La media hostia

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Les repite permanentemente con cariño Edith Salazar a sus pequeños y tiernos triunfitos: «Yo noto, que hay algo dentro de ti, que está luchando por salir, y que tú, por algún motivo, te estás resistiendo a que salga. Haz un esfuerzo, déjalo salir, deja que todos veamos lo que llevas dentro».



Yo, como permanente estreñido desde hace tantos años, siempre recuerdo esas palabras. Cuando paso más de media hora sentado en la taza, en mi Operación Tránsito particular, me las repito a mí mismo —pongo mentalmente el mismo acento que Edith, detalle particularmente enfermizo que bien podría haber omitido— también con todo el cariño del mundo:

«Yo noto, que hay algo dentro de mí, que está luchando por salir, y que yo, por algún motivo, me estoy resistiendo a que salga. Haz un esfuerzo, déjalo salir, deja que todos vean lo que llevo dentro».

La culminación de este esfuerzo es cagar. Sí, cagar. Dejar a flote uno de esos voluminosos truños de varios días que uno no sabe si tirar de la cadena o aplicarle el bautismo.

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