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Que el año nuevo os traiga trescientos sesentaycinco días que llenar de vida.
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Cuenta ayer El País que la ciudad natal de Schwarzenegger retira su nombre del estadio municipal: «La idílica relación entre Arnold Schwarzenegger y Graz, su ciudad natal en Austria, ha terminado abruptamente. La llamada ciudad de los derechos humanos, sobrenombre de Graz, no puede promocionarse usando el nombre de alguien que permite la ejecución de un condenado a muerte.»
Y tiene razón Diego. Si esta es la inocentada de El País, hay que admitir que es una inocentada muy buena.
Y hoy cuenta Telemadrid que seis de cada diez españoles cree que hay demasiados extranjeros. Pues a mí, seis de cada diez españoles pensando que hay demasiados extranjeros me parecen demasiados españoles.
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La ausencia de una cultura clásica en los Estados Unidos de América —donde no hay catedrales góticas, en admirable síntesis de Shlomo Ben Ami— se traduce en lo político, pero también, y eso es lo que nos interesa, en lo artístico. Sin necesidad de una revolución romántica o modernista, es allí el único lugar de occidente donde los expresionismos se expanden con naturalidad, una expansión sin la que no se entiende el arte durante el siglo XX.
En lo musical, no se entiende la segunda mitad del siglo pasado sin las libertades melódicas introducidas por la jarca de Bartok. Escuchando al norteamericano George Crumb, sorprende que pueda entenderse sin los hallazgos de los maestros de la psicoacústica. Black Angels es su composición que más nos sugiere. Inspirada sobre imágenes de la guerra de Vietnam, habría resultado una arriesgada pero admirablemente coherente elección como banda sonora del Apocalypse Now de Copolla. Por desgracia uno de los tópicos culturales más arraigados del siglo pasado en una y otra acera del fascismo es el uso demagógico de la música de Wagner.
La obra, compuesta para cuarteto de cuerda, requiere que éste sea amplificado. Se invita también a los músicos a susurrar, reir, cantar o incluso gritar durante la interpretación. En algunos momentos se utilizan tubos de cartón o incluso el interior del piano como cajas de resonancia para la voz. Es música que respeta la tradición mientras abraza la innovación y juega la carta del impacto psicológico.
Existe música más allá de Shakira y más acá de Mozart.
Actualización: Quise escribir «romántica o futurista»
Actualización: Es Coppola, gracias Rebeca.
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A veces te satisface especialmente tomar una fotografía. Ésta está situada cerca del fin de la madrileña calle Padre Damián. Allí divierte encontrarse con un enorme tabique repleto de óxido y otras mugres donde a algún propietario con un igualmente oxidado y mugriento sentido de la estética parece irle la vida en impedir fijar cartelería sobre la caca.Haz clic en la imagen para verla a su tamaño original.
La fotografía está tomada en el PCBox de la madrileñísima calle Cartagena. Es la demostración de que empieza a ser posible eludir a la santa SGAE sin pasarse los legítimos derechos de los autores asociados a la misma por el forro de los cojones.Haz clic en la imagen para verla a su tamaño original.
De mis escasas pertenencias en materia de software comercial, es una copia de ReBirth regalada y firmada por los compañeros del trabajo que en aquel momento dejaba, aquella a la que tengo más cariño.
Escribe Diego que todo el mundo necesita un ReBirth. Queda concedido el derecho a la exageración, porque al menos pensando en quien utiliza ordenadores para la creación musical, todo de aquello hay.
Pensando en servir al músico doméstico y de estudio como sustituto de una batería convencional, Roland saca en 1981 al mercado el sintetizador TR-808, especializado en sonidos de percusión. Por supuesto, éste queda muy lejos de poder replicar a un profesional. Se trata de una caja rítmicamente limitada a dieciséis corcheas en un compás de cuatro por cuatro y con una exigua capacidad de aplicar acentos a los golpes.
Sin embargo, unos cuantos de los sonidos que el TR-808 es capaz de generar a partir de ondas analógicas básicas resultan inigualablemente expresivos. Mención especial debe recibir la peculiar imitación metalizada de un golpe lateral de caja bautizada como cencerro. Sin duda, cualquier lector ya con uso de razón durante los años ochenta del pasado siglo reconocería ese sonido entre mil.
Como tantas veces ocurre en tantas otras artes, la expresividad acaba sobrepasando las limitaciones y derivando en nuevos estilos.
Músicos como los innovadores Kraftwerk y su reverso tenebroso —su reverso negro, qué coño— Afrika Bambaata comienzan a dar al TR-808 el merecido protagonismo rítmico en sus lenguajes musicales electrónicos, tan distintos y sin embargo tan relacionados. Nace el electro.
