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El inexistente y sin embargo insigne pensador y tecnócrata chipriota Epaminondas Pantulis se da por aludido:
En conclusión: Linux te exige esfuerzo, pero te lo devuelve compensado y con creces. Entonces, ¿por qué prefiero OS X a Linux?
Porque soy humano, y las personas cambiamos. Como dije, tuve mis tiempos de hacker linuxero, pero con el paso de los años mis intereses han cambiado de idea y van ahora por otros caminos (más exactamente van sobre raíles). Las tripas del sistema operativo que utilizo me interesa tanto como el funcionamiento del panel LCD que tengo frente a mi, o del contenido de las cabeceras de las tramas TCP/IP que viajan entre mi ordenador y el editor de textos que estoy usando. Puedo introducirme en estas tripas si lo necesito, pero me llevaría tiempo. Y no me divertiría.
Y entonces he caído en los brazos del sistema operativo del Mac, del que afirman los celotes aquello de it just works. Y, en la medida de las necesidades que he tenido, esta afirmación es cierta.
¿Necesito compartir archivos entre el Macbook y el Mini? ¿Conectar el Mini o el Macbook al televisor del salón? ¿Rotar la pantalla 90º para poner el monitor en modo retrato? ¿Instalar en el portátil una aplicación ya instalada en el Mini? ¿Desinstalar aplicaciones y que se vayan sin dejar rastro? ¿Escuchar los mp3s de una máquina desde la otra? Todo esto lo he podido hacer en Mac OS sin tener que editar ni un fichero de configuración. Lo que me ha dado más tiempo eso que cada día siento que me falta más para dedicarme a las cosas que, a fecha de hoy, sí que me divierten. Como el mejor de los árbitros, Mac OS X está ahí pero no se hace notar.
Visto en El Ojo de Turing.
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