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Raúl González marcó ayer su gol número 50 en Champions League, la máxima competición futbolística mundial por equipos. Se trata del máximo goleador en dicha competición, superando a Di Stéfano y a Eusebio, nombres que es difícil pronunciar sin santiguarse. No estando próxima su retirada, es posible sospechar que dejará establecida una marca que tardará muchas décadas en ser superada.
Sólo el habitualmente penoso rendimiento de la selección española de fútbol en las competiciones internacionales hace que para muchos Raúl no pueda figurar en ese trono del deporte español que comparten Alonso, Ballesteros, Gasol o Induráin. Para mí sí puede, sin duda.
Wall Street Journal critica que Zapatero inste a la Alianza de Civilizaciones mientras ordena aumentar la altura de la valla que separa Marruecos de Melilla. Pero no se confundan, adonde Wall Street Journal quiere llegar es a que nadie a favor de dificultar la entrada de emigrantes puede escandalizarle el muro que Israel levanta en Cisjordania. Vallas y muros son lo mismo. Berlín, Cisjordania y ahora Melilla.
El liberal, por supuesto, está de acuerdo con levantar muros, donde hagan falta. El liberal, también por supuesto, está en contra de todo lo que Zapatero haga. En comparación, el rigor es mucho menos importante. Decía Homer Simpson a su querida Marge: «Primero no querías venir, ¿y ahora quieres irte? ¡No hay quien te entienda!»
Palabras: He dicho emigrante. El inmigrante no existe. Llamamos inmigrante al emigrante que viene aquí, donde estamos nosotros. Y es casual tanto que estemos aquí como que el emigrante haya venido.
Un pequeño prodigio en forma de oda a un ex-país de mierda, gentileza de Berlin Smith: «Cerremos además del sepulcro del Cid, el mito del Gibraltar español, la unidad indivisible de la patria, el tricornio de la Guardia Civil, y todas esas leyendas vascas y catalanas para hacer un país de ciudadanos. ¿La ventaja de los llamados españoles? Ya nadie se cree lo de Santiago y Cierra España. Ahora toca enterrar a Sabino Arana y los gudaris, las llamas del once de septiembre y el romanticismo idealista con el que miramos ese fracaso llamado Segunda República. Porque es la única forma de ver el mundo como es ahora.»
Es usted un adulador.
Gracias.