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Joder, hacía años, fácilmente más de una década, que no oía a Peter Green tocar la guitarra. El vello como agujas, oiga.
Fleetwood Mac son posiblemente el ejemplo más hiriente de que en lo que a la música moderna se refiere más te vale seguir la pista a los hombres —y a las hombras, claro— que a las bandas por su nombre.
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