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Nick Spencer
El próximo año se cumplirá el gran aniversario de Darwin. Doscientos años desde su nacimiento y ciento cincuenta desde la publicación de El Origen de las Especies. Millones de personas celebrarán la vida y obra de Charles Darwin, uno de los más brillantes científicos de la historia, y un hombre reconocido como decente y honorable.
Desafortunadamente, su memoria está atrapada en el fuego cruzado de una batalla en la que Darwin siempre demostró poco interés. En un bando de este caricaturesco debate están los creacionistas. Su número preciso en el Reino Unido es incierto, aunque una encuesta dirigida por Theos/ComRes sobre las creencias públicas en el Darwinismo, el Creacionismo y el Diseño Inteligente, que será publicada el próximo año, nos permitirá averiguar más datos. Aparte de los números, el argumento es que a los creacionistas les disgusta Darwin, y le critican regularmente por minar sus creencias religiosas.
En el otro bando, los ateos militantes, quienes, curiosamente, en algo están plenamente de acuerdo con los creacionistas; el Darwinismo, de hecho, mina por completo las creencias religiosas, y eso se considera bueno. Darwin es su icono, uno ante el que genuflexionarse fanáticamente, tal y como parodiaba brillantemente la revista satírica The Onion.
La verdad es, como de costumbre, algo más compleja. Darwin era demasiado interesante, y un pensador demasiado cuidadoso como para ser caricaturizado de esta forma. Él era Cristiano y, sí, perdió su fe. Pero nunca se consideró ateo. Tomando parte en debates religiosos con amigos, en este sentido siempre confesó sentirse en un barrizal. Agonizaba por la idea de que la exquisita belleza de la vida sobre la tierra mereciese la pena del dolor de la selección natural. Odiaba la controversia religiosa y se demostraba tremendamente respetuoso hacia las ideas de los demás. Se auto-obligó las tareas de la parroquia en su tierra y donó a una sociedad misionaria en Sudamérica. Sobre todo, dudaba a menudo de que se pudiese confiar muchos asuntos a la mente, a pesar de demostrarse tan evolucionada. Un personaje complejo y sutil como para dejarle en manos de polemicistas.
Así que, para rescatarle de la tierra de nadie en la que ha quedado atrapado, a continuación se enumeran 10 citas de Darwin, de los últimos años de su vida, que será difícil escuchar de labios de creacionistas o de ateos en 2009.
- «El misterio del comienzo de todo es irresoluble por nosotros, de ahí que yo mismo me sienta contento de ser Agnóstico.»
- «Me parece absurdo dudar de que el mismo hombre pueda ser un Teista convencido, y además evolucionista.»
- «Me cuesta ver cómo religión y ciencia permanecen separadas, tal y como Edward Pusey desea... Pero debo estar de acuerdo... En que no hay motivo por el que las dos disciplinas deban atacarse con tal virulencia.»
- «Aún en mis momentos de duda más extrema, nunca he sido un ateo en el sentido de negar la existencia de Dios.»
- «Creo que generalmente, y más según me hago viejo, aunque no siempre, que el punto de vista agnóstico es el que describe más correctamente lo que pienso.»
- «Lamento informarte que no creo que la Biblia sea revelación divina alguna, y por tanto que Jesucristo sea hijo de Dios.»
- Conversando con el ateo Edward Aveling en 1881, «¿por qué ser tan agresivo? ¿Ganas algo intentando imponer estas ideas al resto de la humanidad?»
- «¿Confiaría alguien en las convicciones de la mente de un simio, si es que hay convicciones en su mente?»
- «Mi teología es un simple barrizal; no puedo ver el Universo como el resultado del azar, pero tampoco evicencias de un Diseño premeditado.»
- «No puedo organizar mi cabeza hacia una convicción interna de que debe haber un Creador o una Primera Causa, sin una evidencia confiable.»
Visto en Times Online vía RichardDawkins.net
Nick Spencer es director de estudios del think-tank teológico Theos, el cual conduce, junto con el Instituto Faraday de la Ciencia y la Religión, un proyecto sobre evolución, fe y Charles Darwin. El libro de Spencer, Darwin and God, será publicado en 2009 por SPCK.
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