacto con dioses, demonios, y otros personajes que nadie ha visto nunca.

Habiendo crecido como ateo puede resultar sorprendente que, como estudiante, me interesara no sólo la filosofía sino también la teología. Fue la película de Ingmar Bergman El Séptimo Sello y la novela de Fyodor Dostoevsky Los Hermanos Karamazov las que hicieron que me interesara por la religión a los 16 años. Además, estudiar teología reforzaba mi educación en humanidades. Tuve que aprender Hebreo, Griego y Latín, y también filosofía, psicología y pedagogía, además de historia del arte y política.

Leer a Anselmo de Canterbury, a Tomás de Aquino o a William de Ockham, sin embargo, no cambió mis opiniónes. Aún soy un ateo que cuestiona la existencia de Dios. Aunque admito que hay razones entendibles para la creencia en un Creador, ninguna de esas razones me parece persuasiva, por no decir convincente.

Toma como ejemplo el Argumento Ontológico para la Existencia de Dios. Según este argumento, Dios es «lo más grande que es posible concebir». En otras palabras, Dios tiene todas las perfecciones posibles. En conocimiento, en poder, en virtud. De ahí que, si es perfecto, continúa el argumento, debe existir. Porque si no existiera, no sería perfecto.

Immanuel Kant ya hizo notar que este argumento es falaz. Desde luego que para que una existencia sea perfecta debe tener ciertas propiedades, como la omnipotencia o la omnisciencia. Pero eso no significa que deba existir. Después de todo, la existencia no es una propiedad. La definición de Dios sólo puede decirnos qué clase de ser debería ser. Si realmente existe, sin embargo, es un tema completamente distinto que no puede ser liquidado por una mera definición.

Otra prueba famosa es el Argumento Cosmológico para la Existencia de Dios. Todo lo que existe, se dice, tiene una causa. Pero si todo tiene una causa, el propio Universo ha de tenerla. Esa causa es Dios. ¿Es convincente? No. Si todo tiene una causa literalmente Dios ha de tenerla. Y si Dios tiene una causa, esa causa ha de tener también una causa. Y así hasta el infinito.

Los apologistas de la religión pueden notar que el argumento cosmológico no es sensato, así que lo reformulan afirmando que todo tiene una causa excepto Dios. El propio Dios no tiene causa. Es una causa sui, una causa en sí y para sí mismo. Esto resulta aún más vulnerable. Si la premisa es cierta, la conclusión no puede serlo. Si la conclusión es cierta, la premisa es falta. Si todo tiene una causa —la premisa— entonces Dios debe tener una causa. Si Dios no tiene una causa —la conclusión— entonces es obviamente falso que todo debe tener una causa.

Supongamos por un momento, sólo por intentar aceptar el argumento, que tenga sentido el extraño concepto de la causa sui. Si puede haber algo que no tenga causa alguna, nos vale tanto el Universo como Dios —N. del T.; Bertrand Russell refutaba así el argumento cosmológico—. De ahí que por mucho que lo intentemos, el argumento cosmológico tampoco es convincente. Después de todo, incluso si lo fuese, no probaría lo que presume de poder probar. Todo lo que el argumento cosmológico puede probar es la existencia de una primera causa. No es aún así razonable que dicha primera causa sea el amoroso Dios de la Cristiandad.

Probablemente el intento más popular de probar la existencia de Dios sigue siendo el Argumento Teleológico. Las estrellas en el cielo, los árboles del bosque, los animales en la selva. Todo parece comportarse de forma ordenada. ¿De dónde viene este orden? Debe proceder de un diseñador inteligente. Este diseñador es Dios. Tan potente como pueda parecer el argumento, ciertamente no es concluyente. David Hume ya apuntó hacia que el hecho de que algo parezca diseñado de ninguna manera implica que realmente lo haya sido. Más aún, la Teoría de la Evolución de Charles Darwin proporciona una explicación alternativa para la existencia de orden en la naturaleza. Procede de una adaptación por selección natural.

