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En 1961, la Unión Soviética hace detonar el arma termonuclear más grande jamás construida.
La Bomba Zar —tal y como se la conoció en Occidente, dado que los soviéticos siempre se refirieron a ella como Iván el Grande, oficialmente la RDS-220— era un dispositivo de hidrógeno de tres estados con una capacidad de 100 megatones. Andrei Sakharov, quien más tarde tuvo una crisis de conciencia y llegó a ser el más popular de los disidentes antinucleares soviéticos, era el jefe del proyecto y el diseñador de armamento senior.
El Premier soviético Nikita Khrushchev ordenó construir la bomba durante una reunión con Sakharov en julio de 1961. Decir que fue completada con rapidez es incluso quedarse corto. El tiempo transcurrido entre su concepción a la detonación fue de sólo 16 semanas.
La bomba pesaba 27 toneladas y era tan grande que el mayor de los bombarderos soviéticos, el «Oso» Tu-96, tuvo que ser modificado en gran parte para acomodar tanto su tamaño como su peso.
La bomba Zar fue construida para ser detonada a media altura. Un sistema paracaidístico de cinco fases fue diseñado, con un área total de 5.400 pies cuadrados para ralentizar el descenso de la bomba de manera que el avión tuviese tiempo de dejar la zona.
Esto se consiguió con relativa facilidad, pero otros problemas de diseño se manifestaron tan pronto se llegaba al final de su construcción. Podría haber supuesto un retraso sin el talento de Sakharov para anular el escepticismo mientras aportaba sus últimas modificaciones.
La bomba fue lanzada a las 11:30 de la mañana, hora de Moscú, a una altura de 6 millas sobre la bahía Mityushinkha, cercana a la isla de Novaya Zemlya, en el Mar Ártico. Detonó en tres fases a una altitud de 2,5 millas.
La nube resultante de la explosión llegó a abarcar 40 millas a la redonda en el cielo. La energía liberada destruyó cada edificio en la abandonada villa de Severny, a 34 millas del punto de la explosión. Llegó a dañar estructuras situadas a más de 600 millas.
De haber sido detonada a su potencia total de 100 megatones, la energía total resultante habría supuesto el 25% de toda la energía liberada por todas las explosiones nucleares sucedidas tras Hiroshima. Aunque la cifra real ha estado en disputa durante años, se le concede a la explosión una potencia de 50 megatones, más de 3.300 bombas del tamaño de la de Hiroshima.
Aún habiendo estallado a la mitad de su capacidad, el resultado fue de lejos la explosión provocada por el hombre más grande de la historia. Hubo iluminado hasta 600 millas a la redonda. Tal y como citaba un testigo que visitó la zona de la explosión tiempo después. «La superficie de la isla quedó nivelada por completo, quedando como una pista de patinaje. La nieve alrededor de las rocas se había derretido hasta afilar los bordes de las rocas. El suelo quedó transformado en la uniformidad más absoluta. Todo en la zona quedó limpio, fregado, derretido, quemado por completo».
Tras el lanzamiento, el piloto del bombardero y comandante de la misión, Andrei E. Durnovtsev, fue ascendido a teniente coronel y considerado héroe en la Unión Soviética.
La bomba llegó en un momento de gran tensión entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Habían pasado casi dos años desde el discurso de Khrushchev declarando el apoyo soviético a cualquier guerra de liberación nacional, seis meses desde el fiasco norteamericano en Bahía Cochinos, y apenas dos meses desde la construcción del Muro de Berlín. Los dos países estaban en ese momento implicados en tratados de no proliferación nuclear, y la ejecución de la prueba fue vista como una medida de hasta qué punto Khrushchev no estaba satisfecho con el estado de la situación.
En realidad la Bomba Zar no era práctica, mucho más efectiva como arma propagandística que como cualquier otra cosa. La bomba era demasiado grande para ser transportada por un ICBM, con lo que sólo pudiera haberlo sido por un bombardero estratégico. Las únicas tres zonas en América que habrían sido consideradas objetivo natural del nuevo armamento habrían sido Chicago, New York y Los Angeles, y en casa caso habrían sido necesarias hasta ocho horas de vuelo sobre espacio aéreo enemigo, imposibles habida cuenta de la calidad de las defensas aéreas estadounidenses.
Desde luego la bomba fue un excelente ejemplo de la tendencia rusa al gigantismo. Incluso el nombre occidental para la misma, la Bomba Zar o «Reina de las Bombas» hubo sido inspirado por otras monumentales construcciones rusas como la Zar Kolokol, la campana más grande del mundo, o el Zar Pushka, el cañón más grande del mundo, ambos visitables en el Kremlin.
Se construyeron dos Bombas Zar. La que nunca fue lanzada, hoy desactivada, permanece para ser visitada en el Museo Atómico Ruso en Arzamas, hoy Sarov, la en su día secreta ciudad donde la bomba fue construida.
Visto en Wired.com.
humanismo guerra rusia
cómo nos gustan los fuegos artificiales.. y qué bien se nos da hacer un uso práctico de ellos...