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La broma forma parte del arte. Todo artista es libre de burlarse de su público, o de otros artistas de su círculo de influencias, o de fuera de él. Sin embargo, reclamamos que quien se exprese mediante la broma, quien intente burlarse de nosotros, lleve la broma lo suficientemente lejos. Hasta el final si fuere necesario, que nuestra derrota sea dulce.
Pensamos en esto mientras escuchamos a Molotov. En su último disco ejecutan versiones de Falco y de Toreros Muertos. Vale, enunciada la broma, termina la gracia. Lo demás es divismo chancro incapaz de movernos una ceja.
En el otro extremo, como de costumbre, con un sentido del humor cuya maldad tiende a infinito, tenemos al enorme Terry Richardson.
Ayer caducó mi DNI, algo que sucede cada cinco años. Es momento de revisar la vieja fotografía y compararla con la nueva, en busca de ojeras de nuevo cuño, menos pelo, o de cualesquiera otros rasgos similares que definitivamente nos denoten de vuelta de todo. También de preguntarse si vitalmente han transcurrido los cinco años que marca el calendario.
En mi caso, por momentos siento que hace cinco años aún no había nacido.