Poco tiempo después, desde Detroit, Juan Atkins y Rick Davis descubren que hay una audiencia natural para los nuevos sonidos en los grandes núcleos urbanos de la norteamerica central y transforman en superventas sus propias variaciones sobre los sonidos que las nuevas máquinas Roland son capaces de escupir: Una rítmica que es al mismo tiempo tribal y futurista. Nace el techno.
Iggy Pop, el techno, Robocop, los Pistons, Eminem. Ninguna ciudad del mundo como Detroit disfruta de un underground tan irresistiblemente comercial y sin embargo tan selecto.
El TB-303 es sacado al mercado un año más tarde que el TR-808. En este caso la pretensión es la de utilizar un sintetizador por pasos para sustituir a un bajista. No se cumple el objetivo en la rítmica ni en el sonido y el producto fracasa comercialmente.
Es a finales de 1987 cuando DJs británicos comienzan a acaparar estas máquinas en los mercados de segunda mano para darle un uso completamente distinto. La idea ahora es la de emitir líneas melódicas repetitivas sobre una báse rítmica sintética mientran se manipulan los controles de envolvente y filtro. Nace así el Acid House. La idea no es nueva pero su realización sí lo es. Utilizando un TB-303, deja de ser necesaria la conexión de un secuenciador por pasos a un pesado instrumento analógico del estilo del Minimoog o del Korg MS-20 para obtener una línea melódica compuesta por bajos sintéticos. Todo lo necesario pasa a caber en una pequeña mochila. Sin embargo, la mayor peculiaridad del TB-303 reside en el diseño de su filtro. Los sintetizadores analógicos sustractivos están generalmente equipados con filtros con una caída de 12 o de 24 dB por octava. El resultado en el primer caso es una dulce eliminación de las frecuencias no deseadas, añadiéndose en el segundo caso la posibilidad de violentas sacudidas causadas por la resonancia. El filtro del TB-303, sin embargo, sonaría a algo cercano a los 18 dB por octava, con la suficiente intensidad, pero no desprovisto de una agradable cremosidad.
Unos años después arranca el capítulo virtual de la historia.
Se asientan los noventa y, todo lo paradójicamente que el lector desee considerarlo, Suecia toma el relevo de Japón como metrópoli de la síntesis. En 1995, Clavia saca al mercado el rupturista sintetizador Nord Lead. Dos años después, Propellerhead se descuelga con el software ReBirth RB-338
El esquema clásico mostraría a los sintetizadores analógicos limitados a la síntesis sustractiva clásica, con los sintetizadores digitales dedicados a otros tipos de síntesis matemáticamente más complejas, como son la síntesis aditiva o la síntesis por modulación en frecuencia o FM. Cabe decir aquí que esta última es la que incorpora el sintetizador más vendido de la historia, el mítico Yamaha DX7. Nord Lead inicia una decisiva vuelta de tuerca. A partir de ese momento, gracias a la tecnología DSP, pasa a utilizarse la potencia de los sistemas digitales para emular la síntesis sustractiva clásica, no a partir del muestreo de osciladores como sucede en modelos japoneses de la época, sino mediante el modelado virtual de los mismos. Nord Lead y sus sucesores son un éxito, con máquinas como Roland JP8000 y Access Virus como afortunados sucesores. Siguiendo la tendencia, son años en los que modestos fabricantes europeos —Access, Clavia, Waldorf— presentan la debida réplica a los monstruos japoneses.
Situados a mediados de los noventa, parece sólo cuestión de tiempo que mediante informática convencional pueda conseguirse gracias a código nativo imitar lo que hasta ese momento sólo es posible gracias a la tecnología DSP. Puede convenirse que la potencia de cálculo de un ordenador personal de la época aún es insuficiente y que aún es necesario esperar años. Es cuando Propellerhead edita ReBirth para cambiar esta sensación.
Propellerhead venían de conseguir un enorme éxito comercial tras el lanzamiento de ReCycle. Se trata de una aplicación que procesa un bucle rítmico detectando el ataque de los golpes que lo componen, creando y enviando a un sampler una muestra separada por cada uno de ellos. Asimismo crea una secuencia MIDI que permite al secuenciador conectado al sampler reproducir exactamente el bucle inicial. Es posible ahora manipular la secuencia MIDI para acelerar, retardar, o recomponer el bucle al gusto del programador. Algunos estilos muy populares de su década —pregúntele el lector a Norman Cook si tiene la oportunidad— deben su existencia a la de este software.
