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El más escéptico contra la teoría de la Evolución quedaría sorprendido con el resultado de ciertos experimentos. De conseguir hacer viajar en el tiempo a ejemplares de una especie, el apareamiento con miembros de esa misma especie pasa a ser casi imposible con sólo unas generaciones de separación. El experimento es posible con las especies que practican la criptobiosis, un estado de suspensión metabólica, como los monos marinos.
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Ismael Valladolid
Los monos marinos son artemias salinas, una especie que practica la criptobiosis. Es un estado que provoca la suspensión de los procesos metabólicos, útil en especies que deben sobrevivir en condiciones ambientales extremas. Cualquier ser vivo en criptobiosis puede vivir indefinidamente hasta que las condiciones son habitables de nuevo. Estos monos marinos son comercializados como mascotas con el nombre de Sea Monkeys desde mediados del siglo pasado, generalmente en peceras de plástico equipadas con un purificador de agua. Son de tamaño muy reducido y tienen peculiares comportamientos de grupo.
Gracias a su comportamiento criptobiótico, de hecho los monos marinos viajan en el tiempo. Producen huevos diseñados para permanecer adormecidos durante décadas hasta que las condiciones son adecuadas para eclosionar. Así que puede suceder que ejemplares de distintas condiciones coincidan a la hora del apareamiento. Desde un punto de vista evolutivo, es como practicar sexo con un viajero en el tiempo.
Todo esto le ha dado a Nicolas Rode, científico que trabaja en el Centro de Ecología Funcional y Evolutiva de Montpellier, en Francia, una idea brillante, tal y como cuenta Discover. Para resolver el dilema del comportamiento sexual de los monos marinos, polémico entre los estudiosos de la evolución, ha recreado los citados viajes en el tiempo en el laboratorio.
Ese comportamiento sexual es particularmente interesante por lo que tiene de arriesgado e incluso mortal. Los monos marinos machos disponen de un órgano especializado transmisor de esperma similar a un par de penes llamado clasper, que se agarra a la hembra durante la fecundación para evitar su huida hacia otras parejas. Dado que la experiencia es dolorosa, las hembras han desarrollado trucos casi acrobáticos para evitar relacionarse con machos especialmente agresivos. El apareamiento impide que las hembras se alimenten e incluso las deja a merced de los depredadores. Una noche por los más sordidos bares de marcha de tu ciudad, corregida y aumentada.
Es una forma fascinante de evolución paralela entre los dos sexos. Los machos evolucionan hacia cada vez más efectivos claspers, y las hembras hacia mejores técnicas de lucha y huida.
Esa es precisamente la idea de Rode, la criptobiosis como forma de viajar en el tiempo permite comprobar la desventaja competitiva a la hora de reproducirse entre monos marinos del pasado y monos marinos del presente (¡o del futuro!). Emparejando monos marinos de distintas generaciones los científicos pueden ver de primera mano cómo las ventajas evolutivas se manifiestan en distintas etapas.
Rode y sus colaboradores reunieron huevos durmientes de monos marinos procedentes de 1985, 1996 y 2007 obtenidos en el Gran Lago Salado de Utah, en los Estados Unidos. Después de eclosionar, fueron emparejados, hembras con machos de su propia época y de otros años. Por ejemplo, machos y hembras de 1985 con machos y hembras de 1996 y 2007.
¿El resultado? Malo para las hembras. Cuanto más lejanos en el tiempo machos y hembras, más fácilmente muere ésta. Por ejemplo, con machos “viajando” en el tiempo 22 años para emparejarse, la vida media de la hembra se reduce un 12 por ciento. La batalla de los sexos se desata. Las hembras del pasado no sobreviven porque no han evolucionado para soportar las técnicas de apareamiento de los machos del futuro.
La moraleja es que el sexo con un viajero en el tiempo puede ser muy perjudicial para tu salud. Peor incluso para un mono marino hembra que para la mismísima Sarah Connor.
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