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Darwin explicaba la selección natural y la selección sexual. En el mundo actual, en el que las especies amenazadas residen habitualmente en zoológicos, resulta ser el factor crítico de supervivencia lo bonito y simpático que le resultas a los hijos de los seres humanos.
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Frynta define un animal «rico» como uno al cual los seres humanos encuentran atractivo. Es decir, grande, estéticamente bonito, e idealmente con rasgos de comportamiento que lo hacen fácilmente humanizable. La iguana con la cara más fea del mundo, puede entrar si su piel está espectacularmente coloreada. También ayuda que jueguen y convivan en grupo. Esos animales consiguen quedarse en los zoos. Los animales «pobres», es decir, los feos, se quedan fuera sufriendo cómo sus hábitat están siendo destrozados.
Otra ventaja que tienen los animales admitidos en los zoos son los programas de reproducción en cautividad. La descendencia obtenida puede después viajar a otro centro o incluso ser devuelta a la libertad. Aún siendo muchas veces un juego de cara o cruz, estos programas son la última esperanza para muchas especies. La tortuga gigante de las Seychelles, por ejemplo, ya sólo existe en los zoos. El antílope árabe llegó a estar extinguido en libertad, pero los programas de reproducción en cautividad han conseguido los suficientes ejemplares como para ser devueltos a sus hábitat.
El ecólogo David Stokes de la Universidad de Washington Bothell apunta a un detalle que debería entristecernos. En un momento histórico en el que la biodiversidad está más amenazada que nunca, en el que el ritmo de extinciones es 1.000 veces más rápido de lo que era antes de existir los humanos, resulta que no es la Selección Natural, sino nuestro gusto estético, lo que decide cuáles son las especies que sobreviven. No esperes encontrar caracoles o grandes insectos en el zoo de tu localidad.
Y no es el único problema. Por una parte, los animales encerrados en zoos tienen una esperanza de vida increíblemente inferior a la que disfrutan en libertad. La longevidad media de un elefante en libertad es de 36 años. En cautividad raramente superan los 17 años. Por otra parte, nunca hay que olvidar que los zoológicos son negocios, y estos negocios han de ser rentables. Quien acude a un zoo lo hace para disfrutar la visión de animales de belleza inspiradora. Así que hay que añadir también la variable económica a la ecuación.
Aunque los directores siempre pueden recurrir a hacerse con un tigre blanco, cuya posesión se calcula que triplica el número de visitas a un zoo, y utilizar ese beneficio económico para ayudar a la supervivencia de las especies en peligro. La naturaleza es cruel, y los seres humanos no podíamos esperar ser una excepción.
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