Lo cierto es que no todo es orden en el mundo, hay una buena cantidad de desorden. Cualquiera que haya visitado un hospital y haya visto a los pacientes en neonatal, oncología o psiquiatría probablemente tendrá dudas sobre la benevolencia de ese diseñador celeste. Lo que nos lleva a la más poderosa objeción hacia el Dios de los cristianos. El Mal.

Nadie ha explicado el problema del mal mejor que Epicuro. «¿Desea Dios acabar con el mal pero no es capaz? Entonces no es Omnipotente. ¿Es capaz pero no lo desea? Entonces no es benevolente. ¿Es capaz y lo desea? Entonces, ¿por qué existe el mal?» La respuesta cristiana tradicional sobre el problema del mal es que simplemente tenemos lo que merecemos. Tú, yo, y ese pequeño inocente niño nacido con una enfermedad terrible como la epidermolysis bullosa merecemos sufrir porque somos pecadores. Concebidos y nacidos en pecado.

Una respuesta adecuada a esta intolerable afirmación excedería el espacio que me ha sido concedido. Así que simplemente nos centraremos en un problema ya apuntado por Darwin; el dolor y el sufrimiento innecesario de los animales inocentes.


«Nadie discute que hay demasiado sufrimiento en el mundo. Hay quien intenta explicarlo en lo referente al hombre imaginando que le sirve para mejorar moralmente. Pero el número de seres humanos en el mundo es insignificante comparado con el del resto de seres vivos, y todos ellos sufren sin posibilidad de mejorar moralmente. Un ser tan poderoso y tan repleto de conocimientos como Dios puede crear un Universo, mostrarse a nuestras mentes como omnipotente y omnisciente, y deformar nuestro entendimiento para que su benevolencia aparezca ilimitada. ¿Qué ventaja supone eso para millones de animales que sufren desde el inicio de los tiempos?»


Uno de los documentales más devastadores que nunca he visto figuraba en un programa sobre historia natural de David Attenborough. La filmación muestra la migración circular de más de un millón de animales por el Serengeti. Para alcanzar las planicies al sur, deben cruzar el río Mara, repleto de cocodrilos. Así que, para poder cruzar el río, literalmente cientos de ñus han de ser asesinados despiadadamente. Algunos consiguen escapar, sólo para ser devorados vivos por los leones que esperan en la orilla. ¿Qué clase de Dios, me pregunto, crearía esta naturaleza de garras y dientes?

Después de graduarme decidí especializarme en las cuestiones éticas derivadas de las nuevas técnicas médicas y biológicas. Gracias a una invitación de Helga Kuhse y Peter Singer me uní al Centro para la Bioética Humana en la Universidad Monash en Melbourne, Australia. En esa época pensé que nunca tendría que enfrentarme más con asuntos religiosos. Estaba obviamente equivocado. Anticoncepción, aborto, inseminación artificial, fertilización in vitro, diagnóstico genético previo a la implantación, selección de sexo, clonación reproductiva. Literalmente no existe asunto bioético alguno sobre el que la Iglesia Católica no haga comentarios.

En sí mismo esto no debería tener nada de malo. Hay clérigos claramente capacitados para opinar sobre asuntos morales de urgencia. Hay sin embargo algo peculiar en las sentencias de la Iglesia. Resulta que una afirmación religiosa presume de estar basada en una autoridad superior a las de las afirmaciones seculares. Remarco que no sólo los cristianos, sino incluso muchos de sus oponentes, les conceden a los líderes religiosos una forma de superioridad moral. Se tiende a creer que los teólogos son en sí mismos expertos en asuntos éticos.

¿Y eso por qué? La respuesta es obvia. La mayor parte de la gente consideran de forma indisoluble religión y ética. Aún más, se cree que la religión es el fundamento de la ética, y que sin teología no hay moralidad.

¿Por qué me parece esto destacable? Es destacable porque no es cierto. De hecho es tan descaradamente falso que uno se pregunta cómo es posible que esta creencia sobreviva en tiempos donde manda la razón. No estoy seguro, pero supongo que la creencia en que la ética está basada en la religión es el resultado de dos milenios de doctrina Cristiana. Casi cada niño crece pensando que las reglas morales proceden de los Diez Mandamientos del Antiguo Testamento. La idea de que normas morales del tipo «no matarás» o «no robarás» son de naturaleza religiosa están tan imbuídas en la mente de un niño que nunca llega a cuestionárselo, incluso ya como adulto.

