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La energía nuclear ya es verde

Publicado por Ismael

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Angela Saini es una periodista independiente especializada en ciencia y tecnología y su impacto en la sociedad, y colaboradora habitual del Digital Planet emitido por la BBC. En este artículo publicado en New Humanist nos detalla una tendencia interesante. La dependencia de los combustibles fósiles nos ha traido el cambio climático y a al-Qaeda. El uso de energías renovables aún no permite responder a las necesidades energéticas de las civilizaciones actuales. La oposición a la energía nuclear lleva años siendo un dogma entre la izquierda europea y los ecologistas. Sin embargo, deberíamos estar preparados tecnológicamente para responder a los desafíos que su uso comporta. ¿Por qué no abrazar la energía nuclear siguiendo siendo verdes? La traducción es de Ismael Valladolid, editor de La media hostia. El documental correspondiente está disponible en Al Jazeera English.

Angela Saini

La batalla ha sido perdida. Hace exactamente un año el gobierno británico confirmó los rumores de que una nueva generación de plantas nucleares estará en funcionamiento en 2020. «Se equivocan» insiste Greenpeace. «La energía nuclear no es la respuesta» imploran Friends of the Earth. Pero sus súplicas han caído en oídos sordos. Para muchos defensores del medio ambiente ésta es la incómoda prueba final de que mucha gente simplemente no odia la energía nuclear.

De hecho algunos verdes están incluso cambiando de bando. Environmentalist for Nuclear Energy, la EFN, un grupo cuyo nombre un día habría sido considerado un oxímoron, hoy reúne a más de 9.000 miembros en 60 países. En su sede en París, su fundador Bruno Comby prepara sitio en su casa ecológica para almacenar la enorme cantidad de formularios de ingreso y de correspondencia que recibe. El grupo tiene un catálogo de apoyos muy significativos, incluyendo a James Lovelock, el llamado «padre del ambientalismo» y autor de The Gaia Theory, así como Patrick Moore, antiguo director de Greenpeace International. En 2008, los activistas verdes George Monbiot y Mark Lynas admitieron ambos también que la presión por encontrar soluciones para la crisis energética creada por el cambio climático no basadas en combustibles fósiles les obligaría a estar preparados para considerar la energía nuclear.

«En muchos sentidos hemos pensado sobre este tema religiosamente» admite Monbiot mientras le filmo para un documental sobre la energía nuclear. «La gente parte de la posición preexistente de ser antinuclear y luego busca las evidencias para justificar esa posición. Enfrentados al tremendo desafío del cambio climático, tenemos que aportar al problema cualquier solución útil que se nos ocurra, y ahora empezamos a ver a la energía nuclear como algo mucho más útil de lo que pensabamos al principio». Puede parecer una idea racional pero es un bofetón en la cara del movimiento verde más atrincherado; con la naturaleza no se juega. Arrasar los bosques y permitir que la vida salvaje se extinga es reprobable pero, ¿qué hay peor que jugar con el bloque más básico del que se compone la naturaleza, el átomo?

Según el clásico logo de la campaña para el desarme nuclear cumplía los 50 el pasado año, se hizo evidente que mantiene la capacidad de evocar las mismas emociones que sintieron los manifestantes en Aldermaston décadas antes. Para los activistas verdes de la generación Aldermaston, la cuestión nuclear es un ataque al corazón de su movimiento. Muchos se preguntan si es ideológicamente posible ser verde y pronuclear, lo que hace más increible que unos pocos se hayan tragado sus eternas creencias y ahora abracen la energía nuclear.

