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«Hay algo extremadamente obsceno en la legalización de la piscina que Pedro J. Ramírez tiene construida, en terreno público, en su mansión de Menorca: la utilización de niños como coartada. Al final, el Gobierno le ha dado un trato de favor y privilegio al periodista y, para camuflar la burla de la ley, han decidido, de común acuerdo, que el director de El Mundo ceda el uso de la piscina, durante cierto tiempo al día y durante un par de meses al año, a los adolescentes que estudian en un colegio cercano. Los niños reciben la caridad de un baño, con criterio de ropero parroquial, y el periodista conserva su piscina construida en el terreno de los españoles. ¡Ejemplar! Me imagino que hay cientos de personas afectadas por la Ley de Costas que estarán preparando entrevistas con las autoridades pertinentes para buscar un acuerdo similar siempre y cuando exista una escuela próxima.»
Carlos Carnicero
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