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Dice Ratzinger: «Anda y que se metan el Islam por el culo, que les explote dentro y que les queden colgando los cojones.» En respuesta, ahora, Ratzinger no puede presentar su obra sobre Lorca en los teatros de los países islámicos.
Se dice en norteamérica que la libertad de expresión no te permite gritar «¡fuego!» en un teatro abarrotado. Seguramente ésta, la de arriba, y muchas otras, son sólo manifestaciones de hasta qué punto en realidad a todos nos incomoda la libertad de expresión.
Luego me temo que es momento de dejar una arriesgada opinión personal: Que tanto Ratzinger como Rubianes digan lo que les venga en gana. Su libertad de expresión termina donde empieza la mía de ignorarles.
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