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Tiene Roberto Val la ocurrencia de que las religiones han sido beneficiosas para la humanidad: «Las enfermedades hereditarias potenciadas por la consanguinidad (sic) (...) habrían degenerado nuestra especie. No olvidemos que para (sic) al hombre primitivo sólo la religión le frenaba a la hora de no echarle un casquete a su hermana (...) El pueblo judío, de no ser por la circuncisión no habría superado su periplo desértico, pues la escasez de agua hacía muy difícil la higiene y el prepucio se convertía en un potentísimo foco de infecciones.»
Como él mismo dice, ser ateo no debe mermar la objetividad. Al contrario, es saludable abrir los ojos a las cuestiones prácticas que se esconden tras la religión.
«Una de las grandes equivocaciones del ateo novel es ver la religión como un 100% de obscurantismo, superchería y superstición. Otra es confundir la maquinaria de politica (sic) religiosa con la propia religión, hecho íntimo y privado.»
Correcto. Como ateo experto, Roberto no confunde religión con iglesia. Yo mismo me declaro ateo practicante, tengo una profunda fe en la no existencia de Dios. Es más, no rezo, pero reconozco que en mi vida hay ciertos otros ritos inexcusables que sigo a diario. Soy ateo, pero religioso de cojones.
Nota: La ortografía de Roberto suele ser impecable. Queda penalizado en este caso por la velocidad con la que suele publicarse en una lista de correo.
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