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Hace veinte años, Maradona pasó a la historia del juego subterráneo al marcar contra Inglaterra un gol con la mano. En declaraciones posteriores al partido, Maradona afirmó que la única mano que había tocado el balón había sido la mano de Dios. Claro que, poco después y en el mismo partido, Maradona marcó el mejor gol de la historia de los mundiales.
El pasado domingo, Zidane se unió al guarro Maradona con su cabezazo a Matterazzi. Claro que, Zidane lo había hecho al revés. Primero había marcado el mejor penalty también de la historia de los mundiales, uno en el que el balón no necesitó besar la red para ridiculizar a Buffon. Porque, claro, jugadas como la del barrilete cósmico en Mexico, Zidane ya nos había dejado muchas.
Lo de hace veinte años y lo del domingo nos deja una bonita conclusión: Maradona y Zidane son tan grandes que son hasta humanos.
A quienes le hemos admirado tanto durante la última década no nos cabe duda: La única cabeza que impactó el pecho de Materrazzi fue la cabeza de Dios.
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