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El gráfico muestra una tendencia descendiente en el número de violaciones sucedidas en los Estados Unidos durante los últimos treinta años.
Las explicaciones oficiales incluyen hechos como que ha mejorado la educación de las mujeres en lo que a evitar situaciones de riesgo se refiere, la de los hombres en lo que a entender que no quiere decir no se refiere, o la sospecha de que la ley actual hace que los posibles violadores acaben más pronto en la carcel acusados de otros delitos.
Sin embargo, Anthony D'Amato tiene otra teoría: La mayor disponibilidad de pornografía gracias, primero a las cintas de video, y ahora a Internet, favorece de forma inversamente proporcional la disminución de violaciones. Antes, películas como Garganta Profunda tenían que ser vistas en sórdidas salas de cine. Ahora son fácilmente descargables y, quien más, quien menos, puede acceder a una copia en su portatil a mano —a mano, je...—
Hoy en día, la suma de consumidores de pornografía en Internet supone un gasto mayor a los beneficios de las cadenas ABC, CBS y NBC sumados.
Las estadísticas aportadas resultan devastadoras: El índice de violaciones entre 1980 y 2000 sólo aumentó en los cuatro estados en los que se disponía de un menor número de conexiones a Internet por habitante.
El autor desarrolla las siguientes teorías: Por una parte, quien consume pornografía suele tener suficiente y no sentir la necesidad de salir a por más. Por otra parte habla de un efecto Victoriano: Cuanta más ropa cubre el cuerpo de hombres y mujeres, mayor es la fascinación en imaginar cómo seran esas personas desnudas. Hoy, sin embargo, el acceso universal al porno ha desmitificado el sexo por completo.
«Una vez que uno ve los datos de una correlación negativa precisa entre los dos factores, el resto lo hace la imaginación.»
lmhHumanismo
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