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Su descubrimiento tuvo lugar a principios de diciembre por aficionados. En dos semanas formó una cola de 300.000 kilómetros de largo.
Rosa María Tristán
La tormenta, que aún puede verse, fue detectada el pasado 5 de diciembre por telescopios de astrónomos aficionados de Japón, que fueron los primeros en dar la alarma. Inmediatamente, los científicos comprobaron que también había sido registrada por el satélite espacial Cassini, que orbita el planeta desde el año 2004, y también por el telescopio almeriense en Calar Alto.
En este vecino del Sistema Solar no son raras las tormentas, pero si las que alcanzan estas dimensiones. Empezó siendo un pequeño punto blanco en el hemisferio norte y acabó alcanzando los 10.000 kilómetros en una semana. A los 15 días su diámetro era similar al de la Tierra y tenía una cola de nubes que alcanzaba los 300.000 kilómetros.
El rápido aumento del brillo se acompañó con una actividad eléctrica muy abundante, que quedó registrada por Cassini. Por sus características, los investigadores concluyen que se trató de una tormenta causada por la condensación de amoníaco y vapor de agua que durante dos meses se movió como un chorro de propulsión y aún hoy es visible, aunque mucho más tenue.
El primer firmante del hallazgo en la revista Nature es el catedrático de Física español Agustín Sánchez Lavega, de la Universidad del País Vasco, junto con colegas de la Universidad Europea Miguel de Cervantes de Valladolid, Oxford y varios observatorios.
La Gran Mancha Blanca es el quinto fenómeno de este tipo que ha podido observarse desde 1903, cuando las lentes de los telescopios comenzaron a hacerlos visibles, pero en esta ocasión se ha producido nueve años antes de lo que se esperaba, por razones desconocidas.
Los astrónomos aún no saben cómo se disparan estas enormes tormentas a 250 kilómetros de profundidad de la atmósfera de Saturno, dado que la luz del Sol, que está a 1.500 millones de kilómetros (10 veces más lejos que la Tierra) llega ya muy débil. En el artículo, los investigadores afirman que esta tormenta podría confirmar un modelo que tenían previamente, y que requiere que los vientos se extiendan con profundidad hasta las nubes de vapor agua, donde no llega la luz.
"Ha habido una irrupción de la columna de gases calientes que asciende en un chorro y forma las nubes blancas, pero sin modificar los vientos que soplan en los paralelos del planeta. Eso quiere decir que son vientos profundos originados por el calor interno de Saturno que llegan a las nubes", señalan los autores.
Sánchez Lavega, uno de los mayores expertos en el Sistema Solar, explica a El Mundo que "para los astrónomos, la atmósfera de otros planetas es como un laboratorio natural en el que contrastar lo que ocurre en la nuestra, conocer mejor fenómenos como la gota fría o las tormentas violentes en los trópicos, y por ello este hallazgo es muy interesante".
Rafael Bachiller, director del Observatorio Astrofísico Nacional, añade que, además, aporta conocimiento sobre fenómenos, como la existencia de vientos profundos, que podrían ser similares a los de Júpiter "lo que apunta a un mecanismo que podría ser general en planetas gigantes gaseosos", de los que, hay que recordar, se han encontrado muchos orbitando otras estrellas, es decir, exoplanetas.
Foto de Cassini para la NASA. Visto en El Mundo.
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