El posterior ReBirth RB-338 emula gráfica y sonoramente a dos TB-303 y un TR-808, más un procesador de retardo, un espectacular filtro externo basado en patrones, distorsión y mezclador. Lo que es mejor, ReBirth corre sin el menor problema en máquinas modestísimas para los parámetros actuales. Un modesto Apple con procesador G3, o un PC con procesador Pentium MMX son susceptibles ahora de ser transformados en una estación de modelado virtual. La forma de escatimar la potencia de cálculo necesaria es inteligente: Sólo se ejecuta modelado analógico para los dos TB-303. En cambio, el sonido del TR-808 es muestreado.
A modo de compensación, es posible modificar las muestras almacenadas en la caja de ritmos por cualesquiera otras. Y una segunda versión del software incorpora una segunda caja de ritmos con muestras que evocan el Roland TR-909. Se trata de un sintetizador mucho menos expresivo que el TR-808 al sustituir partes analógicas por muestras digitales no demasiado estimulantes, pero que incorpora el bombo con el ataque más rápido y por lo tanto de sonido más contundente de todas las cajas de ritmos jamás fabricadas, y sin el cual no es posible el dance editado durante los años noventa del siglo pasado tal y como lo hemos conocido.
Tanto la parte emulada como la muestreada reproducen con asombrosa fidelidad el sonido de las máquinas originales, y ReBirth trasciende fácilmente la categoría de juguete para comienzar a ser utilizado en producciones musicales serias en todos los estilos electrónicos.
Pasado el tiempo ya son cientos los instrumentos musicales virtuales disponibles en todas las plataformas. Está plenamente asumida la idea de utilizar software nativo para plasmar ideas musicales utilizando ordenadores, hasta el punto de que son los viejos sintetizadores hardware los que se encontrarían en crisis. En este momento y para hacer justicia a su condición de pionero, este prodigioso trocito de pasado está libremente disponible para descarga desde The ReBirth Museum. Quien esté mínimamente interesado en la creación musical con ordenadores y nunca lo haya probado no debería esperar un minuto más.
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Dice esta mañana el letrero luminoso situado sobre la M-30: «Retenciones hasta Costa Rica».
Forzando la imaginación el texto me sugiere que bajo la égira de Alberto Ruiz y parafraseando a Millán Salcedo, los atascos no terminan donde empieza el mar, hay barcas para seguir.
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Si estoy escribiendo esta entrada, es sólo por probar RssFwd y recibir una copia por correo electrónico. Si funciona como espero, al menos por lo que a mí respecta Bloglines tiene los días contados.
RssFwd está programado en Ruby on Rails así que con certeza a su evangelista Juan también va a encantarle.
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Es libre de tirar la primera piedra quien nunca haya tenido una perversa fantasía. Una de las mías tenía a Esperanza Aguirre estrellando su Eurocopter contra el suelo de Madrid. No son ningún secreto mi falta de aprecio por su figura como político, ni mi irritación por el simulacro de pucherazo digno de cacerolada en Génova con el que se proclamó presidenta de la comunidad, ni mi asombro por la soltura con la que permanentemente interpreta el papel de jefa de un estado inexistente. Cómo no tener soltura disfrutando de la combinación que su Eurocopter forma junto con Telemadrid. Se trata de la más empalagosa herramienta propagandística que al menos yo nunca he conocido. Y también con certeza una de las más eficaces desde la
invención de la octavilla.
Pero la realidad ha corregido y aumentado mi fantasía. El accidente ha tenido lugar en Móstoles, la ciudad donde he crecido, y en un escenario, la plaza de toros, que me resulta tan cercano como conocido. Cierto es que el Eurocopter no ha estado implicado. En su lugar lo ha estado una especie de patera con hélices fácilmente susceptible de, según el experto consultado por la propia Telemadrid, entrar en pérdidas por una simple racha de fuerte viento de cola en condiciones de máxima carga, como lo es el transporte de seis personas. Entre esas seis personas estaban el mismísimo presidente del partido, Mariano Rajoy y el alcalde de la localidad. Es como soñar con un autógrafo de Leonor Watling, y que de repente Nicole Kidman te guiñe un ojo.
No crean que el magnicidio me produce morbo. En mi fantasía no había víctimas. Y en la realidad celebro que no haya habido daños personales. Y lo celebro doblemente sabiendo de sobra la afición de la derecha española por las teorías de la conspiración.
Termino con dos malvadas preguntas, una inofensiva y otra no tanto. La primera: ¿Dónde se meten Acebes y Zaplana cuando realmente se les necesita? La segunda: Hay quien dice que Aznar comenzó a ganar las elecciones de 1996 con su demostración de entereza tras el atentado sufrido por parte de ETA. ¿Ha empezado alguien a ganar las de 2008 a golpe de helicopterazo? ¿Quién de los dos, el cándido Rajoy o la pétalo de rosa Aguirre?