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Coincidiendo con el trigésimo aniversario de la muerte de John Lennon, los astrónomos descubren un planeta compuesto probablemente casi por completo de diamantes. Un inesperado y bellísimo homenaje de la ciencia a uno de los símbolos artísticos del pasado siglo.
Los astrónomos le han dado el nombre de WASP-12b en su trabajo para la revista Nature publicado esta misma semana. Tiene el tamaño de Júpiter, y se sabe que su atmósfera está compuesta en su mayor parte de carbono —hasta el doble de lo que inicialmente se sospechaba—. Pero esos mismos astrónomos sospechan que el resto del planeta también es carbono. Una sorpresa que para el astrofísico Nikku Madhusudhan de la Universidad de Princeton, podría invitar a nuevas teorías sobre cómo se forman los planetas.
WASP-12b y su estrella madre, WASP-12, están a 1.200 años luz de la tierra. En efecto el planeta es del tamaño de Júpiter pero mucho más caliente, con una superficie a más de 2.500 grados. Sorprendentemente para un planeta de su tamaño, su distancia a su estrella es una quinta parte de la distancia de la tierra al sol.
El trabajo de Madhusudhan y su equipo es admirable. Graban la cantidad de luz infrarroja procedente del planeta mientras gira al rededor de la estrella. Cuando el planeta está frente a la estrella, se graba la luz de los dos cuerpos sumada. Cuando está detrás, sólo la de la estrella. Restando se obtiene la luz que procede del planeta. Una vez conocido ese dato, se compara con simulaciones generadas por ordenador de emisiones luminosas de planetas compuestos por distintas moléculas a distintas temperaturas. Es así cómo se averigua la composición tanto de la atmósfera como del cuerpo de un planeta.
Y dado el tamaño del planeta, la gravedad comprimiría con seguridad el carbono que compone ese cuerpo, siendo posible que la mayor parte del mismo sea diamante y grafito.
Los astrónomos no tienen ningún modelo que explique cómo se forman estos planetas de carbono. Podrían surgir de discos planetarios con cantidades relativamente altas de este elemento. Es la teoría de Marc J. Kuchner, de la NASA. De la música no surgen los planetas, y Lennon no creía en el alma. Así que nos quedamos con ella.
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