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No puede escribirse que la pretensión de que el recientemente fallecido Bobby Fischer haya sido el mejor ajedrecista de la historia sea descabellada. Al menos no lo es más que sugerir que lo fueran Capablanca, Alekhine o Botvinnik. Sin embargo, probablemente tampoco lo es menos. He aquí que, sin embargo, para el usuario medio de Internet no parezca haber duda, algo que me recuerda a esos rankings de guitarristas que siempre lidera Jimi Hendrix, y que nunca parecen en realidad estar escritos por guitarristas ni para guitarristas.
Incluyo en este artículo extractos del libro Ajedrez en la Cumbre de Tigran Petrosian —en la Colección Internacional de Ajedrez de Ediciones Eseuve, ignoro si aún disponible, pero uno de mis libros favoritos de todos los tiempos, y uno que releo en ocasiones aún más de diez años después de dejar la práctica del juego—. Tigran Petrosian fue campeón del mundo antes que Bobby Fischer, uno de los ídolos de Garry Kasparov, de una pureza estratégica y un rigor táctico que le hicieron uno de los grandes del pasado siglo, si bien ni mucho menos el más famoso. Sí podía presumir sin duda de ser uno de los que mejor conocía a Bobby Fischer, y en todos los sentidos.
De Bobby Fischer figuran como virtudes unas que, por una parte no eran tales, y por otra parte tampoco eran necesariamente ciertas. Es absurdo pensar que Bobby Fischer se oponía con un ajedrez heredero del romántico a la preparación científica de los ajedrecistas soviéticos —si alguien ve más romanticismo en las partidas de Bobby Fischer que en las de Mikhail Tahl, que se lo haga mirar—. Es absurdo también considerarle un resistente contra las tácticas extradeportivas de aquellos. Revísese el match posterior entre Karpov y Korchnoi: Lo extradeportivo consistía en invitar a mediums entre los espectadores de las partidas, o en proporcionar a tu rival ésta o aquélla marca de yogures.
La realidad es tozuda y la contraria. Por una parte mucho del nivel de Bobby Fischer procedía de hasta qué punto tenía asimilados los métodos de entrenamiento del otro lado del telón de acero.
«Cuando en 1971 preparé las líneas de apertura para mi match con Bobby Fischer, es evidente que eché una mirada al al parecer bastante amplio arsenal que yo utilizaría. Recordé que de vez en cuando utilizaba la variante Rubinstein en la Defensa Francesa. Echando un vistazo a las partidas de Bobby Fischer encontré que las blancas casi nunca habían llegado a encontrarse con este sistema bastante firme. Además, se ponía de relieve que una de las pocas partidas de Bobby Fischer con este tema —y por la cronología de este tema también una de las últimas— fue la partida con el maestro N. Minev en la Olimpiada de La Habana en 1966. En ella después de 1. e4 e6, 2. d4 d5, 3. Cc3 Cf6, 4. Ag5 de, 5. Cxe4 Ae7, 6. Axf6 gf, Bobby Fischer escogió la rara continuación 7. g3 y después de 7. ... Ad7, 8. Cf3 Ac6, 9. De2 f5, 10. Ced2 Af6, 11. c3 obtuvo una posición excelente.
Razonablemente surge la pregunta: ¿Por qué el blanco casi nunca juega 7. g3? ¿Quizá porque se trata de una innovación? No, ya en 1941, precisamente en el torneo de los seis grandes maestros mencionado anteriormente, Smyslov jugó exactamente así contra Boleslavsky y ganó con bastante facilidad gracias a la ventaja obtenida en la apertura. La consulta sobre la apertura se confirmó momentáneamente ya que aún antes en 1930, el camino correcto para la igualdad lo indicó S. Flohr —negras— en la partida con K. Opocensky en el torneo de Sliak: 7. g3 f5, 8. Cc3 c6, 9. Ag2 b6, 10. Cge2 Ab7, 11. Cf4 Dd6, 12. De2 Cd7, 13. 0-0-0 0-0-0 con juego igualado, valoración con la que hay que estar totalmente de acuerd. ¿Resulta que Bobby Fischer jugó 7. g3 teniendo en cuenta que su adversario tendría poco conocimiento de esta rara continuación? ¿No es demasiado exceso de confianza en el cándido Bobby Fischer?
