La media hostia ahora es Scientia Futura

América, nacionalismo más religion igual a fascismo

Publicado por Ismael

Haz clic en la imagen para verla a su tamaño original.

Shadia B. Drury, nacida en 1950, es una académica y comentarista política canadiense de origen egipcio. Ocupa en la actualidad un cargo en el departamento de Justicia Social de la Universidad de Regina, en Canadá. En muchas ocasiones sólo el hooliganismo justifica interpretar como fascismo los planteamientos sociales y políticos de la derecha neoconservadora americana. Para Drury sin embargo su nacionalismo radical y religioso en efecto no es otra cosa que fascismo. La traducción es de Ismael Valladolid, editor de La media hostia.

Shadia B. Drury

Hay dos errores de concepto sobre el fascismo de los que debe hablarse. El primero es que fascismo es el nombre de los regímenes alemán e italiano parte de la más oscura historia de Europa durante el siglo pasado. El segundo es que la llamada al fascismo está implícita en la maldad de la naturaleza humana. Argumento en cambio que a menos que entendamos que el fascismo es una forma radical de nacionalismo que surge del amor que sienten los hombres por la verdad, el bien y la belleza, erraremos en reconocerlo como el eterno peligro para la vida política en las sociedades democráticas.

Estamos condicionados por la herencia cristiana de pensar que los seres humanos somos malvados, ambiciosos y egoistas, y así pasamos por alto hasta qué punto estamos hambrientos de una devoción por algo mejor y más grande que nosotros. Algo de lo que estar orgullosos, que le dé a nuestra vida propósito y significado. Algo tan grande como para vivir y morir por ello. El fascismo satisface esta necesidad. En el corazón del fascismo hay un nacionalismo rabioso, radical, grueso y desvergonzado, que identifica a la nación con todo lo que es bueno, no sólo para el individuo sino para el mundo, para la humanidad. Esta forma radical de nacionalismo le da valor a la militancia, a la lucha y a la muerte por la nación. El fascismo no es para mariquitas. No es dulce, no es cómodo; no es gratuito ni fácil. Demanda de ti trabajo duro, sacrificio, hasta la muerte.

Este sueño de grandeza nacional sólo se consigue cuando la nación actúa como cuerpo único con un objetivo también único. Esta visión orgánica de la nación aumenta la enormidad, el horror y la ubicuidad del enemigo. No sólo el enemigo externo, quien por supuesto está ahí, sino también el enemigo interno, mucho más peligroso. Para que la nación triunfe y cumpla su gran propósito debe eliminar todos los obstáculos en su camino hacia ese triunfo.

El filósofo político Kenneth Minogue ha comparado al sueño nacionalista con la Bella Durmiente. El nacionalista radical tiene a su nación amada por bella, pura y perfecta. Pero en coma. No puede ser despierta hasta que los enemigos responsables de su eterno sueño hayan sido destruidos. Pero, ¿quiénes son quienes la pusieron a dormir? Una plétora de enemigos y chivos expiatorios, malvados aristócratas, ambiciosos capitalistas, judíos, comunistas, terroristas, el «voto étnico» del que Jacques Parizeau habló cuando fue derrotado tras el referendum para la separación de Quebec de Canadá en 1995. El nacionalismo radical es una lucha interminable contra los enemigos de la nación. Sólo entonces desperará la Bella Durmiente. Sólo entonces se dará cuenta de su potencial y asumirá su destino histórico. Sólo entonces iluminará al resto del mundo. El problema es que mientras su interminable lista de enemigos es destruida, la Bella Durmiente se parece cada vez más al monstruo de Frankenstein.

Al vencer a Hitler tras la Segunda Guerra Mundial, los americanos pensaron que habían vencido al fascismo. Pero el fascismo no es tan fácil de vencer. Al contrario, la excepción americana, o la idea de que América es una nacion excepcional que no se parece a ninguna otra, la ciudad en la colina, el Zion que iluminará al mundo, es una idea muy susceptible al encanto del nacionalismo. La excepción americana es inocua si América es considerada como lo hacía Thomas Paine, como un refugio de las tiranías del viejo mundo, y una guarida segura para la humanidad. Pero en años recientes, los neoconservadores americanos han radicalizado la excepción americana y la han convertido en un nacionalismo radical. Para estos radicales, no basta con que América sea un refugio para los seres humanos torturados por la tiranía. Al contrario, América debe vencer a la tiranía en cualquier esquina del globo. Debe recurrir a la guerra preventiva para despojar del poder a cualquier tiranía y reemplazarla por un gobierno democrático. América debe tener el deber de liberar a la gente, sea donde sea que vivan, no sólo de la tiranía sino también del terror, la violencia y el mal en general. Lo dijo George W. Bush, «derrotaremos al terror allá donde exista». Es una radicalización estridente de la excepción americana que ha llegado a ser llamada «Doctrina Bush».

