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Cuando el emperador etíope Haile Selasie supo en 1966 que en Jamaica los rastafari le adoraban como a Dios encarnado, envió unos misioneros para intentar deshacer el malentendido.
P.J. Ginés
Bob Marley, el rey del reggae, tenía sólo 36 años cuando un cáncer acabó con su vida hace 30 años —el miércoles 11 de mayo se cumplía el aniversario—. Durante casi toda su vida, el famoso cantante jamaicano fue un devoto de la doctrina rastafari, que considera al emperador etíope Haile I Selassie —1892-1975— como la encarnación de Dios.
En 1966 el emperador etíope visitó Jamaica y conoció la religión rastafari y como consecuencia envió misioneros de la Iglesia Ortodoxa Etíope, la oficial de su país, a predicar a la isla: africanidad, la herencia de Salomón y el Antiguo Testamento eran su patrimonio. El arzobispo Abuna Yesehaq invirtió muchos años en hacer amistades en la isla caribeña, entre ellas Bob Marley. Esa amistad fue lo que condujo al bautismo del músico pocos meses antes de su muerte.
«Cuando se bautizó, se abrazó a su familia y lloró; todos lloraron juntos durante media hora», explicaría el arzobispo en una entrevista de 1984 en el Jamaica´s Sunday Gleaner.
Por un lado, Marley sabía entonces que estaba enfermo, aunque continuaba con sus giras y viajes. Por otro lado, su vida no había sido ejemplar en el aspecto familiar, ni siquiera para el estándar rastafari: demasiados hijos con demasiadas mujeres distintas, aunque solo estuvo casado con una. Abrazar el cristianismo, asumir a Jesucristo como único y verdadero Salvador, era visto como una traición por muchos rastamen, algo que enfureció a muchos de sus amigos. Pero él renunció a todo para acercarse a Dios. En su álbum Uprising, de mayo de 1980, un año antes de morir, se encuentra su Redemption Song «my hand was made strong / By the ´and of the Almighty»
«Bob no era una estrella de rock mundano. Probablemente es más adecuado decir que era un músico religioso que había triunfado en el mundo secular», escribe Christopher Stefanick, director del Ministerio para Jóvenes de la archidiócesis de Denver. En su canción One Love, que la BBC consideraría «la canción del milenio», canta: «Dad gracias y alabanza al Señor y me sentiré bien». Y en Forever Loving Jah —Jah es Yavé, Dios, en la cultura rastafari— «Marley claramente reza, no es una mera actuación; la alabanza a Jah está en toda su obra», insiste Stefanick.
«Los rastas creen que el cannabis quita las barreras mentales para lograr un pensamiento iluminado, y basan su peinado en la ley del Antiguo Testamento, pero aunque estas doctrinas sean cuestionables, está claro que una fe sincera en Dios y el servicio a su gente fueron las fuerzas que condujeron la vida y la música de Bob», añade Stefanick en un artículo del Denver Catholic Register.
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