«Nos hemos opuesto a la energía nuclear desde nuestro nacimiento» me cuenta Nathan Argent, responsable de las campañas antinucleares de Greenpeace. «Nuestras objeciones se realizan incluso contra una aproximación pragmática a la energía nuclear. Pensamos que hay formas más baratas y más efectivas de combatir el cambio climático». Según cada vez más ambientalistas empiezan a aceptar la energía nuclear, Greenpeace y Friends of the Earth se emperran en mantener que la solución es reducir el uso de combustibles fósiles mientras se aumenta el porcentaje de las renovables en la mezcla energética. El problema con esto es que, al menos en el Reino Unido, eólica y solar proporcionan energía de forma intermitente y dependiendo de las condiciones climáticas. Un movimiento hacia las energías alternativas necesitaría que proporcionasen una fuente constante y estable de energía, algo que hoy en día sólo los combustibles fósiles o la energía nuclear proporcionan.

A científicos e ingenieros les corresponde ahora la titánica tarea de convencer al público, muchos de ellos dedicando sus vidas a mejorar los estándares de la industria nuclear. En un esfuerzo por combatir la imagen de problema crónico nacida con los desastres de Chernobyl en 1986 y Three Mile Island en 1979, la energía nuclear es hoy en día la fuente más regulada, no sólo por las instituciones nacionales sino además por la ineludible International Atomic Energy Agency de la ONU. En consecuencia no hay incidentes nucleares desde los ochenta. Incluso el incidente de Three Mile Island, el más grave ocurrido en Occidente, elevó los niveles locales de radiación sólo marginalmente sobre los cotidianos. Hasta hoy ninguna muerte ha podido ser atribuida a dicho accidente.

Len Green, un ingeniero que ayudó a construir la estación nuclear Sizewell B, explica que las plantas modernas están preparadas para enfrentarse a cualquier posible contingencia, incluyendo el tipo de error humano que llevó a la explosión de Chernobyl. «El diseño es verificado hasta el último detalle, así como cada paso de la construcción, y durante su funcionamiento en todo momento». De acuerdo con el profesor Robin Grimes, físico de materiales en el Imperial College de Londres, y antiguo investigador en Los Alamos, no es que sean seguras, es que son a prueba de idiotas. «Los nuevos diseños de plantas nucleares utilizan sistemas pasivos, lo que las hace preparadas para simplemente cerrar el reactor en caso de problemas. El operador no tiene que hacer nada al respecto».

El argumento tantas veces repetido de que la energía nuclear es cara es aún menos razonable que el de que es insegura. Mientras que levantar una nueva planta requiere una gran inversión, el coste se recupera durante su tiempo de vida de forma más rápida que en una planta petrolífera o de gas. Y cuando el coste de extraer y almacenar el combustible repercute en el precio de venta del combustible fósil, la energía nuclear se pone rápidamente en primer lugar. Y las renovables tampoco pueden competir en precio. Un estudio de la Royal Academy of Engineering británica realizado en 2004 explicaba que el coste de generar energía eólica duplica al de la nuclear. Incrementar el porcentaje de renovables masivamente introduce también el problema de extender la red de paneles solares o de molinos de viento por todo el país.

De hecho la IAEA sugiere que la situación económica actual hace deseable el renacimiento de lo nuclear. La generación de energía nuclear habrá aumentado entre un 27 y un 50 por ciento hacia 2030, principalmente en India y China. Incluso Lituania, un pequeño estado báltico que pretende mejorar su economía desde los estragos del comunismo, pretende que una nueva planta nuclear reemplaze la vieja de la que en la actualidad disponen en el pequeño pueblo de Ignalina. Poder ofrecer energía eléctrica barata, y ser independientes energéticamente tiene mucho sentido económicamente, especialmente si un solo reactor puede proporcionar toda la energía eléctrica que Lituania necesita más un sobrante con el que comerciar. El director del instituto energético lituano ha declarado con franqueza que en Lituania simplemente ningún grupo verde ha intentado bloquear iniciativa nuclear alguna.