En 1973 Irving Kristol, padre del neoconservadurismo, era tibio sobre el nacionalismo. Pero en 1993 declaró que el nacionalismo era uno de los tres pilares del neoconservadurismo, junto con la religión y el crecimiento económico. Kristol conocía la importante distinción entre nacionalismo y patriotismo. Lo último es amor por su país y disposición a defenderlo contra una agresión externa. Lo primero es amor por lo que tu nación será cuando haya exterminado a todos sus enemigos, resulte totalmente unificada y consiga el gran propósito, su destino histórico. Como explica Kristol «el patriotismo nace del amor al pasado de tu nación, el nacionalismo surge de tu esperanza por el futuro de tu nación, la grandeza que la distingue (...) Los neoconservadores creemos (...) que la meta de la política exterior americana debe ir más allá de una definición estrecha y demasiado literal de seguridad nacional. Hablamos del interés nacional de una potencia mundial, y éste se define por un sentido del destino nacional (...) No una visión miope de la seguridad nacional».

En otras palabras, Kristol repudia un patriotismo modesto y lo sustituye por un nacionalismo radical. Para ser justos, el nacionalismo radical no es una simple búsqueda de la dominación mundial. Identifica el interés de la nación con el bien para la humanidad. En Of Paradise and Power el neoconservador Robert Kagan establece claramente que lo que es bueno para América es bueno para el resto del mundo. Se sigue que persiguiendo así su propia grandeza, América está autorizada a cambiar gobiernos o invadir países con impunidad porque las reglas que se aplican al resto del mundo no se aplican a una nación especial con un destino mundial histórico.

La esencia del fascismo americano es la alianza del nacionalismo radical con la religión. Una combinación muy potente, porque es incluso más fácil destruir a los enemigos de una nación cuando puedes definirles como malvados y sin Dios. Si seguimos pensando en el fascismo como un fenómeno histórico que pertenece a italianos y alemanes, erraremos en reconocer los síntomas cuando se manifiestan en nuestro propio jardín trasero. El fascismo americano no se parece al italiano o al alemán. Es mucho más atractivo, especialmente para los americanos. Se envuelve en la bandera americana y viste la cruz de Jesús.

John McCain y Sarah Palin hubieron representado la nueva cara del fascismo americano. Como todo lo americano, su fascismo es gallardo y tiene estilo. Vestida de Valentino, Palin combinaba el espíritu materno con el glamour de una reina de belleza y con el fanatismo de la derecha religiosa. McCain era el héroe de guerra con sus heridas de batalla. Su eslogan favorito en la campaña presidencial en 2008 hubo sido «Levántate y defiende nuestro país de sus enemigos. ¡Levántate y lucha! ¡Lucha! ¡Lucha conmigo, amigo!» Su mensaje era de devoción hacia la nación y refriega contra los enemigos. Externos e internos.

Durante la campaña de 2008, McCain y Palin confiaron seriamente en sus argumentos sobre su oponente político como traidor. Informaron a sus votantes de que Barack Obama hubo estado asociado con Bill Ayers, terrorista enemigo de América. Luego estaba su relación con el reverendo Jeremiah Wright, quien cree que los ataques terroristas del 11 de septiembre fueron un castigo divino a los males de la política exterior americana. Palin nunca podría entender cómo alguien podría entender las denuncias de Wright sobre América. Para el nacionalista radical cualquier crítica a la nación es una traición. Su argumento para el caso era que Obama estaba aliado con los enemigos de América, ¡y estaba a punto de llegar a la Casa Blanca! No es extraño que sus seguidores gritaran durante sus discursos: «¡Matadle!»

Unos pocos valientes periodistas hicieron notar lo desagradable de las acciones de los seguidores republicanos. McCain los defendió, llamándoles americanos patrióticos y sinceros. De hecho eran sinceros, pero no eran patriotas. Lo que eran es rabiosos nacionalistas soñadores de una fantasía a la que Palin llamaba «la América real». Para Palin, esa América real está del lado de Dios y sus ángeles. Respeta la ley. Sólo lucha guerras contra enemigos malévolos. No bombardea sobre civiles desarmados. No tortura prisioneros de guerra. No lleva a prisión a inocentes sin cargos. En realidad esa América real es tan de ficción como la Bella Durmiente. Una vida dedicada a esta ficción sólo puede ser mantenida con mentiras, pastiches, y una pugna interminable para destruir a los enemigos de esa América real. En casa y fuera de ella. Si el partido republicano quiere volver a ser un partido de gobierno civilizado, debe suprimir el nacionalismo fanático de su base, ese que tan cínicamente han alimentado para mantenerse en el poder.

Visto en Council for Secular Humanism.

Artículos relacionados







humanismo religion america barackobama

Related Posts with Thumbnails

2 comentarios:

  1. thesuker dijo...

    ¿Podrías poner el link al texto original? No es por dudar del buen trabajo de Ismael (aunque algún fallo he visto aquí y allá :P), pero me gusta leer los textos ingleses en el idioma original ^^

    Un saludo,

    Daniel

  2. Ismael dijo...

    El link está abajo, pone "Council for Secular Humanism". Siempre pongo las fuentes y consiento e incluso reclamo ser vapuleado si algún día se me olvidan.

    Sobre los fallos, van en el contrato. ;)