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A veces te satisface especialmente tomar una fotografía. Ésta está situada cerca del fin de la madrileña calle Padre Damián. Allí divierte encontrarse con un enorme tabique repleto de óxido y otras mugres donde a algún propietario con un igualmente oxidado y mugriento sentido de la estética parece irle la vida en impedir fijar cartelería sobre la caca.Hay más en la fotografía. No hay cielo o al menos el cielo no ha tenido a bien presentarse en mi captura. El edificio del fondo también está como ausente, como una amante de Neruda cualquiera. Y parece haber algo de Kafka en el colorido del conjunto. Si es que puede llamársele colorido a este trozo de ciudad que parece visto dentro de una pecera.
Coño, que a veces me doy miedo.
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