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Sandy FritzConoces a ese tío: siempre colgado de la barra del bar, berreando al resto de conductores en un atasco y jaleando a su estrella del deporte favorita. El simio de la testosterona, el símbolo de la agresividad masculina.
Durante años los científicos le han señalado como el vivo ejemplo de la expresión embrutecida, egocéntrica y antisocial de la testosterona.
Pero el neurólogo Christoph Eisenegger de la Universidad de Zurich se ha replanteado este estereotipo. Para investigarlo él y su equipo han diseñado un estudio pero con mujeres, y no hombres, y con la testosterona más la raíz de todos los males, el dinero. Y han demostrado que cuando el éxito depende del juego limpio, los altos niveles de testosterona incitan a la cooperación y no a la agresión.
El estudio consistía en un sencillo juego entre dos personas y una pila de dinero. Uno de los jugadores ofrece un único trato sobre cómo dividir el dinero. Si la segunda parte acepta el trato, los dos reciben su parte. Si lo rechaza, nadie consigue un céntimo.
A la mujer a la que corresponde ofrecer el trato se le aplica testosterona o un placebo. Para asegurarse de que la testosterona tiene una influencia real, los investigadores le aplican a la mujer suficiente hormona para elevar sus niveles base hasta un 400 por ciento. Después de administrar bien la hormona bien el placebo, los investigadores le piden a la mujer que adivine si le ha sido administrado lo uno o lo otro.
Las mujeres que recibieron un placebo pero creyeron haber recibido testosterona ofrecieron tratos justos sólo un 10 por ciento de las veces, probablemente por estar influidas por estereotipos negativos de la influencia de la testosterona. Las mujeres que recibieron testosterona pero pensaban haber recibido un placebo, por otra parte, ofrecieron tratos justos hasta un 60 por ciento de las veces. Significativamente más que quienes acertaron haber recibido testosterona —30 por ciento— o un placebo —50 por ciento—.
Al final, afirma Eisengger, el efecto de la hormona cambia con el entorno. Parece que la testosterona te pone en pos de la victoria, no importando los medios que sean necesarios. Si ser el rey del pasillo es el objetivo, los altos niveles de testosterona llevarán a agresiones físicas y verbales. Pero en situaciones donde el beneficio mútuo es lo que garantiza el premio, la misma hormona engendra cooperación.
Visto en Scientific American. Foto de César Astudillo.
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