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Involuntariamente, Seth Godin escribe sobre Cuil, y todo tiene un nuevo sentido.
Seth Godin
Al mercado le encantan los iconos. Los buscamos permanentemente. Sustitutos a mano de una idea mayor, o atajos para una solución suficientemente buena.
Marilyn Monroe es un icono. Puedes usar su imagen y decir mucho, instantáneamente. Lo mismo con la Mona Lisa.
¿Es posible ser más un bombón rubio que la Monroe? Puedes por supuesto ser más guapa, más rubia o haberte casado con más celebridades intelectuales o estrellas del deporte. ¿Es posible pintar un cuadro mejor que la Mona Lisa? Sin duda.
Pero es que eso no importa.
Una vez que hay un icono en su sitio, permanece ahí porque funciona, sirve un propósito, contiene información útil y realiza una función valiosa. Nunca habrá, al menos por unas cuantas generaciones, una nueva Marilyn Monroe porque la original aún no está rota. Muchos artistas se han visto a sí mismos como el nuevo Jason Pollock pero resulta que al menos en lo que concierne al público, no necesitamos uno. Muchas gracias.
Google es, por supuesto, la Marilyn Monroe de Internet. No dudo que algún día alguien desarrollará una herramienta que distraerá tiempo y atención de Google, pero no será un motor de búsqueda. Google, al fin y al cabo, no está roto, al menos no en lo que se refiere a resolver la pregunta icónica de «¿cómo encuentro algo con mi explorador de Internet?»
El desafío para las empresas es éste; los proyectos más fáciles de fundar y poner en marcha son los que imitan a los iconos que existen. Buscar ser el siguiente icono es fácil de explicar y excitante de intentar dado que es fácil visualizar los beneficios. Pero el éxito premia en realidad a los que crean nuevos iconos, no a los que intentan reemplazar a los que ya existen.
Visto en el imprescindible Seth's Blog.
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