De nuevo coloqué el ajedrez y, lentamente, jugada tras jugada, intenté ganar en las jugadas realizadas; sólo lentamente, tan lentamente como el zapador va poco a poco por el terreno con el detector de minas con el letrero «no hay minas» seguí un poco más adelante. Por otra parte, la búsqueda no llevaría mucho tiempo.
Fue suficiente detenerme algunos segundos en esta posición y quedó claro que 10. d5! cd, 11. Cxd5 da al blanco una clara ventaja. Y después descubrí que yo había vuelto a «descubrir las Américas». En 1957 en el campeonato de Moscú se desarrolló así la partida Estrin-Nikitin y todo se publicó en el anuario Shajmaty de 1957.»
«En 1970, en el torneo Interzonal de Las Palmas se jugó una partida que pudo provocar admiración. Efectivamente es difícil encontrar otra partida en la que Bobby Fischer con blancas ya en la 12ª jugada caiga en una posición básica tan lamentable.
No es muy difícil dar la opinión de que el alfil en d3 es un cuchillo que corta la posición de las blancas. La posición blanca es muy difícil y por fuerza surge la pregunta: ¿Cómo pudo caer Bobby Fischer en una posición básica tan lamentable?
FISCHER - MATULOVIC
1. e4 c5
2. Cf3 Cc6
3. Ab5
No es propio de Bobby Fischer pero, naturalmente, esto es lo que él tenía en mente.
3. ... g6
4. c3 Cf6
5. De2 Ag7
6. e5 Cd5
7. Dc4
La sal del proyecto blanco, tiene bajo ataque a la vez al caballo en d5 y al peón en c5.
7. ... Cc7!
8. Axc6
A 8. Dxc5 es correcta la sencilla 8. ... b6.
8. ... dc
9. Dxc5 Dd3!
10. De3 Af5
11. Dxd3 Axd3
Y llegamos al diagrama anterior.
¿Es posible que Bobby Fischer fuera tan ingenuo que simplemente fuera a por el peón? ¿Puede ser que él supiera algo «antilibresco»? Y hojeando los libros, ¿cuál era la imagen de la «última palabra» de la teoría? Entonces era el libro de I. Boleslavsky Caro-Kann bis Sizilianisch editado en Berlín en 1968. En la página 451 se encuentra toda esta variante hasta la quinta jugada, después se examina 6. 0-0 y se interrumpe después de la 9ª jugada con la valoración «las blancas tienen un juego libre, pero las negras tienen una posición sólida». Pero, ¿y si a las blancas no les conviene este giro de los acontecimientos? ¿Es posible desviarse a senderos con pocas perspectivas?
Sí, hay esta recomendación, 6. e5 Cd5, 7. Dc4, pero Boleslavsky opina que la ambición de las blancas de ganar el peon es ilegal, ya que para semejante operación se quedan con un desarrollo poco satisfactorio. Él aconseja la refutación del juego de las blancas mediante 7. ... Db6 8. d4 d6, «con buen juego» continuando la variante 9. ed ed, 10. Dxd5 Dxb5, 11. Dxd6 cd, 12. cd Ae6, 13. Cc3 Dd3, 14. Ae3 Af8, 15. Dc7 Ab4, 16. Tc1 0-0, con fuerte ataque de las negras.
¿Qué ocurre? ¿Dónde está el gato encerrado? ¿Puede ser que no lo haya?
Discutí esta cuestión con el maestro moscovita Igor Zaitsev, que por fortuna no sufre los pensamientos estereotipados característicos de muchos fuertes grandes maestros. Y efectivamente, no fue sencillo llegar a que en la posición después de nueve jugadas en la variante citada las blancas no llevan su pieza principal a la caza del peón sino que es necesario jugar sencillamente 10. De2+.
