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Wendy M. Grossman
Que un juzgado sentencie que el ecologismo es equivalente a una creencia religiosa es una mala noticia para la ciencia. Y para los esfuerzos para combatir el cambio climático.
Por lo que he leído, muchos hombres que pagan por sexo sólo desean una transacción donde su dinero compra el cuerpo y el talento amatorio de una prostituta, pero no se pretende adquirir su corazón ni su pasión. Hay trabajos así. Ser jefe del programa de sostenibilidad de una gran empresa debe ser uno. Mientras que esperamos de nuestros seres cercanos que sean serios y sinceros, para muchas grandes organizaciones el único parámetro para sus programas de sostenibilidad es el coste y no la convicción. ¿Quién sería tan devotamente ecologista para trabajar en la sostenibilidad en una gran empresa?
No juzgaremos los elementos empresariales —rendimiento en el trabajo, comportamiento corporativo— en el caso de Tim Nicholson, antiguo jefe de sostenibilidad para Grainer PLC. A Nicholson se le aplicó una reducción de plantilla en 2008, y la pasada semana se supo la decisión de un tribunal laboral basada en las regulaciones de Igualdad Laboral sobre Religión y Creencias. La compañía afirma que su decisión fue debida a necesidades operativas, y claro está que todos sabemos lo que la recesión ha causado en las empresas del sector de la construcción.
Pero es que Nicholson afirma, sin embargo, haber sido despedido por su profunda creencia en el ecologismo.
«Es una creencia filosófica basada en mis valores éticos y morales y apoyada firmemente por las evidencias científicas» afirma Nicholson en un clip de vídeo publicado por la BBC. Describe esas evidencias de cambio climático como «abrumadoras» y a sí mismo como moralmente obligado a «hacer algo al respecto». Nicholson ha hecho cambios personales en su vida. Ha dejado de volar, no come carne, ha renovado su casa, y trabaja ahora para una socidedad médica ecologista caritativa en Oxford.
Sea lo que sea que ocurra con Nichoson, lo que debe preocupar es que se asimilen ciencia y religión. Graigner intentó en el juicio caracterizar sus creencias como basadas en la ciencia, en hechos, pero la corte ha decidido que dichas creencias son tan extremas que «sobrepasan una opinión».
A Nicholon no le a parecido mal. Pero debería. Cuando se afirma que creer que el cambio climático es el desafío más importante de la humanidad es religión los argumentos sobre qué hay que hacer ahora pierden todo su peso. Todas esas creencias son iguales. Si el cambio climático tiene que competir con una religión, entonces todos los que lo comparan con alguna forma de apocalipsis ignorarán reducir las emisiones de carbon y no dejarán de quemar combustibles fósiles.
Sólo cuando se ve como un asunto de ciencia y hechos palpables, cambiar nuestro estilo de vida pasa a ser un imperativo moral. Las acciones de Nicholson pueden ser extremas, pero sólo juzgadas desde el punto de vista actual. Dentro de una o dos décadas su estilo de vida podría ser —debería ser— visto como el normal. Nicholson debería preferir ser visto como un pensador avanzado que como un fanático religioso.
Convertir asuntos que deberían limitarse a las evidencias científicas en discusiones filosóficas por supuesto que no es nuevo. La televisión lleva décadas emitiendo «debates» sobre asuntos como la astrología o la curación gracias a la fe. Recientemente The Spectator intentó organizar uno sobre si el HIV es realmente la causa del SIDA, algo que la ciencia ya hubo consensuado hace 20 años. Son asuntos que deberían limitarse a los hechos y las evidencias, no las creencias o la opinión. Debatir sobre la realidad del cambio climático tenía sentido también cuando no había consenso. Ya no. El consenso ahora es que la cuestión no es si debemos cambiar, sino si podemos hacerlo lo suficientemente rápido como para impedir que nuestra especie se extinga.
Las religiones se basan en creencias. La ciencia no es un sistema de creencias, sino el mejor proceso del que disponemos para establecer verdades. Pieza por pieza y éstas independientemente replicadas. Nicholson debería estar horrorizado por la forma en la que ha ganado su juicio.
Visto en The Guardian. Foto de Takver.
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