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Celebrando —¿celebrando?— el mundialmente compartido aniversario que ya supone cada 11 de septiembre, presumo que es momento de leer a Gore Vidal —siempre es momento de leer a quien es posiblemente el Oscar Wilde del pasado siglo XX—. Por su edad, es seguro que pronto nos faltará Vidal. Lo que necesita el mundo es que no nos falten quienes, como él, defienden la esencia de la primera república y la primera constitución de los Estados Unidos, contra aquello en lo que finalmente se ha convertido su nación.
«No creo que nosotros, el pueblo estadounidense, merecíamos lo que sucedió. Tampoco nos merecemos el tipo de gobierno que hemos tenido en los pasados 40 años. Nuestros gobiernos nos han acarreado esto por sus acciones en todo el mundo. Tengo una lista en mi nuevo libro que le da una idea al lector sobre lo ocupados que hemos estado. Desafortunadamente, sólo recibimos desinformación de The New York Times y otros lugares oficiales. Los estadounidenses no tienen idea de la magnitud de las travesuras de su gobierno. La cantidad de ataques militares que hemos llevado a cabo en contra de otros países sin haber sido provocados, desde 1947-48, asciende a más de 250. Se trata de ataques mayores en todos lados, desde Panamá hasta Irán. Y ni siquiera es una lista completa. No incluye los lugares como Chile, ya que esa fue una operación de la CIA. Sólo enumeré los ataques militares. A los estadounidenses, o no se les dicen estas cosas o se les dice que los atacamos porque ... bueno ... Noriega es el centro de todo el narcotráfico mundial y tenemos que deshacernos de él. Así que matamos algunos panameños en el camino. De hecho, matamos a bastantes. Y enviamos nuestra Fuerza Aérea. Panamá no tenía una fuerza aérea. Pero se veía bien tener a nuestra Fuerza Aérea ahí, ocupada, volando en pedazos a los edificios. Después secuestramos a su líder, Noriega, un ex hombre de la CIA que trabajó fielmente para Estados Unidos. Lo arrestamos. Lo llevamos a juicio en una corte estadounidense que no tiene jurisdicción sobre él y lo encarcelamos -nadie sabe por qué-. Y se suponía que eso iba a finalizar el comercio de las drogas porque lo habían satanizado en The New York Times y en el resto de la prensa imperial. [El gobierno] se aprovecha de la relativa inocencia de [los estadounidenses] o, para ser más precisos, de la ignorancia. Probablemente por eso, desde la Segunda Guerra Mundial no se ha enseñado geografía -para mantener a la gente en la oscuridad sobre dónde estamos haciendo estallar cosas-. Porque Enron las quiere hacer estallar. O Unocal, la gran compañía de gasoductos, quiere que tenga lugar una guerra en algún lugar.»
«Vea nada más cuántos enemigos se ha buscado Estados Unidos gracias a Bush. Cada vez que se mata a un niño iraquí y a su madre surgen 100 nuevos enemigos. Cuando un poblado es destruido tenemos 100 mil nuevos adversarios, y todos tienen primos que viven en Sumatra, Siria y Líbano»
«¿El terrorismo internacional? Osama Bin Laden tenía una estrategia. He leído todos sus comunicados. Pero Bush, este pequeño terrier, guau, guau, que se ostenta como gran señor de la guerra ¿cuál es su estrategia, fuera de usar el terrorismo internacional como arma propagandística electoral. Se veía tan tonto cuando leyó su discurso por televisión (imita el gesto y la voz de Bush) "soy un líder de tiempos de guerra. Un señor de la guerra. Como Lincoln, Ford, y ¡ah, sí¡, Chevrolet"»
«George W. Bush, durante Vietnam, se refugió en la Guardia Aérea Nacional de Texas. Cuando se preguntó a Dick Cheney por qué evadía el servicio militar en Vietnam, contestó: "Tengo otras prioridades". Bien, otros 12 millones de nosotros también las teníamos hace 60 años. Prioridades que 290 mil personas ya nunca pudieron atender.»
«Por lo tanto, supongo que es inevitable que, tarde o temprano, a una nueva generación se le ocurrirá la brillante idea: ¿por qué no dejamos de hacernos tontos con la diplomacia y los tratados y simplemente usamos nuestro poderío militar para dar órdenes al resto del mundo? Hace uno o dos años, un par de neoconservadores planteó precisamente esa noción. Respondí, en letra de molde, que si lo hacíamos tendríamos una guerra perpetua por la paz perpetua. Y eso no es bueno para los negocios. Luego la junta Dick Cheney-Bush se adueñó del poder. Aunque lo que más les interesa son las reservas petroleras, les gustó también la idea de jugar a los soldaditos.»
«Por favor, que los sospechosos se pongan en fila. ¿Arabia Saudita? ''No, no. Caramba, os estamos pagando 50 millones de dólares al año por entrenar al servicio de seguridad real en nuestro propio, aunque árido, sagrado suelo. Es cierto que hay en el reino muchos enemigos ricos e instruidos, pero..." Bush padre y Bush hijo intercambian una mirada cómplice. ¿Egipto? Ni hablar. En bancarrota a pesar de la calderilla estadounidense. ¿Siria? No tiene fondos. ¿Irán? Demasiado orgullosa para ocuparse de un estado advenedizo como Estados Unidos. ¿Israel? Sharon es capaz de cualquier cosa. Pero le faltan las agallas y el estado de gracia del auténtico kamikaze. De todos modos, Sharon no estaba al mando cuando la operación dio comienzo con la infiltración de activistas ''durmientes" en las cinco escuelas de vuelo estadounidenses, hace cinco o seis años. ¿Estados Unidos? Hay elementos del empresariado ansiosos de que se produzca ''un ataque masivo externo" que nos permitiría declarar la guerra cuando el presidente lo considerase oportuno, al tiempo que se suspenderían las libertades civiles. (Las 342 páginas de la Ley Patriótica, Patriot Act, fueron elaboradas antes del 11 de septiembre.)»