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El ojo, ese fascinante artefacto que posee casi cualquier ser vivo, cuya complejidad hizo dudar al propio Darwin de la corrección de su teoría.
Rosa M. Tristán
El descubrimiento de estos ojos, de una complejidad que sólo se conocía en seres vivos de 60 millones de años más tardíos, ha tenido lugar en un yacimiento del sur de Australia, en la Isla Canguro, conocido como Emu Bay Shale, que ya había deparado otras muchas sorpresas. Dentro del equipo internacional que, desde 2007, excava en este lugar se encuentra el español Diego García-Bellido, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que en estos momentos se encuentra en el lugar rescatando nuevas piezas del 'puzzle del pasado'.
García-Bellido, autor del artículo con el que el hallazgo se anuncia en la revista Nature, reconocía antes de partir a El Mundo que fue una "sorpresa" encontrar un ojo tan sofisticado y tan primitivo. No sólo destaca el número de lentes que tiene (son 3.000) respecto a contemporáneos como los trilobites (entre 80 y 90), sino también su diversificación: las del centro son de mayor sensilibidad para permitir ver mejor en un ambiente oscuro.
Para el paleontólogo español, "no cabe duda de que la capacidad de ver a un depredador podía marcar la diferencia entre sobrevivir o extinguirse", por lo que la selección natural debió de actuar desde muy pronto para refinar el sentido de la vista.
En el yacimiento de Emu Bay Shale se han encontrado hasta ahora casi 5.000 ejemplares de animales marinos (un número que seguirá creciendo en estos días) de 50 especies diferentes. Algunos podrían pertenecer a especies transitorias entre las que se han encontrado en Canadá (Burgess Shale) y en Chegjiang (China), si bien será necesarios nuevos hallazgos para confirmarlo.
Foto de CSIC. Visto en El Mundo.
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