Haz clic en la imagen para verla a su tamaño original.
Te sorprendería lo habitual que resulta ver mi nombre escrito como «Isamel» en mensajes de correo electrónico de todo tipo que recibo. Lo más significativo es que esto ocurre con independencia del nivel cultural y de la posición social y profesional de quien escribe: Lo he visto así en mensajes de chateros, pero también de jefes de mis jefes, y de jefes de los jefes de mis clientes. Como protesto en ocasiones, «¿en manos de quién estamos?»
Comprendo un error al teclear. Eso entra dentro de la categoría de cosas que pueden pasarle a cualquiera. Soy menos comprensivo con el hecho de que la inmensa mayoría de redactores de correo electrónico no revisa el mensaje que va a enviar. Basta una relectura para evitar errores tan obvios, y la relectura no lleva más de treinta segundos. Es significativo que el verbo utilizado tradicionalmente por los clientes de correo electrónico para referirse a la creación de un nuevo mensaje no es escribir, sino componer.
Ante el típico error al que me refería, mi respuesta, sistemáticamente, es siempre la misma, y no importa si quien va a recibir esa respuesta es un chatero cualquiera o el jefe del jefe de mi cliente:
«Mi nombre es Ismael. Isamel, por el contrario, es lo de dentro de las croquetas.»
Mi sentido del humor es siempre el mismo y siempre igual de indescifrable para según quién. Pero cuando cruzas el límite a partir del cual puedes hasta quedarte sin trabajo por ello, sabes que es demasiado tarde para cambiar.
Viene esto a cuento de la primera vez que soy citado en Microsiervos.
«En Madrid, en el barrio de San Blas, Isabel encontró un piso 11 sin ascensor.»
Curiosamente, el atún Isabel también es un buen ingrediente para las croquetas.
Con un poco de suerte, para cuando leas esto ya estará corregido.
0 comentarios:
Publicar un comentario