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Se trata de una carta escrita por Albert Einstein al filósofo Erik Gutkind en enero de 1954, un año antes de su muerte, tras leer su libro por recomendación de su amigo mútuo Luitzen Egbertus Jan Brouwer. La carta fue vendida en subasta en mayo de 2008 por 170.000 libras. Increiblemente uno de los pujadores sin éxito fue el mismísimo Richard Dawkins. Sirva la carta como desactivación de cualquier proclama de teísmo en Albert Einstein.
«Princeton, 3. 1. 1954
Estimado Mr. Gutkind,
Inspirado por la insistencia de Brouwer, he leído buena parte de su libro, y le agradezco mucho habérmelo prestado. Respecto a nuestra actutid de hecho ante la vida y hacia la comunidad humana tenemos mucho en común. Su ideal personal, desde los deseos del ego hacia la libertad, de cara a hacer de la vida algo bello y noble, y con un énfasis en los elementos puramente humanos, nos uno en lo que podríamos llamar «Actitud Americana».
Aún así es probable que sin la sugerencia de Brouwer nunca me hubiera encontrado a mí mismo tan intensamente comprometido con su libro porque parte de su lenguaje es inaccesible para mí. La palabra Dios para mí es sólo la expresión y el producto de la debilidad humana. La Biblia una honorable pero primitiva serie de leyendas que de todas formas resultan infantiles. Ninguna otra interpretación por sutil que sea podría cambiar mi punto de vista. Para mí la religión judia, como todas las demás, es la manifestación de una superstición infantil. Y el pueblo judío, al que alegremente pertenezco, no tiene una cualidad diferente a la del resto de los pueblos. Según mi experiencia, no somos mejores que otros grupos humanos, aunque nuestra falta de poder nos vacuna contra ciertos cánceres. No creo que en el pueblo judío haya nada de «elegido».
En general me resulta doloroso que reclame una posición privilegiada y la defienda con dos muros de orgullo, uno interno como hombre y uno externo como judío. Como hombre reclama, por así decirlo, librarse de unas heridas que de otra forma aceptaría como judío monoteísta. Pero una herida temporal acaba no siendo ya una herida, como nuestro maravilloso Spinoza apunto inteligentemente.
Ahora que hemos dejado claras las diferencias en nuestras convicciones intelectuales, queda claro para mí cómo de comunes son las relativas a las cosas esenciales, es decir, a nuestra evaluación de la conducta humana. Creo que nos entenderíamos muy bien si pasásemos a hablar de cosas concretas.
Con agradecimiento amistoso y mis mejores deseos,
Suyo,
Yours,
A. Einstein»
Visto en Letters of Note vía Pharyngula.
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Me ha pasado, que mezclé el título de la entrada con el cartel flash que hay debajo, al entrar distraído en tu blog. Así que leí:
Albert Einstein necesita agua...y tu puedes dársela...apadrina
"Qué!", apadrina a un científico, no estaría mal.
La carta, interesante.
Es lo de siempre, el uso tendenciosos de las declaraciones de eminencias científicas, sacadas de contexto por los teístas para de esa manera devaluar el pensamiento ateo, que en sí mismo es el rechazo a una serie de dogmas aprendidos desde la infancia y heredados durante milenios, cuyo sino es la fe, pues carecen de elemento objetivos que valorar…
Los teístas equivocan el pensamiento al suponer que un científico que cree en la posibilidad de que algo desencadeno el big bang que daría lugar a la formación del universo, y que por lo demás no tiene ninguna otra importancia… es un creyente… o lo saben y prefieren engañar al resto de mortales… menos mal que existe internet…