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Bill Moyers
«¿Se acuerdan de James Watt, el primer secretario del Interior del presidente Ronald Reagan? Mi diario ecologista en línea preferido, el siempre apasionante Grist, me recordó en fecha reciente aquella vez en que James Watt sostuvo ante el Congreso que proteger los recursos naturales era irrelevante a la luz del inminente retorno de Jesucristo. En testimonio público afirmó: «después que el último árbol sea derribado, Cristo regresará».
Las elites de Washington rieron por lo bajo. Los reporteros no sabían de qué hablaba el funcionario. Pero Watt hablaba en serio, al igual que compatriotas suyos en todo el país. Son las personas que creen que la Biblia es la verdad al pie de la letra: la tercera parte del electorado estadunidense, si una encuesta reciente de Gallup es correcta. En la elección presidencial pasada varios millones de ciudadanos buenos y decentes acudieron a las urnas creyendo en el índice apocalíptico.
Leyeron bien: índice apocalíptico. Si buscan en el Google rapture index descubrirán que en la lista de libros más vendidos hoy día en Estados Unidos están los 12 volúmenes de la serie Left Behind —Dejados atrás—, escrita por Timothy LaHaye, fundamentalista cristiano y guerrero de la derecha religiosa. Estos verdaderos creyentes se adhieren a una teología fantástica ideada en el siglo XIX por una pareja de predicadores inmigrantes que tomaron pasajes bíblicos sin conexión entre sí y los entretejieron en una narración que ha cautivado la imaginación de millones de estadunidenses.
Su trazo general es simple, aunque extraño —el escritor británico George Monbiot realizó hace poco una brillante disección y estoy en deuda con él por haber contribuido a mi entendimiento del tema—: una vez que Israel haya ocupado el resto de las «tierras bíblicas», legiones de anticristos lo atacarán, lo cual desencadenará una batalla final en el valle de Armagedón. Los judíos que no se hayan convertido serán quemados, y el mesías regresará para el apocalipsis. Los verdaderos creyentes serán elevados de entre sus ropas y transportados al Paraíso, donde, sentados a la derecha del Padre, observarán a sus opositores sufrir plagas de forúnculos, llagas, langostas y ranas durante varios años de tribulación que vendrán enseguida.
No es invento mío. Al igual que Monbiot, he leído los textos. He informado sobre estas personas, siguiendo a algunas desde Texas hasta Cisjordania. Con sinceridad y seriedad expresan que se sienten llamadas a contribuir al advenimiento del apocalipsis, en cumplimiento de la profecía bíblica. Por eso han declarado solidaridad con Israel y con los asentamientos judíos y reforzado su respaldo con dinero y voluntarios. Por eso para ellos la invasión a Irak fue un acto de calentamiento, predicho en el Libro del Apocalipsis, en el que cuatro ángeles «que están atados en el gran río Eufrates serán liberados para acabar con la tercera parte de la humanidad».
Una guerra con el Islam en Medio Oriente no es algo que temer, sino que esperar: una conflagración esencial en el camino a la redención. La última vez que lo busqué en el Google, el índice apocalíptico iba en 144: apenas un lugar abajo del punto crítico en el que todo estallará, el hijo de Dios regresará, los piadosos entrarán al cielo y los pecadores serán condenados al fuego eterno.
¿Qué significa esto para la política pública y el medio ambiente? Vayan al Grist y lean un notable trabajo de investigación del periodista Glenn Scherer: "El camino al Apocalipsis ambiental". Léanlo y verán que millones de fundamentalistas cristianos probablemente creen que no sólo no hay que temer la destrucción del ambiente, sino que se le debe recibir con agrado —e incluso apresurarla—, como signo del próximo apocalipsis.»
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De piedra me he quedado. Un iluminado escribe un libro para justificar los desmanes contra el medio ambiente y la gente se lo cree y le sigue y le ayudan en su camino... pero de verdad creen que si llegara el apocalipsis haber contribuido a el no seria suficiente pecado como para condenarse por toda la eternidad??
Jo.
Propongo que cambies el nombre a tu blog;
Anda-La-Hostia.
Lolita