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Sólo con un poco de suerte algún Papa lee esto.
Juan Garay
Soy médico y llevo años trabajando en África en hospitales, universidades y comunidades locales. Ahora coordino los programas de salud de la Unión Europea. Porque conozco bien el tema y el terreno quiero responder a las cartas sobre el SIDA en África y sobre Uganda en concreto.
El uso del preservativo es una de las intervenciones de salud pública más efectiva para evitar la infección por el virus del SIDA. Así, la comunidad internacional y las Naciones Unidas promueven el uso del condón como eje central en la lucha contra el SIDA.
Las comunidades de misioneros y religiosos, testigos del sufrimiento, y varias conferencias episcopales decidieron promover el uso del preservativo, al menos, dentro del matrimonio, cuando una persona está infectada y la otra no, en el convencimiento de que dicha protección promueve la vida, no la previene. Lamentablemente, el Vaticano llamó al orden a estas congregaciones y las obligó a desdecirse. Así que la única opción para las personas infectadas o para sus parejas, según la jerarquía de la Iglesia católica, incluso las casadas, es la abstinencia.
En cuanto al caso de Uganda, puesto de ejemplo en cuanto a descenso de la infección, es enteramente paralelo al de Ruanda, Burundi, Kenia y norte de Tanzania, con políticas distintas. Los datos no se explican por la abstinencia, sino porque el comportamiento epidemiológico del serotipo dominante de virus ha cambiado, por la muerte de una gran parte de la población infectada en los años noventa y por la inexactitud de los primeros estudios epidemiológicos. Y, en cualquier caso, la prevalencia es menor en países, e incluso comunidades, de predominio musulmán.
Hay un dato que quisiera que conocieran: Más del 80% de las mujeres infectadas por SIDA en Uganda —similar al resto de los 12 millones de africanas infectadas— sólo han tenido relaciones sexuales con un hombre. Para ellas, la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad durante este, según el modelo AB —abstinente, be faithful— no les protegió. La consecuencia de su infección es la enfermedad, la muerte y la orfandad de sus hijos —más de 12 millones en situación de extremo desamparo—. Tal como dice tras sus estudios el padre anglicano en Uganda Gideon Byamugisha, la estrategia AB les impidió protegerse con C —condón— y les llevó a la D —death, muerte—.
Las actitudes del Vaticano y ciertos sectores de la Iglesia negando esta evidencia o incluso promoviendo en la prensa falsedades sobre su eficacia tiene consecuencias dramáticas. El Vaticano debiera recordar el principio de la compasión cuando niega a tantos millones de personas —sin otra opción, pues sólo tienen acceso a escuelas y a hospitales de misión en una tercera parte del África rural—, el acceso a una prevención esencial para evitar tanto sufrimiento, tanta muerte.
Visto en La Vanguardia. Gracias C. Martín.
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