La Iglesia realmente da la bienvenida a la afirmación de que la religión es la base para la ética. Y alimenta esta creencia levantando su dedo y proclamando un desastre social si no volvemos al albor de la Iglesia y reconocemos u autoridad morlal. Así, el Cardenal Joseph Ratzinger, más conocido ahora como Papa Benedicto XVI, nos alertaba de una inminente «dictadura del relativismo» si dábamos la espalda a Dios. Seríamos entonces incapaces de distinguir el bien del mal.

La idea de que la religión es la piedra angular de la ética está ilustrada por la así llamada Teoría Ética de la Orden Divina. De acuerdo con esta teoría, distinguir el bien del mal es sencillo. El Bien es lo que Dios aprueba, y el Mal lo que Dios desaprueba. Como Dios aprueba la fidelidad y desaprueba la infidelidad, la fidelidad es buena y la infidelidad es mala.

Es una teoría, sin embargo, muy defectuosa. Ya hizo notar el filósofo griego Sócrates hace más de dos mil años que quienes apoyan esta teoría se enfrentan a un dilema ineludible. El dilema lo presenta una simple e inocente pregunta. «¿Es la caridad buena porque Dios la aprueba, o Dios la aprueba porque es buena?»

Si alguien responde que la caridad es buena porque Dios la aprueba, ha de aceptar que si Dios aprobase la crueldad y no la caridad, la crueldad sería lo bueno y la caridad lo malo. Dado que no pueden concebir a Dios como un legislador abritrario por completo, debería añadir, «bien, pero Dios nunca aprobaría la crueldad porque Dios es bueno». Una respuesta que no elimina los problemas, sino que los agrava. Después de todo, ¿qué quiere decir que Dios es bueno? Si lo bueno es lo aprobado por Dios, «Dios es bueno» sólo significa que Dios se aprueba a sí mismo. Una afirmación vacía. En otras palabras, esta teoría reduce a arbitrarios los designios de Dios y elimina la doctrona de que Dios es bueno de forma tautológica.

La única forma de evitar esta conclusión inaceptable es decir que «la caridad no es buena porque Dios la apruebe. Dios la aprueba porque es buena». De ahí, si la caridad es buena porque alivia el sufrimiento humano y reduce la miseria en el mundo, ya tenemos un buen motivo para que Dios la apruebe. Es una respuesta mucho más razonable. Podemos incluso, basándonos en esta respuesta, conservar la doctrina de que Dios es bueno.

Pero quienes usan esta respuesta se enfrentan a un dilema. Al decir que Dios aprueba la caridad porque es buena, se admite que hay un estándar sobre lo bueno y lo malo que es independiente de Dios. Si no es la aprobación por parte de Dios lo que hace que algo sea bueno o sea malo, más bien son las consecuencias sobre la humanidad las que hacen que algo sea bueno o sea malo. De ahí que quienes eligen esta opción, virtualmente abandonan su concepción teleológica de la ética y conceden que no necesitamos a Dios para distinguir lo bueno de lo malo. En lugar de volvernos hacia Dios para decidir lo que es bueno y lo que es malo, mejor utilicemos nuestros propios estándares definitivos.

Las implicaciones del argumento de Sócrates son evidentes. Contra lo que los líderes religiosos afirman, la ética no está basada en la religión y la moralidad es independiente de la teología. De ahí que los teólogos morales no tengan mejores afirmaciones sobre la verdad moral que los filósofos morales, o que cualquier otra persona que abrace las reglas que la propia humanidad se ha concedido para mejorarse.

