Haz clic en la imagen para verla a su tamaño original.
Una de dos: O el trabajo de publicista es el más agradecido, o es el más ingrato del mundo. O ambas cosas a la vez. Agradecido porque, siempre que sea posible colársela al cliente, y estoy seguro de que es posible en muchas ocasiones, será posible también colocar cualquier cosa, por muy personales y ocultas que sean las intenciones. Ingrato porque, aún cuando se la cuelas al cliente, muy pocos entre tu público te reirán la gracia.
Hoy voy a reírle yo la gracia a alguien, aunque no sepa exactamente a quién.
Viendo el último anuncio del Seat Leon oigo una voz que me resulta familiar, contando poéticamente lo que verdaderamente sucede cuando alguien te regala un reloj. Ese defecto en la dicción que resulta en la incapacidad de pronunciar correctamente las erres, aplicado a un texto literario, sólo puede ser Julio Cortazar —o un excelente imitador, por supuesto—. El texto completo sin deformaciones es éste:
«Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.»
Tienes aquí el audio original, con el mismo Cortázar al habla.
A un incondicional de la literatura norteamericana, francesa y española del pasado siglo, son muchos los autores sudamericanos que se le atragantan. En particular siempre tengo la sensación de que Borges o García Márquez, a quienes no les niego ni sensibilidad ni un prodigioso dominio del idioma, sencillamente no escriben para mí, donde Camus, Dos Passos o Delibes sí lo hacen —aunque por supuesto nunca lo hayan sabido—. De esta apreciación se libran gente como Vargas Llosa o Cortázar. Por el motivo que sea, y sé que nunca sabré explicarlo, Cortázar sí está en mi olimpo. Y por suerte no sólo nos quedan sus textos. Nos queda su voz, una voz única. Aún sin erres.
Calabozo de aire. Qué hijo de puta.
0 comentarios:
Publicar un comentario