La media hostia

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Sobre los comentarios y los votos negativos en menéame a mi anterior entrada.

Allí por supuesto no tiene por qué saberse hasta qué punto es habitual que en mi blog haya referencias a la música clásica y que generalmente su difusión suele ser mi primera intención y lo demás es secundario. Pero sí, admito que el uso de la palabra maricón es agresivo y pido disculpas a cualesquiera homosexuales que pudieran haberse sentido ofendidos. Pero sólo a ellos.

Presumía que el homosexual acepta ser nombrado maricón con el mismo orgullo con el que Muhammad Ali aceptaba simplemente ser llamado negro o yo mismo puedo aceptar ser llamado cojo. Demostrado que la raza no es un elemento significativo para determinar el rendimiento intelectual de una persona, pero sí lo es para determinar su rendimiento físico, y anuladas —o así deberían estarlo— las posibilidades de discriminación social por el mismo motivo, puedo imaginar el jolgorio con el que hoy en día cualquier negro debería encajar el uso del adjetivo como insulto. En el caso del homosexual, desde luego mi experiencia con ellos es que, seguramente debido al esfuerzo que supone sobreponerse a lo socialmente aceptable o no, se trata de personas mejor preparadas para las relaciones personales —las sentimentales y las demás— y su visión del mundo suele ser más ecuánime y equilibrada que lo normal. De ahí que suponga que el jolgorio por ser llamado maricón deba ser el mismo.

Por otra parte, es cierto que la vida íntima y privada no debería servir para definir lo que cada persona es o no es en su ámbito público, en nuestro caso el artístico. No debería. Porque en ciertos casos sí sirve, y un repaso a las biografías de los músicos que he citado revela el impacto de la definición de su sexualidad en su obra. Lo cual por supuesto no tiene nada de malo.

Y, finalmente, en efecto expresar de forma amable «los gays también tienen sitio en la iglesia» habría sido lo ideal. Espero sin embargo que este comentario no venga por parte de nadie de la iglesia, porque a estas alturas resultaría grosero.

«El cinismo es la única forma bajo la cual las almas bajas rozan lo que se llama sinceridad.» —Nietzsche

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