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Como oposición que es, tiene el Partido Popular todo el derecho a dudar de la forma en la que el actual gobierno está gestionando el diálogo con la banda terrorista ETA —posiblemente no a dudar de sus intenciones. Si tiene la habilidad suficiente —que la ha tenido— tiene el Partido Popular todo el derecho a convertir la superioridad moral de las víctimas del terrorismo en algún tipo de superioridad de sus tesis políticas.
A lo que no debe tener derecho el Partido Popular es a alimentar tensiones golpistas. Estamos hablando de un partido que nunca ha condenado ni condena el pasado regimen franquista. Si habitualmente lo consideramos amable concesión a un porcentaje —debemos esperar que, por ley de vida, cada vez más pequeño— de su electorado, la angustiosa sensación que, sin embargo, nos dejan los últimos acontecimientos es que en el Partido Popular no se vería con malos ojos un pronunciamiento.
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