Uno de mis primeros motivos para unirme a este libro es entonces de naturaleza moral. Mientras que es perfectamente aceptable que los líderes religiosos recuerden a sus acólitos que, digamos, el suicidio asistido es un pecado, es por completo inaceptable que intenten imponer los valores cristianos a todos los demás. Si un paciente moribundo con dolores insoportables siente la obligación moral de compartir la Pasión de Cristo, es libre de hacerlo. Pero ¿quién es la iglesia para decirle a quienes no suscriben sus puntos de vista religiosos cómo deben morir? Una democracia liberal basada en una estricta separación entre Iglesia y Estado debe garantizar a sus ciudadanos poder vivir y morir cada uno según sus propios valores.

El artículo es parte del libro 50 Voices of Disbelief: Why We Are Atheists, dada la época en la que empezamos a estar, un precioso regalo de navidad. Visto en IEET. Foto de Napalm filled tires.

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Dios, el Universo y todo lo demás

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Se ha celebrado multitudinariamente en los últimos días el aniversario de la caída del Muro de Berlín. Sin duda se trató de un acontecimiento histórico. Me permito considerar esta reunión de Stephen Hawking, Carl Sagan y Arthur C. Clarke como un acontecimiento de una historicidad comparable. El mérito es del periodista escocés Magnus Magnusson, fallecido en 2007. Sirva como ejemplo para todos los periodistas actuales. No es desde luego necesario intentar compensar a todas horas la inferioridad intelectual con tus invitados haciéndose el gracioso.

Sé sensible al sentido del humor que despliega Hawking durante toda la emisión. Su falta de rencor hacia la vida, aplicada a tu propia realidad, debería elevar tu humanidad unos cuantos escalones. Resulta de una devastadora ironía que el enfermo profesor sea el único que hoy nos queda vivo de los cuatro.











Me resulta complicado acreditar el origen de los clips, así que mi agradecimiento a skizocangi, a TokiChannel y a DocuCiencia.

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¿Qué tienen los dioses en la cabeza?

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¿Qué tienen los dioses en la cabeza? De todo. Incluso maná.

Viñeta de Alberto Montt.

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La leyenda de los Heike, por Carl Sagan

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El pasado 9 de noviembre, Carl Sagan hubiera cumplido 75 años. Está sólo al alcance de los seres humanos elegidos el que tu aniversario sea multitudinariamente celebrado incluso cuando ya has muerto, y no te quedan años por cumplir. Lo hacen la práctica totalidad de nuestros blogs amigos; Libre Pensar, Wis Physics, Ciencia Kanija, Ciencia al Día, Magia Crítica o Ciencia en el XXI.



Me permito aportar mi propio homenaje a Sagan. A mi parecer, estos minutos del segundo capítulo de Cosmos son el momento más inspirador de la serie completa. Tal y como Darwin hubo hecho hace hoy 150 años, Sagan explica con un fascinante ejemplo histórico cómo funciona la selección artificial, la que realizan los humanos, en este caso involuntariamente; para después desvelar que la Selección Natural tiene exactamente el mismo resultado, sólo que a través de un proceso gobernado por la naturaleza completamente distinto.

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Los ateos comen niños

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Es bien conocida la acusación por parte de todo tipo de religiosos, acerca de nuestra costumbre, la de los ateos, de comer niños. Jake Collyer publica esta fotografía, a modo de prueba definitiva. Ya no podemos escondernos.

Visto en Godless Blogger.

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Si la evolución funcionase como la moda

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«Mira de qué forma se ha desarrollado la trompa de ese tío. Menudo menosmola. No te juntes con ese perdedor.»

«Si la evolución funcionase como la moda.»

Viñeta de Wulffmorgenthaler.

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El Síndrome de Attenborough

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Recibe el nombre de Síndrome de Stendhal la afección psicosomática en forma de taquicardia, vértigo, confusión o incluso alucinaciones provocada por una sobredosis de belleza artística. Fue acuñada por el propio autor francés del siglo XIX tras una visita a la Basílica de Santa Cruz en Florencia, Italia. Nos permitimos ahora acuñar el Síndrome de Attenborough —en honor a David Attenborough, recientemente premiado con el Príncipe de Asturias y, en palabras de Richard Dawkins, el hombre vivo más respetado de la Gran Bretaña— como la misma afección sucedida por una sobredosis de la belleza de la naturaleza.

