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Benjamin O'Donnell
Se ha escrito mucho sobre ese grupo de autores recientemente convertidos en superventas a quienes en 2006 Wired Magazine bautizó como «los nuevos ateos». Hablamos principalmente del biólogo evolucionista Richard Dawkins —The God Delusion, el neurocientífico Sam Harris —The End of Faith y Letter to a Christian Nation—, el filósofo Daniel Dennett —Breaking the Spell— y el periodista Christopher Hitchens —God Is Not Great y The Portable Atheist—. —N. del T.: Mantengo el título original de los libros, al no estar a excepción del de Dawkins aún traducidos al castellano, agradeciendo por supuesto cualquier comentario indicando lo contrario.—
No sólo han vendido muchos libros —cerca de 1,5 millones de ejemplares sólo de la edición inglesa de The God Delusion—. Dawkins mantiene un sitio web con mucho tráfico, y ha creado fundaciones de apoyo en el Reino Unido y en los Estados Unidos. Los proyectos de Harris son más pequeños pero similares. Hitchens se faja en todas las esquinas con su estilo de confrontación inimitable. Una búsqueda en Google de los términos «nuevo ateo» o «nuevo ateísmo», o de cualquiera de sus nombres devuelve un torrente de argumentos a su favor y en su contra. Estos «nuevos ateos» están claramente comenzando y manteniendo todo un movimiento intelectual.
Lo paradójico es que, cuando uno les lee realmente, tiene la sensación de que el auténtico objetivo de los «nuevos ateos» en realidad no es la religión.
De hecho, todos ellos afirman explícitamente no tener problemas con el deísmo, con el panteísmo de Spinoza, o con lo que Dawkins llama «religión einsteniana». Harris, Dennett y Hitchens, y posiblemente Dawkins, han indicado que no buscan necesariamente que se vacíen iglesias, mezquitas o sinagogas, aunque sí que abandonen la «mierda metafísica». —N. del T.: «metaphisical bullshit» en el original, una expresión de Harris.—
Lo que parece es que su problema real es con el dogma, específicamente con el dogma de la fe religiosa, con la creencia de que es aceptable o incluso admirable creer proposiciones sin ninguna razón lógica basada en evidencias. No son en absoluto «nuevos ateos» sino «nuevos antidogmáticos».
¿Cuál es el problema con el dogma?
Las formas que las proposiciones creídas de forma dogmática pueden tomar son potencialmente infinitas. Uno podría creer dogmaticamente en la inevitabilidad histórica de la utopía comunista, bajo la cual el estado acabará marchitándose después de una breve pero necesaria dictadura del proletariado.
O creer dogmáticamente en la existencia de algo llamado «raza aria» inherentemente superior a cualquier otra raza, en especial a esa raza pérfida e inferior que son los judíos.
O bien se podría creer dogmáticamente que el creador del universo nos ha dotado de una religión con la que convertir el mundo o simplemente someterlo a través de una guerra sagrada; que la muerte en defensa o por la reconquista de tierras sagradas es la más grande de las acciones, y que sus mártires irán al paraíso después de morir para ser atendidos por 72 novias vírgenes y después reunirse con toda su familia y seres queridos.
O creer dogmáticamente que el creador del universo te va a castigar si usas condones.
Lo que estas cuatro creencias tienen en común es que hay muy poca o ninguna evidencia de ellas y, por el contrario, mucha evidencia en contra de ellas. Aún así, las cuatro han sido apasionadamente creídas y defendidas por gente por otra parte sana, racional y civilizada, lo que sin embargo ha resultado en los actos más insanos, irracionales y bárbaros jamás realizados.
El físico Steven Weinber dijo en una ocasión que «siempre tendrás gente buena haciendo buenas cosas, y gente mala haciendo malas cosas, pero para que la gente buena haga cosas terribles, necesitas la religión». Si cambias la palabra «religión» por «fe» o «dogma» ya tienes mi argumento, y el argumento al que sospecho que gente como Weinberg, Dawkins, Dennet, Hitchens o Harris se refieren realmente.
Afortunadamente, los dogmas fascistas, nazis o comunistas están ya tan desacreditados que nadie cree en ellos. Un avance digno sin duda de ser celebrado. Pero los acontecimientos de New York, Washington DC, Bali, Madrid o Londres demuestran, como demuestran también las políticas de anticontracepción estúpidas y genocidas de la iglesia católica en África, o las igualmente adjetivables campañas contra la investigación con células madre de las iglesias cristianas en los Estados Unidos, que los dogmas religiosis siguen vivos y siguen siendo fastidiosamente influyentes en el mundo hoy en día.
La razón, la evidencia, el empirismo, la ciencia y la democracia liberal, las auténticas fuerzas de nuestro progreso, han desacreditado los dogmas comunistas y fascistas. Ahora, según Dawkins, Dennet, Harris o Hitchens, es el momento de hacer lo propio con los dogmas de la fe religiosa.
¿Es el ateísmo igual de dogmático y peligroso?
En este punto, cualquier teísta comprometido apuntará a que la historia muestra durante el siglo pasado que hay algo en el ateísmo que lleva a la barbarie, a la inmoralidad y a la dictadura. Podría incluso sugerir que hay algo en el ateísmo que lleva a ese mismo dogmatismo que yo y los «nuevos ateos» deploramos. Sin embargo cualquier teísta que dijera eso tendría que explicar el hecho inconveniente de que hoy en día las más civilizadas, prósperas y liberales naciones del mundo son ateas en el sentido de que la mayoría de su población afirma no creer en dios alguno.
