La media hostia

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Quien quiera empezar a encender la hoguera, donde me quemarán, que lo haga pero seguiré pensando que la cultura generada a partir de una base rítmica marcada por un DJ, un cantante o rapeador (MC) y un grupo de bailarines (bboys), pintores (graffiti), es uno de las últimas expresiones musicales y artísticas del finisecular mundo en el que vivimos (siempre ultimo y siempre definitivo). La diferencia es que este estilo pondera de manera muy grande la palabra, y la estética derivada del cantar, el hablar y el decir.

Es claro que no es una poesía elevada o reducida que vive de mitologías ni de amores a Carlotas sino de las miserias cotidianas, los deseos más primarios y la revolución y crítica más a mano pero no por ello menos agresiva, comprometida o enfrentada.

El hip hop nace lejos del idioma español (en cultura y en psicología) y su estructura, al principio, no se ajusta a cadencia de la lengua española, pero poco a poco se adapta y se llega a sucesos importantes: cada vez más. Es la voz de la calle, de los barrios, de las rimas imposibles, de la sociedad materialista y del valor de la imagen, del dinero y de la falta de motivación: el individualismo sin otra cosa, el individualismo anhelando otra cosa.

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