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Duncan Graham-Rowe
En medio del caos provocado por la huelga en el metro de este mes, la gente de British Telecom ha aprovechado para mostrarnos demostraciones gratuitas de sus nuevas aplicaciones para teleconferencia de alta definición, todo para mostrar a los londinenses que existe otro camino; el teletrabajo. Además del ahorro de tiempo y de terminar con los incómodos viajes diarios, el trabajo desde casa, reuniones electrónicas incluidas, está siendo ampliamente promicionado como una de las formas más prometedoras de luchar contra las emisiones que dañan el clima. Pero, ¿lo es?
De acuerdo con la industria, el teletrabajo tiene el potencial de reducir las emisiones de CO2 en hasta 260 millones de toneladas sobre 2020. Se afirma que en 2005 el uso de videoconferencias ha permitido ahorrar más de 54.000 toneladas de emisiones, al eliminar la necesidad de desplazamientos para tener esas mismas reuniones cara a cara. De la misma forma Cisco afirma haber ahorrado más de 47.000 toneladas de CO2.
En principio esto parece tener sentido. Al fin y al cabo mover electrones siempre va a requerir menos energía que mover moléculas y de ahí que muchos gobiernos hayan promovido el teletrabajo como una solución ambiental.
El problema es que son pocas las evidencias concretas en las que apoyarse. Los estudios actuales han sido realizados precisamente por las compañías que desarrollan la tecnología, con muy poca transparencia sobre cuáles son las cifras reales. Lo que es más, sus afirmaciones suelen ser demasiado audaces. Por ejemplo, se concentran en escenarios donde los empleados teletrabajan a tiempo completo o sólo se desplazan un día a la oficina. Gran parte del ahorro energético declarado viene de empresas que reducen el tamaño de sus dependencias y de otras que reducen los servicios prestados para compensar la fuerza de trabajo ausente.
Estos ahorros ambientales se evaporan si los empleados trabajan la mitad del tiempo o menos desde sus casas, así como los argumentos a favor de oficinas más pequeñas y menos medios de transporte. En países con redes de transporte público eficientes el beneficio potencial es irrisorio. De hecho incluso con una adpoción persuasiva del teletrabajo, en un escenario optimista donde el 50% de los empleados trabajan desde casa cuatro días a la semana, en países como EEUU o Japón el ahorro de energía previsto es de sólo el 1%. En la actualidad, el teletrabajo en los EEUU permite un ahorro de sólo entre el 0,01% y el 0,4%, según un estudio.
Otro problema es que las afirmaciones suelen no tener en cuenta el costo ambiental completo del teletrabajo y el efecto rebote. Mientras que algunos como Cisco prestan atención a la energía utilizada por sus ordenadores, tienden a no tener en cuenta el ciclo de vida completo de la energía utilizada en fabricar los equipos, o la consumida por sistemas intermedios a lo largo de la Internet. Que también son emisiones.
No hay que perderlo de vista. Los ordenadores son hoy en día responsables del 2% de las emisiones globales de CO2. El uso de aplicaciones de videoconferencia va a ayudar a elevar aún más el incremento anual del 60% en tráfico en Internet. Según el cálculo del analista norteamericano Mark Mills, las aplicaciones de videoconferencia de Cisco generan 15 Mbps de datos sólo para la comunicación en un sentido, es decir, 13,5 GB a la hora, más que una película de alta definición. Así que se necesitan sólo 75 conversaciones de una hora de ese tipo para generar tanto volumen de datos como el tráfico completo de Internet en 1990.
Ese es el efecto rebote, cuando estrategias para ahorrar energía y las tecnologías aplicadas colateralmente llevan a comportamientos que en realidad incrementan el uso de energía. No sólo el teletrabajo en realidad ha aumentado el número de desplazamientos para muchos trabajadores, aquellos que ya viajaban más, sino que también la disponibilidad de aplicaciones de videoconferencia en realidad han aumentado el número de reuniones que se organizan. De las 120.000 videoconferencias que tuvieron lugar en Cisco en 2005, sólo 20.000 realmente sustituyen a una reunión física real. El 83% restante simplemente no habrían tenido lugar si no hubiese existido la tecnología.
Visto en The Guardian.
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