Suecia es un buen ejemplo. Encuestados, más del 80 por ciento de los suecos afirma no creer en dios, y más del 40 por ciento se reconocen a sí mismos como ateos. Suecia tiene los porcentajes más bajos de homicidios, pobreca, embarazos adolescentes y enfermedades de transmisión sexual del mundo. Es una democracia liberal a pleno rendimiento con grandes niveles de salud, pocos desarraigados y casi un cien por cien de población lectora.
Donde Suecia es el extremo, las cifras muestran que las democracias liberales con bajos niveles de creencia tienden a tener los mejores niveles de salud social. Y viceversa. Incluso en los tan religiosos Estados Unidos, cuanto menos religioso es un estado, menores son sus cifras de homicidios, infecciones sexuales y embarazos adolescentes.
Claramente, una descreencia difundida no es incompatible con una sociedad saludable, feliz, próspera y civilizada. —No reclamo que el ateísmo sea la causa, sino que cito los factores para mostrar que el ateísmo es compatible con la armonía social.—
Así que, ¿cuál es la diferencia entre las sociedades construídas por los comunistas ateos en Rusia y China y las construidas por las civilizaciones progresistas de la Europa occidental? La respuesta obvia es que estos países son democracias liberales comprometidas con la ciencia, el empirismo, la razón, la libertad de expresión, el debate; donde la Rusia soviética o la China roja no lo eran. No se trataba de su ateísmo sino de su no liberalismo, su naturaleza no democrática, el dogma comunista sobre el que se construyó mucho del horror del pasado siglo.
Otra crítica habitual hacia los ateos, en particular hacia los científicos como Dawkins, es cierta visión robótica comprometida con destruir el arte y la cultura y reducir el mundo a un lugar de acero y cromo, hojas de cálculo y catálogos. Lo interesante sobre los «nuevos antidogmáticos» es en realidad su espiritualidad. Dawkins ha escrito maravillosa y poéticamente sobre el mundo natural en libros como Unweaving the Rainbow, y alguna vez ha sido citado como un «no creyente profundamente religioso» —al fin y al cabo se trata del autor del ensayo llamado Atheists for Jesus.—
Hitchens se vuelve lírico al referirse a la belleza del arte y la música religiosa. Sólo insiste en separar lo meramente trascendente de lo sobrenatural. Breaking the Spell dedica muchas páginas a examinar y bendecir las cualidades humanas y altruistas de muchas instituciones religiosas.
De forma más radical, Sam Harris es todo un buscador, un hombre que dedicó diez años de su vida a la meditación, con yogis y monjes, ¡incluyendo una experiencia como guardaespaldas del Dalai Lama! En el último capítulo de The End of Faith Harris argumenta todo lo maravilloso que hay en las experiencias místicas detrás de muchas religiones. Experiencias reales y medibles por un neurocientífico. Lo malo de ellas es estar enterradas bajo montañas de «mierda metafísica—. Harris defiende las virtudes de las disciplinas contemplativas al mismo tiempo que critica cómo las utilizan la teología antigua o las nuevas corrientes «new age». Lo que es necesario para Harris es aproximarse al tema de forma lógica y científica, para separar el polvo de la paja.
Los «nuevos antidogmáticos» son hijos del encantamiento europeo. Pero para Sam Harris al menos el otro significado de la palabra «encantamiento» no es extraño, con precisamente el mismo significado con el que permanece en la raíz de muchas de nuestras religiones. Reunir esos dos encantamientos es un proyecto donde racionalistas como Dawkins podrían unirse con teólogos ultraliberales como John Shelby Spong. Pero ese proyecto no tiene que limitarse a un compromiso del tipo «vive y deja vivir». Alcanzar el fondo común de verdad que hay bajo los significados religioso y racionalista de la palabra «encantamiento» pasa por eliminar cualquier oscurantismo, ya venga de la teología ortodoxa, tontería «new age» o en general de cualquier chorrada posmoderna.
Aquí vuelvo a mi crítica terminológica. El lado «espiritual» del «nuevo antidogmatismo» no se ve ayudado por la liquidación de los términos «religión» y «fe». Dennett, como podría esperarse de un filósofo profesional, ha sido de lejos el menos macarra en su uso de esos términos, así como el más sutil y el menos leído de los cuatro.
Harris es capaz de deslizarse entre los conceptos de «fe» y «religión», pero su tratamiento sofisticado de la espiritualidad lo sitúa claramente en contra de cualquier forma de dogma.
Dawkins y Hitchens son los más belicosos contra religión y fe en su uso del lenguaje. Y son también los dos más conocidos. Para mí, por desgracia. Tal y como Dennett apunta, las religiones son instituciones sociales muy efectivas para formar comunidades y promover la solidaridad y el apoyo mutuo. Sólo que no deberían estar basadas en el dogma. Siendo tan macarras en su uso del lenguaje, me temo que los «nuevos antidogmáticos» están alejando a muchos posibles aliados.
Visto en On Line Opinion.
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Hola,
God Is Not Great de Hitchens ya está traducido al castellano (Dios no es bueno, Editorial Debate).
Saludos :)
Mil gracias. :)
El propio Harris me contó en su día que los suyos los está traduciendo Panorama pero, de momento, no hay rastro de ellos en las librerías.