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Había una película en la que salía Charlie Sheen y de la que no recuerdo el título. La chica se lo llevaba a una performance de un artista expresionista amigo suyo. La performance consistía en meterse pintura por el culo y derramar pedos sobre el lienzo. El resultado eran cuadros sencillos compuestos de líneas curvas de color sólido sobre fondo blanco, y resultaban al menos sugerentes.
Desde entonces me gusta pensar que así me gustaría hacer música, metiéndome muestras sonoras por el culo y derramándolas a pedos sobre el espectro acústico.
A lo que me refiero es a que desde luego esa forma de pintar tiene muchas menos posibilidades de variabilidad que el clásico óleo sobre lienzo y a pincel, pero que desde el nacimiento de la fotografía deja de ser obligación de la pintura representar la realidad, y que llevamos ya un siglo de expresionismos que nos han demostrado que es misión del arte ir más allá de la belleza. Y esto se aplica también a la música.