«Creo que muchos verdes lentamente están decidiendo que la energía nuclear es mejor que las alternativas» explica Grimes. Incluso la más habitual objeción verde a las nucleares, el tema de los residuos radiactivos, está siendo resuelto. El Reino Unido aún no dispone de un repositorio central para almacenar el combustible nuclear y continúa almacenándolo junto a cada planta. Según comiencen a funcionar los nuevos reactores, se producirán caso medio millón de toneladas de residuos, algunos de los cuales permanecerían siendo peligrosos durante milenios. Contra lo que reza el folklore verde, éste no es un problema inmutable. La Nuclear Decommissioning Authority, junto con los mejores ingenieros nucleares y geólogos del país, trabajan ya en una nueva forma de almacenaje. Encerrados bajo capas de cemento y cientos de metros de roca, esperan, tal y como lo hacen intenieros construyendo sistemas similares en Finlandia y los Estados Unidos, que los residuos estarán almacenados de forma segura. Trabajan con escalas temporales de millones de años, es decir, en sistemas que faciliten que los residuos estén seguramente almacenados no sólo más allá de lo que vivan nuestros descendientes sino probablemente de lo que dure la civilización humana.

Para científicos como Grimes el debate nuclear se ha convertido en un simple asunto educativo. Que los verdes consideren la energía nuclear es un triunfo del racionalismo sobre el miedo, aunque sea aún marginal. Este desplazamiento no es en un solo sentido. Científicos y activistas empiezan a encontrarse en otros asuntos que tradicionalmente les han enfrentado como las pruebas médicas con animales o los cultivos transgénicos. Hazte con una copia de cualquier publicación científica y te encontrarás con que las últimas noticias sobre investigaciones probablemente tratarán sobre consejos para reducir tu huella de carbón o reciclar más efectivamente. «El argumento verde siempre fue un desafío, y ahora nos invita a pensar en la forma de aplicar la ingeniería y la ciencia en su beneficio. Yo le doy la bienvenida a este debate» dice Grimes. El cambio climático ha unido a científicos y ambientalistas como nunca antes. Los investigadores proporcionan los datos científicos críticos y los verdes el impulso político. Esta cooperación ha ayudado a conseguir cierto consenso en torno a la energía nuclear.

Un consenso aún limitado. El debate nuclear aún sufre de irracionalidad, hasta el punto de que los ecologístas pronucleares son criticados por los de toda la vida simplemente por atreverse a sugerir que la energía nuclear tiene un sentido ecológico. Comby me cuenta que estos activistas no van a callarle. «Nos han atacado con veneno, pero al final nuestras ideas triunfarán, porque están basadas en la verdad científica y ésta es la que siempre se impone» dice.

¿Cómo de probable es que el resto de los verdes se unan a la cada vez mayor lista de disidentes y se pasen al lado nuclear? De momento no demasiado. La oposición de Greenpeace a cualquier solución apenas remotamente nuclear va tan lejos como para protestar ante uno de los desafíos científicos más fascinantes del siglo, el Reactor Termonuclear Experimental Internacional o ITER construido en Cadarache, Francia. El ITER es un proyecto multimillonario financiado por la Unión Europea, Japón, China, India, Rusia, Corea y los Estados Unidos, que pretende desarrollar la fusión nuclear, es decir, obtener energía de la unión de átomos, en lugar de la fisión de los sistemas convencionales actuales.

La fusión es un desafío tecnológico extremo, pero de tener éxito estaremos ante una forma de proporcionar energía limpia ilimitada a las futuras generaciones. Un milagro verde, si tan sólo más verdes intentasen verlo así.

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6 comentarios:

  1. Neutrino dijo...

    Estan muy bien las energías limpias y verdes. Pero lo que le interesa al "capitalismo" es encontrar una energia que sustituya al petroleo que puede seguir generando negocio... o sea siendo cara. Las energias casi gratis como la solar con esta actitud poco futuro tienen... por desgracia.