Naturalmente se puede suponer que esta jugada es absurda. La dama blanca vagabundea por aquí y por allá, sin encontrar una aplicación digna. Pero si con abstracto razonamiento volvemos al juego con el método de «jugada a jugada» se hace evidente que no es tan sencillo defenderse del jaque, en el que de repente se encuentra suficiente veneno. Cualquier cierre de la columna «e», 10. ... Ae6 después de 11. c4 o 10. ... Ce7 después de 11. d5 lleva a la pérdida de material. Por lo tanto las negras deben conformarse con continuar el juego sin enrocar a su rey, una situación que en este caso no es muy agradable.»
Por otra parte, si de aprovechar lo extradeportivo se trataba, nadia podía hacerle sombra a Bobby Fischer.
«Una vez no comprendí, leyendo sobre el campeonato del mundo de fútbol, y al igual que en otros deportes, por qué los italianos iban con su propia agua mineral, otros con sus verduras y sus cocineros. Me pareció una idea muy ridícula: Ellos, si no burgueses, eran totalmente consumistas. Pero resulta que el campeonato del mundo de fútbol, por ejemplo, se celebra una vez cada cuatro años, y un constipado, y no digamos ya una dolencia de estómago, pueden decidir mucho, y ya no pensé más en esto. Hoy en todo tipo de deporte la lucha va a este nivel, cuando pequeños matices pueden jugar un gran papel. He aquí alrededor de usted todos, absolutamente todos, hablando en un lenguaje incomprensible y desconocido, y además hablando todo un mes, y usted se sentirá triste, y con mal humor.
Les considero obligados a prestar atención a un momento importante. Hablamos mucho sobre la psicología en ajedrez, sobre aquello que habitualmente vamos a llamar psicología: Llevar al adversario a una posición desconocida, atraparlo en una variante, emplear la táctica que le sea más desagradable, esto ya casi pertenece al dominio de la psicología ajedrecística. En el gran nivel ajedrecístico la cosa es más complicada, y esta complicación hace tiempo que la trabaja Bobby Fischer. Desde el principio al final de la lucha el gran maestro americano consigue todos esos privilegios, y decide cómo los quiere.
En ese tiempo el adversario no obtiene ni puede obtener nada. Al ajedrecista le es difícil jugar cuando sabe de antemano que lo hace en una ciudad y en una sala donde precisamente quiere jugar su adversario, que la iluminación se hizo a petición del adversario, que él recibe por su intervención honorarios extra y el otro no. Y el asunto no es que sin honorarios extras se juegue peor al ajedrez, sino que empiezas a notarte incómodo al sentir cierta discriminación, ofensiva y casi humillante. Todo esto crea en el adversario de Bobby Fischer un complejo determinado, semejante probablemente al que experimenta un soldado en las trincheras, expuesto a la reverberación de un ataque en una fuerte labor artillera. Junto a todo lo dicho, al parecer son muy curiosas e instructivas las largas conversaciones que tuvimos con Bobby Fischer, precedentes a la final del match de pretendientes.
(...) Rechacé dirigirme a Yugoslavia.
Realmente sólo me quedaba Argentina. Y tampoco quería ir allí con la responsabilidad de este match, porque en el hemisferio occidental, en ese joven continente, el tiempo era primaveral, húmedo, caluroso. Sin embargo no había otra elección semejante. Es cierto que durante las conversaciones las federaciones griega y francesa también estaban dispuestas a ofrecer sus servicios. Pero resultó que sólo era un rumor.
Cuando las conversaciones llegaron a una situación tal que la decisión la debía tomar el consejo de la FIDE, de pronto y de manera totalmente inesperada llegó a la redacción del semanario 64 un telegrama de Grecia. Se nos ofrecía a Bobby Fischer y a mí jugar allí el match en unas condiciones atractivas.
Precisamente en esos días nos telefoneó a Moscú el gran maestro yugoslavo Svetozar Glicoric y se interesó en si yo desearía charlar con Bobby Fischer. Pregunté: «¿Pero cómo hacerlo? Yo casi no conozco el inglés y sin duda Bobby Fischer no querrá mantener la conversación en ruso en un tema tan serio». «Nada —tranquilizó Svetozar Glicoric— yo te pongo en comunicación y seré vuestro traductor».
Svetozar Glicoric (a Bobby Fischer): ¿Dónde querrías jugar el match?
