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Ha muerto Eduardo Haro Tecglen, el mismo año en el que también había muerto su perfecto antagonista, Jaime Campmany. Sin los dos, huérfanos quedamos de rigor ideológico y de periodismo de primera magnitud. En lo primero y en lo segundo, quedamos en manos de quienes ya sabemos.
Reza el último artículo escrito por Eduardo:
Es el Día de la Alimentación. O sea, día del hambre; si una palabra parece negativa, se la convierte en positiva y todo es más sereno. Hay 850 millones de personas muriéndose de hambre en este momento, y a medida que van cayendo van siendo sustituidas por otras; dentro de un año habrá novecientos millones; en seguida, un billón. Otras resisten más, y las situaciones varían desde el hambre fetal, de antes de nacer, a la de los ancianos que es lenta, pero que reduce las estadísticas de medias de vida: la que en España es de ochenta años, allá —el Níger, por ejemplo, de donde escapan y son entregados a las balas y al desierto, por nuestra grata colaboración con Marruecos— no alcanzan cuarenta. La mitad de mi vida está robada a un hombre lejano y desconocido que habrá muerto a los cuarenta en una tierra de las que colonizamos y de las que independizamos después, sin atender mas que a las glorias del Imperio y a que los nuestros engordasen impúdicamente. A menos que el día de la alimentación, lo aprovechen para hacer una dieta sana y gastar el dinero de los otros en los establecimientos recomendados y agradables de nuestra naturaleza. Donde, por cierto, 8 millones de españoles tienen hambre. Hoy, hoy mismo.
Paradójicamente Eduardo sufrió el desvanecimiento definitivo en un restaurante. La vida, que es así de puta.
Bastante de acuerdo Ismael.
También le he dedicado un post a EHT, acordándome de algo que se suele olvidar: lo gran crítico teatral que era.
http://cineypolitica.blogspot.com/2005/10/el-penltimo-de-los-rojos.html
Un saludo