    Saludos

  2. Anónimo dijo...

    Sinceramente, el artículo no resulta demasiado esclarecedor. Pongamos que la energía nuclear es en efecto limpia, inagotable y una vez amortizada la construcción de las centrales, barata. Supongamos que sólo genera dos problemas: El peligro de un eventual accidente de consecuencias desastrosas y el problema de los residuos.
    Solucionar de un plumazo estos dos problemas con frases del tipo "las nuevas centrales son a prueba de idiotas" o "Los residuos se almacenan de forma segura de manera que no va a ocurrir nada en millones de años, hasta más allá del fin de la civilización" realmente parecen más deseos que hechos demostrables.
    La oposición a las centrales mientras no se solucionen esos dos problemas REALMENTE, no sólo con desearlo, no me parece que sea algo ni remotamente parecido a una religión.
    Almacenar residuos radiactivos es caro, inseguro y siempre deja el marrón a las generaciones futuras. ¿Qué hacemos al respecto? decir que nunca va a pasar nada.
    Eso tampoco es científico. El día en que al fin se sepa qué hacer con ellos o consigamos volverlos inertes, yo estaré encantado de cambiar de opinión.

  3. Heli dijo...

    El artículo es una patata. Me fastidian especialmente los artículos que relatan (o se inventan) tendencias, los que vienen a decir: "de nuevo la gente se esta pasando al helado de fresa, cada vez son más los que reconsideran volver a adquirir el helado de fresa frente a la antigua vieja oposición dogmática al helado de fresa, el viejo opositor (personaje famoso) al helado de fresa esta ahora considerando las virtudes del helado de fresa, etc". Ehem, con este tema se agradecen los artículos pronucleares que, aunque no necesariamente vengan llenos de datos, por lo menos expongan las ventajas de la energía nuclear.

  4. Anónimo dijo...

    Como dicen algunos, existe una vieja oposición dogmática por los grupos de izquierdas y su adoctrinamiento por parte de la antigua URSS en los tiempos de la guerra fría (Que fue reconocido en su momento, pero la gente se olvida pronto de esos detalles y de lo que pasaba al otro lado del muro) a todo aquello que suene a "nuclear".

    Pero seamos claros, no he visto una posición dogmática y realista al tema. necesitamos energía, pero los molinos y placas solares no solucionan el problema. O se buscan soluciones o bien ... los ordenadores a manivela, por que lo de las vacas con catalizador ya ha tenido mucha guasa.

  5. Anónimo dijo...

    El uranio es cada vez más escaso, al fin y al cabo hay un stock de ese material y su consumo siempre disminuirá sus existencias. El coste de extraerlo también ha aumentado ya que los depósitos contienen cada vez menos uranio, lo mismo que pasa con los de plomo, hierro, cobre ...

    En un sistema cerrado cualquier consumo de algo no renovable siempre acabá por reducir su existencia. El petroleo ha llegado al pico de su producción pero desconozco si el uranio lo tiene cerca o lejos o ya lo ha alcanzado.

    Los paises productores de petroleo no son precisamente muy estables, pero los productores de uranio tampoco y su distribución es tan poco equilibrada como la del petroleo.

    Para los legos es dificil saber si lo que nos cuentan es interesado o no, simplemente carecemos de la suficiente información.

    En cualquier caso lo seguro es que la era del petroleo se acaba y las renovables no son, de momento, la solución, al fin y al cabo si no hace viento no funcionan los aerogeneradores.

    El futuro seguramente pase por los reactores de fusión, no de fisión, pero de momento la técnología está en pañales ...

  6. Ismael dijo...

    He leído que al ritmo actual hay Uranio para 100 años, lo que quiere decir que si multiplicamos por 5 el número de centrales, tal y como parecería necesario, las reservas sólo alcanzarían para 20 años. Ojo, los residuos son reutilizables y no se hace así por motivos políticos. Desde luego merece la pena investigar en nuevas formas de energía nuclear, sin dogmas ideológicos que limiten la ciencia. La ecología nunca fue de izquierdas.