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El espíritu científico del mundo islámico

Publicado por Ismael

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Desde nuestra posición actual tendemos a pensar que cualquier avance científico que ha recibido la humanidad ha tenido su origen en nuestra civilización occidental. Es un hecho, en cambio, que el mundo islámico lideraba la ciencia mientras nuestra Europa se hallaba sumergida en la Edad Media.

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Jim Al-Khalili


Muchos occidentales deberían pensárselo dos veces antes de suponer que lo que llamamos ciencia moderna sólo empezó con Copérnico en el siglo XVI y que lo que llamamos método científico es una ocurrencia de Francis Bacon y René Descartes en el siglo XVII. Incluso aquellos que tienen un vago conocimiento de que el imperio islámico medieval vivió una era de oro mientras que occidente estaba sumergida en su Edad Media probablemente ven a los académicos de Bagdad, el Cairo o Córdoba como no más que renovadores del conocimiento griego, empeñados en pegarle una limpieza y prestárnoslo para nuestro Renacimiento europeo. La realidad es muy distinta.

Entre el siglo IX y el siglo XV, el idioma internacional de la ciencia era el árabe. Los académicos del mundo islámico (musulmanes, cristianos, judíos, paganos o agnósticos) contribuyeron a un espíritu racional que le dio al mundo el álgebra, la química y los fundamentos de la óptica. Los astrónomos persas y árabes nos dieron las teorías geométricas de la mecánica celeste, la base del modelo heliocéntrico de Copérnico. Los doctores árabes describieron la circulación de la sangre y el funcionamiento interno del ojo siglos antes de que los europeos se preocuparan por esos problemas. Pero el legado más importante de esta era de oro fue aproximarse a ellos basándose en evidencias.

Como científico, humanista y ateo estoy convencido de que el método científico, y el conocimiento que la humanidad ha obtenido de la ciencia, nos da algo más que “una forma de ver el mundo”. Una frase que oigo a menudo de labios de creyentes. No he sido, sin embargo, un apologista contra la religión. En parte porque crecí en un hogar con distintas creencias: un padre musulmán y una madre protestante cristiana. Así que para mí son naturales la tolerancia y el respeto mutuo, y extiendo esa tolerancia hacia la gente de fe, a pesar de mi firme convicción de que están equivocados.

Por desgracia, el mundo musulmán actual deberá recorrer un largo camino para recuperar ese espíritu racional, de hecho no pueden ni permitirse el lujo de acomodar un diálogo honesto y abierto sobre, por ejemplo, la evolución contra el creacionismo. Aquí es donde me distingo de otros humanistas y ateos. Creo que que remarcar esa incompatibilidad sobre ciencia y religión en el mundo islámico es contraproducente, y que es necesario tratar el tema de forma más sutil y tolerante.

La ciencia es un objetivo intelectual que no debería ser siervo de ninguna cultura. El lenguaje científico es común en todo el mundo. De ahí que intentar que el público se comprometa con los asuntos científicos (desde la evolución hasta la genética, pasando por la energía nuclear) debe ser un diálogo intercultural. Lo fascinante es que la universalidad de la ciencia sea una forma de unificar diferentes sociedades, religiones y culturas.

Recordarles a los musulmanes su propia herencia científica creo que les dará un orgullo cultural que necesitan en un momento en el que toda ayuda es poca para librarles de la intolerancia y el extremismo, y abrazar actitudes liberales e ilustradas. Y animarles a mantener el impulso donde hayan decidido levantarse y demandar libertad a sus gobernantes. Si la ciencia demuestra intolerancia hacia la religión, que nadie se sorprenda si recibe lo mismo.

Es un artículo de Jim Al-Khalili para New Humanist.

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