Fruit Bats from Ismael Valladolid Torres on Vimeo.



En el clip, primero cientos, luego miles, y al final millones de murciélagos de la fruta, de casi un metro de longitud, atraviesan el Congo para reunirse sobre un lago en Zambia. Animales feos de cojones protagonizan unas escenas de una belleza sobrecogedora.

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Agua en la cabeza

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«Ya le dije hace dos meses que su cabeza no contiene demasiada agua. Por favor, deje de hacerme perder el tiempo con sus patéticos lamentos...»

«A veces, los médicos no aceptan que se han equivocado.»

Viñeta de... Sí, ellos.

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La Biblia es casi lo suficientemente creíble

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«El suelo se estremece, y las rocas se resquebrajan. Las tumbas se abren, y los cuerpos de los muertos sagrados se levantan. Salen de sus tumbas y, después de resurgir, caminan hacia la ciudad sagrada, donde todos puedan verlos» —Mateo 27:51-53


«La Biblia. Casi lo suficientemente creíble como para basar cómo te comportas en la vida en ella.»

Visto en LOL god —es un decir—.

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Al fin y al cabo, el Muro de Berlín estaba bien levantado

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«Si algo nos ha demostrado la historia es que para derribar los muros que nos separan es imprescindible levantarlos.»

Viñeta de Rafael Vega Sansón para El Norte de Castilla.

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El primer micropene

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Viñeta de Alberto Montt.

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Cosas de Pedro Almodóvar

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Pedro Almodóvar opina que «el crucifijo pertenece a la iconografía pop». El crucifijo es para Almodóvar una pieza presente en toda su carrera cinematográfica «como elemento decorativo, exento de referencias católicas».

Estoy completamente de acuerdo, y esto no es una ironía. Así que, si para la mitad de la población española es correcto que en las aulas de los colegios figure un icono pop a la vista de los niños durante toda la jornada escolar, ¿por qué no el Mao de Andy Warhol?



Ya sé, la idea es mala. Pero no es mía.

Visto en Chile Ateos Unidos.

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El fakir cagueta

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Los fakires de hoy en día ya no son lo que eran. Viñeta de Alberto Montt.

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Arte y religión, o arte y evolución

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¿Necesita el arte de la religión? La respuesta estaba desde luego clara en tiempos del Barroco. Nadie posterior al siglo XVIII ha compuesto música tan perfecta formalmente y al mismo tiempo tan inspirada melódicamente como la de Bach o Haydn. Y se trataba al 100% de música sacra. El humorista George Carlin —el más grande entre los humoristas humanistas con el permiso de Monty Python— era un gran aficionado a la música, hasta el punto de que presumía de la más amplia colección de vinilos de toda Norteamérica. Carlin no tenía reparos en reconocer que la música sacra es la más importante, por no decir la única, aportación de las religiones a la humanidad.

Con posterioridad, desde luego iniciado el siglo XX, pero empezando ya con gente como Beethoven o Schubert, empezó a quedar claro que el impacto psicológico de una obra es tan importante como su belleza formal o la pura inspiración. Conocemos ejemplos posteriores magníficos de que probablemente el arte es la manifestación de un instinto básico de nuestra especie, y no un acto intelectual. Así que quizás la aportación espiritual de las religiones no es necesaria para el arte. Desde luego, la obra literaria de Shakespeare es por completo pagana, y su excelencia está libre de sospechas.



El último ejemplo es The Comedy of Change, un montaje de la Rambert Dance Company con música de Julian Anderson, iniciada en las conmemoraciones por el 200 aniversario del nacimiento de Darwin y el 150 aniversario de la publicación de El Origen de las Especies. La iniciativa de hecho surge de Stephen Keynes, descendiente directo de Charles Darwin.

Visto en La Revolución Naturalista.

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Anda, y que cambie el clima lo que tenga que cambiar

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Corolario al artículo publicado a primera hora de esta mañana. Viñeta de Rafael Vega para El Norte de Castilla.

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La ecología no es una religión

Publicado por Ismael

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Wendy M. Grossman

Que un juzgado sentencie que el ecologismo es equivalente a una creencia religiosa es una mala noticia para la ciencia. Y para los esfuerzos para combatir el cambio climático.

