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¿Y si la capacidad de llevar adelante una carrera, prosperar y ser feliz en la vida, no dependiese tanto de la inteligencia, factor genético en gran parte, como creemos, y sí de nuestra capacidad para motivar a nuestros hijos?
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Michael Balter
A los niños que puntúan más alto en las pruebas de inteligencia, de media, les irá mejor en las áreas convencionales de la vida: títulos académicos, éxito económico, e incluso mejor salud y mayor longevidad. ¿Es porque son más inteligentes? No necesariamente. Una nueva investigación concluye que las puntuaciones en ese tipo de pruebas son en gran parte una medida de cómo de motivado está el niño a la hora de hacer la prueba. Y utilizar esa motivación puede ser tanto o más importante para su éxito en la vida que lo que llamamos inteligencia.
Los investigadores llevan tiempo debatiendo qué miden realmente las pruebas de IQ. Y si las diferencias en las puntuaciones conseguidas, por ejemplo entre miembros de distintos grupos étnicos, reflejan diferencias en la inteligencia, o influyen factores sociales y económicos. Probablemente ambas cosas. El debate se hizo público en 1994 con la publicación del libro
The Bell Curve de
Richard Herrnstein y
Charles Murray, el cual sugería que las bajas puntuaciones que suelen obtener miembros de grupos étnicos como afro-americanos o hispanos, eran debidas a diferencias genéticas entre ellos y los grupos caucasianos. Una conclusión desafiada por muchos científicos. Por ejemplo, por
Richard Nisbett en su libro de 2009
Intelligence and How to Get It reflejaba la opinión de
Ann Arbor sobre que las diferencias en las puntuaciones en las pruebas de inteligencia desaparecen cuando se compensan en ellas las diferencias económicas y sociales.
Un nuevo trabajo de
Angela Lee Duckworth, psicóloga de la Universidad de Pennsylvania, y publicado
online ayer mismo en el Proceedings of the National Academy of Sciences, explora el efecto de la motivación en las puntuaciones en las pruebas de inteligencia. Donde muchos cuentan con que durante las pruebas los pacientes se emplean al máximo, hay investigaciones que sugieren que no todos dedican el mismo esfuerzo. Hay estudios que concluyen que los sujetos a quienes se les promete una recompensa económica puntúan mucho más alto en las pruebas de inteligencia o cognitivas.
Para explorar el papel de la motivación tanto en las pruebas de inteligencia como en su utilidad para prever el éxito en la vida, Duckworth y su equipo han llevado a cabo dos estudios. Primero, un meta-análisis que combina el resultado de 46 estudios previos sobre el efecto de los incentivos monetarios en pruebas de inteligencia, para un total de más de 2.000 sujetos examinados. Las recompensas variaban entre 1 y 10 dólares o más. El equipo calculó un parámetro estadístico llamado g de Hedge para indicar cómo de significativo es el efecto del incentivo en las pruebas de inteligencia. Valores para g menores de 0,2 se consideran pequeños, sobre 0,5 para moderados, y grandes para 0,7 y mayores.
El equipo de Duckworth ha encontrado que el efecto medio es de 0,64, lo que equivale a hasta 10 puntos en la escala habitual de 100 para el IQ. En cualquier caso fue mayor de 0,5 incluso en estudios con valores inusuales de g obtenidos. Más aún, la mejora del IQ se incrementa dramáticamente según lo hace también la recompensa prometida. Recompensas de más de 10 dólares significaron valores de g de hasta 1,6 —¡equivalentes a 20 puntos de IQ!—, donde las recompensas de 1 dólar eran la décima parte de efectivas.
En el segundo estudio, Duckworth y sus colegas analizaron los datos de un estudio previo con hasta 500 chavales de Pittsburgh, en Pennsylvania, cuyos IQ fueron medidos a finales de los 80 por un equipo de la universidad de Wisconsin, en Madison. Durante la prueba de inteligencia los chicos, de una edad media de 12 años y medio entonces, fueron grabados en vídeo. Los observadores buscaron signos de aburrimiento y falta de motivación —como bostezos, acostar la cabeza en la mesa o mirar a menudo a su alrededor— y asignaron puntuaciones a esa motivación.
Los investigadores continuaron siguiendo a los chicos y, al alcanzar la edad adulta, sobre 24 años, 251 de ellos aceptaron cumplimentar una entrevista sobre sus logros laborales y académicos. No había diferencias en IQ ni en ningún otro factor clave entre los chicos que participaron en esta segunda entrevista y los que no.
El equipo de Duckworth analizó los resultados de esos estudios previos para ver qué decían de la relación entre motivación, puntuación IQ y éxito en la vida. Gracias a modelos informáticos de los datos, el equipo encotró que la motivación explicaba gran cantidad de las diferencias en IQ y en con qué precisión ese IQ predice el éxito en la vida. Por ejemplo, las diferencias en motivación llegaban a significar el 84% de aquellas en cuántos años de educación completaban o en cómo de rápido llegaban a encontrar un trabajo. Pero sólo el 25% de la diferencia en sus resultados en la escuela como adolescentes. El resultado sugiere que la inteligencia nativa sigue teniendo un papel importante tanto en las puntuaciones en pruebas de inteligencia como en los logros académicos.
No obstante, la conclusión es que esas pruebas de inteligencia miden mucho más que esa inteligencia en bruto, también miden el interés con el que los sujetos quieren tener éxito en la prueba, y más tarde en la vida. Duckworth y sus colegas advierten que la motivación no lo es todo. La poca importancia de esa motivación en los logros académicos, escriben, sugiere que «obtener una alta puntuación en IQ requiere inteligencia, no sólo motivación».
El estudio tiene importantes implicaciones sociales, dice Duckworth. «Espero que los educadores, los científicos sociales, y quienes crean las políticas, sean más críticos al tomar medidas que tengan en cuenta la inteligencia», dice, añadiendo que el interés por ponerse a prueba «puede ser tan importante para el éxito en la vida como la habilidad intelectual». Duckworh sugiere que ser admitido en programas para «estudiantes talentosos» no tiene que depender sólo de la puntuación IQ obtenida, también en «el interés por sacar adelante las cosas».
Nisbett está de acuerdo en que el estudio es «tremendamente importante en sus implicaciones». La motivación y la disciplina «son cruciales» dice Nisbett. »Un IQ alto es sólo un billete de metro, sólo sirve para llevarte al centro de la ciudad».
Lex Borghans, economista de la Universidad de Maastricht en Holanda, quien también ha estudiado la relación entre las pruebas de inteligencia y el posterior éxito económico, dice que el nuevo informe demuestra que «la personalidad importa tanto como la inteligencia». Y que, aún si no puedes aumentar tu inteligencia, dice Borghans «hay más caminos al éxito».
Foto de iStockphoto. Visto en
ScienceNOW.