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Está claro que te encanta buscar viejas unidades de hardware musical en los sitios de subastas. Muchas de las que encuentras son cajas de ritmos Roland y, claro, aparte de los modelos más conocidos —TR-808, TR-909— es probable que no tengas idea de si lo que te estás llevando a casa es una maquinita realmente útil o si por el contrario alguien más despierto que tú te está tangando.
Así pues, adjunta remito una pequeña guía.
TR-66. Tiene tantos años como yo —datada en 1973—. Es una versión aún más reducida de la CR-68. Seguramente no válida como mucho más que como metrónomo. Eso sí, queda monísima encima del aparador.
CR-78. Caja de ritmos analógica, la primera en incorporar un microprocesador. 34 patrones preset. Incluye la posibilidad de ajustar el tempo y los acentos. Permitía utilizar accesorios Roland como el WS-1 que posibilitaban su programación por pasos a la manera de la posterior TR-808. La usaban Gary Numan y Blondie.
CR-68. Alternativa barata a la CR-78, con los mismos sonidos pero no programable. Sigue siendo sin embargo el más sexy de los pisapapeles.
TR-505. Una baratija, con sólo 16 sonidos de percusión mediocremente muestreados. Es posible almacenar 48 patrones y 6 canciones. No tiene salidas separadas para los distintos sonidos. Sin embargo, se afirma que su implementación MIDI es excelente así que siempre podría servir para disparar muestras almacenadas en un sampler. Difícil de encontrar.
TR-606. La parejita del mítico sintetizador de bajos TB-303 con el que comparte aspecto. Es la única caja de ritmos de la serie X0X de Roland que permite editar un patrón mientras se reproduce. Almacena 32 patrones y 8 canciones. Inicialmente estaba equipado con una única salida mono, existiendo sin embargo kits de Kenton Electronics y Analog Solutions —39 euros en eBay este último— que añaden salidas individuales para cada sonido. Todos los sonidos son analógicos. Donde un TB-303 tiene un precio absolutamente prohibitivo, una TR-606 parece poder encontrarse por precios razonables. Encontrable con algo de suerte. Eso sí, prepara más de doscientos euros.
TR-626. Una especie de refrito digital de la TR-606. Los cronistas hablan de los sonidos acústicos posiblemente más aburridos de toda la gama. Eso sí, tiene salidas y control de tono individuales para cada sonido. Almacena 48 patrones preset y 48 patrones de usuario. Buena implementación MIDI. Inencontrable.
TR-707. Entre tú y yo, comparte las muestras digitales de la TR-909 así que te sirve como alternativa económica ¡siempre que puedas prescindir del kick! Incorpora un display que visualiza el patrón en forma de matriz. Incorpora también MIDI y DIN, así que puedes sincronizarla con un estudio digital o con una TB-303. Lo malo es que en cada sonido sólo puedes ajustar el volumen y que, según los cronistas, el kick y la caja son un auténtico tostón. Difícil de encontrar.
TR-727. Versión latina de la TR-707, utilizada por artistas latinos de la magnitud de... Aphex Twin —espero que esta última frase no llegue jamás a la caché de Google—. Poco más de cien euros.
TR-808. Adonde queríamos llegar. Se trata de la caja de ritmos. Utiliza síntesis analógica para todos sus sonidos. En particular el sonido etiquetado cowbell —cencerro— forma parte del imaginario colectivo de cualquier niño de los ochenta. Con esta maquinita comenzó el electro y comenzó el hip-hop, y mucha música dance posterior siguió utilizándola. Salidas individuales. No tiene MIDI. No, joder, ¿quién necesita el MIDI? Se sincroniza con el mundo analógico utilizando un conector DIN de Roland. Con bastante suerte puedes localizarla por algo menos de mil euros.
TR-909. Paradójicamente un producto de mediados de los ochenta que define la música de los posteriores noventa. En particular no se entiende el dance sin el kick de la TR-909, seguramente el más poderoso de cualquier sintetizador anterior o posterior. Salidas individuales para cada sonido. Sincroniza contra DIN y también contra MIDI. Prepara más de mil euros para hacerte con ella.
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