Por lo que he leído, muchos hombres que pagan por sexo sólo desean una transacción donde su dinero compra el cuerpo y el talento amatorio de una prostituta, pero no se pretende adquirir su corazón ni su pasión. Hay trabajos así. Ser jefe del programa de sostenibilidad de una gran empresa debe ser uno. Mientras que esperamos de nuestros seres cercanos que sean serios y sinceros, para muchas grandes organizaciones el único parámetro para sus programas de sostenibilidad es el coste y no la convicción. ¿Quién sería tan devotamente ecologista para trabajar en la sostenibilidad en una gran empresa?



No juzgaremos los elementos empresariales —rendimiento en el trabajo, comportamiento corporativo— en el caso de Tim Nicholson, antiguo jefe de sostenibilidad para Grainer PLC. A Nicholson se le aplicó una reducción de plantilla en 2008, y la pasada semana se supo la decisión de un tribunal laboral basada en las regulaciones de Igualdad Laboral sobre Religión y Creencias. La compañía afirma que su decisión fue debida a necesidades operativas, y claro está que todos sabemos lo que la recesión ha causado en las empresas del sector de la construcción.

Pero es que Nicholson afirma, sin embargo, haber sido despedido por su profunda creencia en el ecologismo.

«Es una creencia filosófica basada en mis valores éticos y morales y apoyada firmemente por las evidencias científicas» afirma Nicholson en un clip de vídeo publicado por la BBC. Describe esas evidencias de cambio climático como «abrumadoras» y a sí mismo como moralmente obligado a «hacer algo al respecto». Nicholson ha hecho cambios personales en su vida. Ha dejado de volar, no come carne, ha renovado su casa, y trabaja ahora para una socidedad médica ecologista caritativa en Oxford.

Sea lo que sea que ocurra con Nichoson, lo que debe preocupar es que se asimilen ciencia y religión. Graigner intentó en el juicio caracterizar sus creencias como basadas en la ciencia, en hechos, pero la corte ha decidido que dichas creencias son tan extremas que «sobrepasan una opinión».

A Nicholon no le a parecido mal. Pero debería. Cuando se afirma que creer que el cambio climático es el desafío más importante de la humanidad es religión los argumentos sobre qué hay que hacer ahora pierden todo su peso. Todas esas creencias son iguales. Si el cambio climático tiene que competir con una religión, entonces todos los que lo comparan con alguna forma de apocalipsis ignorarán reducir las emisiones de carbon y no dejarán de quemar combustibles fósiles.

Sólo cuando se ve como un asunto de ciencia y hechos palpables, cambiar nuestro estilo de vida pasa a ser un imperativo moral. Las acciones de Nicholson pueden ser extremas, pero sólo juzgadas desde el punto de vista actual. Dentro de una o dos décadas su estilo de vida podría ser —debería ser— visto como el normal. Nicholson debería preferir ser visto como un pensador avanzado que como un fanático religioso.

Convertir asuntos que deberían limitarse a las evidencias científicas en discusiones filosóficas por supuesto que no es nuevo. La televisión lleva décadas emitiendo «debates» sobre asuntos como la astrología o la curación gracias a la fe. Recientemente The Spectator intentó organizar uno sobre si el HIV es realmente la causa del SIDA, algo que la ciencia ya hubo consensuado hace 20 años. Son asuntos que deberían limitarse a los hechos y las evidencias, no las creencias o la opinión. Debatir sobre la realidad del cambio climático tenía sentido también cuando no había consenso. Ya no. El consenso ahora es que la cuestión no es si debemos cambiar, sino si podemos hacerlo lo suficientemente rápido como para impedir que nuestra especie se extinga.

Las religiones se basan en creencias. La ciencia no es un sistema de creencias, sino el mejor proceso del que disponemos para establecer verdades. Pieza por pieza y éstas independientemente replicadas. Nicholson debería estar horrorizado por la forma en la que ha ganado su juicio.

Visto en The Guardian. Foto de Takver.

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