Bobby Fischer: En la Argentina ofrecen el premio más grande al vencedor y además esta nación está muy próxima a los Estados Unidos, donde yo vivo.
Svetozar Glicoric (a Bobby Fischer): ¿No consideras que tu match pueda celebrarse en Europa?
Bobby Fischer: Estoy seguro de que los rusos rechazan Argentina y piensan que les es igual jugar en Yugoslavia o en Grecia. Para ellos lo principal es quedarse en Europa. En el hemisferio occidental generalmente han conseguido resultados poco importantes. Recuerdo que el match en USA con nosotros en 1954 para ellos fue también muy difícil y cuando los americanos fueron a la Unión Soviética perdieron rápidamente. Los rusos se acuerdan de esta circunstancia y por eso quieren luchar en un sitio determinado.
Tigran Petrosian: Digamos que yo no voy a Buenos Aires. ¿Por qué debo partir a su encuentro, a su hemisferio? Él es una persona joven, ya ha jugado dos matches en América. Debemos encontrarnos en alguna parte en medio del camino.
Svetozar Glicoric: Bobby Fischer dice que en la Argentina la oferta financiera es mejor.
Tigran Petrosian: Comprendo, yo tampoco estoy en contra de las buenas ofertas, pero hay otras cosas.
Svetozar Glicoric (a Bobby Fischer): ¿Digamos, Bobby, que pudiera ser en cualquier otro lugar?
Bobby Fischer: Buenos Aires es el mejor. Es una bella ciudad y hay excelentes filetes.
Tigran Petrosian: Para mí lo principal es el clima, las condiciones en general y no el dinero.
Bobby Fischer: Para usted el dinero no es importante porque su estado le ayuda.
Tigran Petrosian: Bobby Fischer tiene su estado, que le ayuda. Yo no soy una persona tan joven y para mí es importante dónde jugar, no sólo por razones materiales.
Bobby Fischer: A favor de Argentina habla su mayor oferta y experiencia. Creo que la FIDE se manifestará a favor de Argentina.
Cuando hablábamos, Svetozar Glicoric me tradujo esta frase breve de uno a otro: «Bobby Fischer dice que la FIDE decidirá muy pronto jugar en Argentina». La frase es más que categórica, aunque en los apuntes suene de una manera bastante evidente.
Tigran Petrosian: (algo indignado) La FIDE no tiene ningún derecho a obligarme. Si intenta hacerlo, Bobby Fischer jugará con cualquier otro pero no conmigo.
Más tarde por la prensa sudamericana supe que «la candidatura de Atenas fue totalmente indiscutible, pero el delegado de Argentina consiguió llevar el asunto al sorteo».
Ya hablé antes de estos sorteos. Un niño o una niña sacan un papel de un recipiente de un bombo giratorio. Pero he aquí que algunos años atrás inventaron esta «extraña picardía»: Primero hay que sortear quién dirige el sorteo. ¡Bueno, casi directamente por el comité! Y después de que se sabía quién dirigía el sorteo, se celebraba el «sorteo principal».
Le tocó dirigir el sorteo a la mujer del delegado danés. Ella trajo un sobre y en su interior estaba escrito «Estados Unidos de América». Entonces el representante de la Federación USA, el señor Edmonson, pide a la señora: «Por favor traiga el que está en sefundo lugar». Ella toma el segundo sobre, en el que está escrito «Argentina».»
Por si caben suspicacias, la admiración de Tigran Petrosian por Bobby Fischer es intocable.
«A propósito, ya en 1958 me llamaron al Club Central de Ajedrez para «entrevistarme» con un joven que ganaba en el blitz —partidas rápidas de cinco minutos por bando, conocidas como ping-pong en algunos lugares— a todos los maestros moscovitas. Y después de esto nos hemos sentado más de una vez uno contra otro ante el tablero de ajedrez y todo fue normal. Pero el año pasado tuve «el placer» de perder con él en el «match del siglo». Bobby Fischer posee una capacidad de trabajo excepcional. No temo caer en una gran exageración si me pongo a comparar el tiempo que le acompaña a él el tablero entre las competiciones con el tiempo que lleva el trabajo de ajedrez de todos los miembros de nuestro equipo olímpico, tomados juntos.»
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