La media hostia

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Casi siempre parece que hablar sobre ETA te exige un doloroso cambio de repertorio. Por ejemplo, da igual cuál sea tu capacidad de razonamiento sobre el conflicto en el País Vasco y tu conocimiento de su historia: Hablar sobre ETA debe consistir en partirse la camisa, en buscar el insulto más apasionado y más aplaudible por la galería.

Así, resulta especialmente ingrato aludir al caso De Juana. El estado en pleno, gobierno y jueces, hizo el ridículo más espantoso ampliando su pena por el hecho de que el penado hiciese uso de su libertad de expresión. Que se sepa, ésta no deja de ser vigente por el hecho de estar uno en la cárcel. Muy hábilmente, el preso se puso en huelga de hambre. Ahora, con éste más o menos cerca de la muerte, el estado español en pleno tiene muy complicado explicarle al resto del mundo que en España no hay presos políticos. Cuando realmente hacía décadas que no los había.

Lo explica Javier Ortiz con su habitual claridad: «Y discrepamos, entre otras cosas, porque sabemos que De Juana cumplió la condena que le fue impuesta por sus crímenes, y que lo que ahora se le reprocha, y por lo que está encarcelado, es por haber escrito dos artículos de prensa que, comparados con las lindezas que se oyen todas las mañanas en algunas radios, resultan casi de broma.»

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