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Vicente Ferrer, Cataluña y la humanidad

Publicado por Ismael

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Sí, también pido el Nobel de la Paz, aún póstumo, para Vicente Ferrer. Preferiblemente después de quitárselo a Teresa de Calcuta. Humanismo cristiano contra extremismo católico. O ateísmo autocomplaciente. La humanidad necesita hombres de acción, y no debates semánticos o trampas lógicas. Te echaremos de menos, Vicente.

Gabriel Jaraba

Cuando vi la descomunal falta de cintura del gobierno de la Generalitat de Catalunya con motivo del fallecimiento y funeral de Vicente Ferrer me di cuenta de que no me había vuelto paranoico, sino que me encuentro en un estado de lucidez semejante al de aquél diputado republicano que, al salir un día de las Cortes, exclamó: «Estoy hasta los cojones de todos nosotros». Al principio creí que se trataba de un error de protocolo fruto del ensimismamiento con el que Catalunya se vive últimamente a si misma: Todo un funeral de Estado, con la asistencia de más de 150.000 personas que veneran a nuestro compatriota, y además en la democracia más poblada del mundo, patria de Gandhi y del pandit Nehru, quien hubiera podido dar lecciones de socialismo a más de uno y a más de dos, y enviamos a un respetabilísimo personaje de tercer orden protocolario porque le corresponde relacionarse con asuntos exteriores y cooperación. Somos estúpidos para eso y para mucho más, ya que hemos perdido un discurso propio y nuestro gobierno no hace más que articular pequeños movimientos tácticos que permitan convivir las fuerzas y tendencias políticas que conviven en él sin apuñalarse por la espalda y hundir el invento. Pero no; es todavía peor. Se trata de algo tan simple como que Vicente Ferrer no es uno de los nuestros.



La prensa llama a Ferrer «cooperante». Vamos, anda; cooperante el tipo que ha demostrado que una de las grandes lacras de la humanidad, el hambre en la India y la marginación de los descastados puede superarse, vencerse. Sin discursos ideológicos ni alharacas, Vicente Ferrer ha puesto en pie el huevo de Colón. Nada de lamentos sentimentaloides ni de discursos de oenegés: Acción, esperanza y temple. Por ello, Vicente no le ha bailado nunca el agua a nadie, ni a la Compañía de Jesús a la que perteneció, ni al Vaticano, ni a la propia Indira Gandhi. No ha coqueteado con nadie ni se ha dejado asimilar pasivamente por ningún discurso ajeno al testimonio de su propia acción y exigencia ética. Por ese motivo, no ha podido entrar en la categoría de los «catalanes universales»: Su enormidad no encaja en ese sentimentalismo en el que nuestra nación gusta de mirarse y que paso a paso lleva empequeñeciéndola cada vez más. Pero hay algo peor: Su figura tampoco encaja en el lecho de Procusto de las llamadas «ideologías». Tras el —¿aparente?— caos ideológico del actual Govern hay una idea transversal que lo cimenta: Una fatal ideología de la mediocridad que lleva a sus consellers a gobernar la nación como lo hicieron en sus municipios cuando eran alcaldes o en las diputaciones en las que aprendieron el arte de la opacidad. Y tras esta no-ideología, una ideología de fondo que se pretende progresista, un supuesto espíritu laico que recela de cualquier inspiración espiritual —no digo religiosa, digo espiritual— que motive una acción humana. Horrible herencia del sectarismo de las fuerzas de izquierdas de la época republicana, que veo resurgir en pleno siglo XXI con ropajes nuevos —García Oliver y la CNT-FAI precedieron a Pol Pot en el ejercicio del crimen antirreligioso y antiespiritual como medio de aplicar el terror revolucionario como paridor de una nueva sociedad y una nueva esclavitud, más insidiosa y cruel que la antigua. Aún hay ejemplos vivos hoy día: mírese a Corea del Norte o incluso a Cuba, y óigase como Chavez jalea al belicista nuclearizado Ahmadinejad; ¿dónde están las protestas contra el armamento nuclear de la izquierda realmente existente? Ja, ja y ja—.

El delicioso artículo completo en el blog de Gabriel Jaraba.

Lee también Christopher Hitchens y la verdad sobre Teresa de Calcuta.

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