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En los comentarios a este post en Guerra Eterna se hace evidente una idea que, no por obvia, deja de ser machacada una y otra vez por partes seguramente interesadas en extender la confusión dialéctica.
Hace unos días, el portavoz del PP en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados, Gustavo de Arístegui, acusó al Presidente del Gobierno, a quien por conveniencia en adelante llamaremos simplemente Zapatero, de «antisemitismo y antisionismo». Siguiendo la idea, hay dos contradicciones en tal acusación.
La primera, que el sionismo es una consecuencia del antisemitismo. Éste en esencia considera a los judíos como pueblo sin patria, ajenos al cuerpo de la nación y enemigos potenciales de ésta. De ahí el sionismo, que recoge esa idea, considerando a los judíos como pueblo inasimilable que debe, por tanto, crear su propio estado.
Es decir, que del antisemitismo deriva el sionismo. Por otra parte, quien es antisionista, está en contra de que el pueblo judío esté obligado a crear su propio estado, idealmente al asumir el derecho irrenunciable de todo judio a ser ciudadano de cualquier otro lugar del mundo.
En este sentido yo, no me cabe duda, me siento mucho más cerca de ser antisionista que de ser antisemita.
La segunda, que Israel no es en rigor un estado sionista, puesto que no se exige en ninguna parte ser judio para poder ser ciudadano del estado de Israel, y de hecho muchos árabes lo son.
Por supuesto, podría ser yo quien no ha entendido nada, así que cualquier aclaración es bienvenida.
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