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Hoy he perdido mi trabajo. Y sin embargo, no me siento para nada disgustado. Mi empresa actual no podía en absoluto ofrecerme ningún tipo de progreso profesional, y no era plato de gusto para alguien que lleva más de una década cotizando pensar en cumplir los cuarenta o los cincuenta ocupando un cargo tristemente llamado "soporte técnico". Espero de verdad que las cosas vayan a mejor en las próximas semanas.
A mi falta de disgusto contribuye el hecho de que la empresa haya recurrido a un despido improcedente, con su correspondiente jugosa indemnización, despreciando la posibilidad de debatirlo en unos tribunales. A decir verdad, es lo único que les ennoblece, porque las circunstancias que han rodeado su pérdida de confianza en mí han sido de una infantilidad insoportable. Una historia muy larga, pero no por larga en absoluto interesante.
Sé que me echarán de menos. Sin ir más lejos, mañana mismo alguien ordenará contar las cucharas.
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